Extramuros

Abrió el baile esta sesión del ciclo Flamenco de hoy. De Dolores Giménez no puedo decir mucho, porque desde donde me hallaba no podía verle más que la cabeza y los brazos, cuando los levantaba. Por lo que vi -ya sabemos que el juego de braos es fundamental en el flamenco- y por lo que oí -la percusión de sus tacones en la tarima- no me parece que fuera una maravilla.Pero al hilo de su actuación me preguntab ayo hasta qué punto es razonable el esfuerzo qu esupone organizar espectáculos como el que comento, de una cierta ambición, para llevarlos a lugares que no reúnen las mínimas exigencias necesarias. En San Fermín el baile lo podían ver completo los ocupantes de las dos primeras filas. Pero, en fin, quizá mejor esto que nada, pues lo cierto es que la sala estaba llena a rebosar, con mucha gente de pie, habitantes del barrio en su mayoría, sin que faltaran los sufridos incondicionales que van a cualquier punto donde haya flamenco.

Jiménez es un concertista de guitarra a quien oía por primera vez. Me pareció bastante técnico, aunque habrá que esperar a escucharle en mejores condiciones para formar una idea más fundamentada. Acompañó muy bien el cante de su mujer, Marí la Canastera, quien hizo un híbrido entre cante y canción superficial y facilón.

Y, por último, Carmen Linares, con la guitarra siempre excelente de Pedro Sierra. Carmen es tan profesional, tan buena artista, que muy difficilmente no saldrá airosa incluso en las circunstancias más adversas