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38º FESTIVAL DE BERLÍN

La Berlinale 88 se convierte en ensayo general de los 'oscars'

La presentación ayer de Grito de libertad, de Richard Attenborough, añadida a las ya comentadas en estas crónicas World street, de Oliver Stone, y Broadcast news, de James Brooks, y en espera de la inmediata exhibición de Moonstruck, de Norman Jewison, y de El imperio del sol, de Steven Spielberg, ha convertido a la Berlinale 88 en un ensayo general de la entrega de los oscars. Si a estas películas se añaden la sueca Mi vida, la danesa Babette y la noruega Pathfinder, que aspiran al Oscar a la mejor película extranjera, y el documental norteamericano Derechos civiles, 1954-1965, un total de aspirantes a 28 premios de la Academia de Hollywood están presentes estos días en las pantallas de la vieja capital alemana.

Grito de libertad, tanto por la vigencia de su materia política y dramática como por la creciente importancia de su realizador, el británico Attenborough, director de Gandhi y A chorus line, dentro de las superproducciones de Hollywood, llegó ayer, a la pantalla del Zoo Palast, en medio de una gran expectación. La respuesta del público ha sido la más sonora y calurosa de cuantas se han oído hasta la fecha en la sección oficial del festival berlinés.Se trata de una superproducción meticulosamente planeada -el guionista John Briley tuvo que escribir 11 veces los centenares de páginas de texto hasta dar con la fórmula definitiva- y realizada sin escatimar medios técnicos y humanos, como pone de manifiesto la reconstrucción de los sangrientos sucesos de Soweto en 1977, en los que es visible la participación de varios miles de figurantes.

Con toda evidencia, Grito de libertad va a ser atacada desde criterios puristas y radicales, procedentes tanto del terreno del cine como de la lucha política contra el régimen racista de Suráfrica. Attenborough, curándose en salud, se defiende así de ellos: "Por un lado, el régimen surafricano no sólo prohibió la película, sino que la quiso borrar del mapa. La comisión de censura de ese país la calificó de exaltación de la violencia y de los delincuentes que la practican. Por otra parte, yo trabajo en el cine comercial y he querido hacer un filme que alcance la máxima audiencia posible, lo que, en este caso, aumenta su eficacia política".

El guión de Grito de libertad combina con notable habilidad dos libros distintos y coincidentes: las memorias testamentarias del político bantú asesinado por la policía surafricana Stephen Biko y el relato de la vida y la muerte de este líder africano escritas por el periodista de raza blanca Donald Woods, que tuvo que exiliarse de Suráfrica para poder editar el libro.

El filme conjuga la historia de la amistad entre estos dos hombres en medio de las intrincadas turbulencias que condujeron al infierno de Soweto. Para dar unidad argumental a tantos y tan dispersos elementos Attenborough ha empleado una vieja e infalible zorrería: combinar sin ruptura tres géneros convencionales de la historia del cine de Hollywood, el thriller, la tensión propia de la película de aventuras, y el melodrama, con predominio de esta última convención.

Esto hace de Grito de libertad un filme formalmente híbrido, con muchos trucos narrativos, pero muy eficaz a su manera, pues mantiene durante casi tres horas la atención de espectador y, por la vía sentimental, le conduce al rechazo del racismo y el apartheid. Mueve Grito de libertad más lágrimas y emociones que ideas. Y esto, que como método político es discutible, como argucia cinematográfica es perfectamente lícito.

Otra película aquí muy esperada es la francesa Jane Birkin por Agnes Varda, que agradó a los muchos fanáticos de la bella actriz británica y a los pocos que le quedan a una Agnes Varda sumergida en un manierismo extemporáneo y cursi donde los haya.

Película de las llarnadas festivaleras, a causa de su aspecto experimental, es en realidad un filme tonto, mentiroso y resultón, concebido y hecho de espaldas al riesgo pese a que, dando descaradamente, gato por liebre, pretende hacerse pasar por una obra arriesgada e innovadora. Otra rutina más, vestida, como de costumbre, de originalidad.

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