"Basta con una sierra para descubrir el 'afeitado"
Fernando Pérez Flórez, 30 años de experiencia en el examen de las astas de los toros
El doctor veterinario Fernando Pérez Flórez se ha jubilado como funcionario de la Escuela de Sanidad, donde ocupaba el cargo de jefe del departamento de Higiene de los Alimentos y además era jefe del equipo encargado de examinar las astas de las reses de lidia sospechosas de afeitado, tarea que realizó durante cerca de 30 años. Después de aprender y aplicar técnicas de descubrimiento de este fraude, perfeccionar su desarrollo en el laboratorio, ha llegado a la conclusión de que una sierra eléctrica basta para determinar si al toro le han sido manipulados los pitones. "Grupos interesados quieren hacer creer que esas técnicas no son fiables", dice, "y en los últimos años se ha producido una escalada de acritud contra quienes examinamos las astas".
"La estrategia de la picaresca", añade Pérez Flórez, "consiste en descalificarnos y establecer así que el fraude es indemostrable. Como, por otro lado, sólo una pequeña parte de los casos en que dictaminamos afeitado tienen sanción y, por añadidura, esas sanciones, recurridas por vía legal, acaban siendo nulas, los ganaderos se cargan de razón".Se cargan de razón, pero no la tienen, según el veterinario, a quien siempre le ha extrañado que los ganaderos dediquen tantos esfuerzos a demostrar su inocencia y tan pocos a evitar que les afeiten los toros. Dice Pérez Flórez que hace años era al revés y los ganaderos respetaban los dictámenes.
A lo largo de 30 años, ha contemplado con absoluta frialdad los entramados de intereses, las recomendaciones, las adulaciones con que intentaban presionarle: "Hubo de todo aunque, en líneas generales, nada grave. Algún conocido te llamaba para pedirte que "miraras con cariño" las astas de determinada ganadería; veterinarios que representaban a ganaderos te invitaban a un güisqui creyendo que así el dictamen sería favorable; había ganaderos que intentaban entrar en el laboratorio, y como no les dejabas, proponían: 'Pues déjele a mi chofer, que sabe de esto'... Uno me trajo el certificado de su juramento solemne ante el obispo de Jaca, de que jamás había afeitado un toro".
Lo peor llegó en los últimos años y, sobre todo, cuando el quipo de Pérez Flórez dictaminó que un toro de Eduardo Miura había sido afeitado. A raiz de aquello la Junta de Andalucía divulgó un comunicado diciendo que Miura es un caballero y no puede cometer fraudes; los ganaderos andaluces organizaron actos de desagravio al compañero; los taurinos descalificaron las técnicas que se emplean en la Escuela Nacional de Sanidad, apoyados por la Facultad de Veterinaria de Córdoba, que propuso estudiar otras mejores, para lo cual obtuvo sustanciosas ayudas de la Junta de Andalucía.
"Han pasado tres años y aún no se sabe que la Universidad de Córdoba haya descubierto nada sobre esta cuestión", dice Pérez Flórez, cuya larga experiencia le dota de una firmeza pragmática: "Quieren hacer creer que detectar un afeitado es más difícil que ir a la luna, y desde luego no es para tanto. Un veterinario experto, con la simple ayuda de una sierra, puede saber si un toro está afeitado. Yo propondría que el primer examen de las astas se hiciera inmediatamente después del arrastre. Le aseguro que un 60% de las reses quedaría dictaminado positiva o negativamente de afeitado, sin ningún margen de error. Las restantes que ofrecieran duda, se examinarían después en laboratorio mediante las técnicas habituales.
Pérez Flórez acepta que podría determinar si un pitón está afeitado, con sólo verlo, aunque precisa: "Aún así, claro, se examina siempre en laboratorio, siguiendo estas fases: estudio de la cutícula externa del estuche córneo, biometría de las longitudes del asta y del macizo, y composición de la línea media. Teniendo en cuenta que la proporción astamacizo es de 1 a 5, pero que aplicamos un 1 a 7 para garantía de los ganaderos (con lo cual muchos toros evidentemente afeitados dan negativo), el error es prácticamente imposible. Pero si hay la más mínima duda, aún queda el examen histológico".
Núñez, Buendía y Miura
Pérez Flores tiene su casuística sobre afeitadores: "Las ganaderías Núñez van a la cabeza, y le sigue la de Buendía. Quien más quebraderos de cabeza nos ha dado es Miura. ¡La que armó! A pesar de que el propio veterinario que envió en su representación reconoció -y firmó el acta- que el toro estaba afeitado, y de que hicimos examen histológico de las astas, pretendió que repitieran el examen veterinarios designados por él. Tanto se movió este hombre, que el Ministerio del Interior llegó a aceptarlo. Entonces nosotros elevamos un escrito de protesta y dimisión, y el Ministerio no sólo reconsideró su anterior actitud, sino que hizo expreso reconocimiento de nuestra categoría profesional y nos felicitó por el trabajo realizado".
Cerca de 30 años analizando astas -unas 8.000-, y sin cobrar ni un duro: "¡De cobrar, nada. El primer año, un funcionario del Ministerio de la Gobernación nos entregó un dinero, sin que firmáramos recibo, y luego supimos que había salido del "fondo de reptiles". Nos opusimos a este tipo de remuneración y, desde entonces, no nos han pagado de ninguna manera. La única compensación que he tenido ha sido mi vocación investigadora, porque el trabajo es muy desagradable. Las astas nos llegan en estado de putrefacción y el laboratorio, incluso la propia ropa, se impregnan de un olor a cadaverina que tarda días en quitarse. Ni siquiera hemos tenido, sobre todo los últimos años, la satisfacción de ver reconocida nuestra tarea, casi todo el mundo se libra de las sanciones, y encima hemos de padecer enfrentamientos o advertir frialdades, no sólo de los ganaderos sino también de algunos de nuestros compañeros, que los representan".
¿A quién beneficia?
Cuando los toros ruedan por la arena o aparecen romos, y alguien lo atribuye a fraude, los taurinos rechazan la posibilidad, preguntando: "Pero ¿a quién beneficia?". Y argumentan: "Si drogas, purgas, afeitado, destruyen al toro y deslucen el espectáculo, eso no beneficia ni a toreros, ni a ganaderos, ni a empresarios. Y si a nadie beneficia,, nadie será tan tonto que cometa el fraude; luego el fraude no existe".Extraño silogismo que, sin embargo, no les basta para eludir responsabilidades, menos ante la ley, y por eso atacan a los facultativos, así sea alguien como el doctor Pérez Flórez, varios lustros examinando astas, jefe de departamento en la Escuela de Sanidad, profesor de Tecnología de los Alimentos en la Facultad de Veterinaria de Madrid, comisionado al extranjero como veterinario experto, ponente en congresos, autor de numerosas publicaciones científicas.
Y mientras tanto, la autoridad mantiene una actitud pasiva ante el fraude. Aquellos ataques y esta tolerancia, ¿a quién benefician y por qué?
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