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Acoso y derribo contra Noriega

Estados Unidos ha decidido que hay que sustituir al 'hombre fuerte' de Panamá

Antonio Caño

Manuel Antonio Noriega ha hecho colocar en la antesala de su despacho un grabado que representa el incidente de la tajada de sandía. La pintura recuerda un enfrentamiento, en 1856, entre panameños (entonces todavía bajo soberanía colombiana) y norteamericanos en el que murieron 24 personas por una discusión sobre el precio de una porción de sandía. Un fornido mulato panameño tiene agarrado por el cuello, en esa obra, a un rubio asustado y sorprendido por la fiereza con que el panameño defiende algo tan insignificante.

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Así son las cosas en Panamá, dicen sus ciudadanos, que presumen de que "aquí nunca pasa nada hasta que pasa"."¿Te gusta?", preguntó hace poco Noriega a un visitante que miraba el cuadro con interés. "Me gusta mucho más que hayas decidido colocarlo aquí", contestó el huésped ante la sonrisa del comandante de las Fuerzas de Defensa de Panamá. Es probable, sin embargo, que Noriega tenga que cambiar algo más que el decorado de su despacho para hacer frente a la política de acoso y derribo declarada contra él por Estados Unidos.

El secretario de Estado norteamericano, George Shultz, lo dijo esta semana abiertamente: la comisión del Pentágono que recientemente visitó Panamá, encabezada por el secretario adjunto de Seguridad Internacional, Richard Armitage, transmitió a Noriega el mensaje de que debe abandonar el poder en la sombra que detenta y dar paso a un Gobierno civil verdaderamente democrático.

Todo indica que la decisión de sustituir a Noriega ha sido tomada definitivamente en Washington, superadas ya las diferencias que hace algunos meses separaban al Departamento de Estado y al Pentágono, más preocupado este último por la seguridad del Canal y la sede del Comando Sur que por los problemas de imagen que pudiera ocasionar la alianza con los militares panameños.

La actitud de EE UU, expuesta de forma grosera en la vida política panameña, ha desatado, mitad provocada mitad espontáneamente, una ola de antinorteamericanismo en un país con tradición nacionalista y acostumbrado a sufrir humillaciones cotidianas por la ocupación del territorio del Canal.

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Panamá ha dejado de ser un lugar cómodo para los norteamericanos. Los soldados han recibido instrucciones de no frecuentar los locales públicos panameños a menos que sea necesario y, en ese caso, no hacerlo vestidos de uniforme. Los turistas y demás visitantes procedentes de Estados Unidos son advertidos de que eviten determinados lugares de la ciudad y de que huyan de las trifulcas políticas.

En la 'lista negra'

Todas estas medidas no son gratuitas. Panamá no es Libia, pero ya ha entrado claramente en la lista negra de Washington. Desde el pasado mes de septiembre, EE UU ha suspendido todos sus créditos, ha cortado su ayuda económica y toda la asistencia a las Fuerzas de Defensa. Simultáneamente, se han empezado a observar síntomas de desánimo en las operaciones de la banca privada con Panamá, y toda la actividad económica se ha resentido notablemente en poco tiempo.Este año se espera un descenso del 4% del producto interno bruto; el presupuesto que el Gobierno ha presentado al Parlamento para el año en curso supone una reducción del 11% respecto al de 1987, y las autoridades tratan de buscar nuevos plazos para el pago de intereses de una deuda externa de 5.000 millones de dólares, una de las más altas per cápita del mundo. El paro se ha convertido en una de las principales amenazas del país y, como consecuencia, ha aumentado de manera significativa la delincuencia.

El Gobierno puede fácilmente justificar su inoperancia por la tutela a que está sometido por parte de las fuerzas armadas, con lo que todo el precio por esta crítica situación lo tiene que pagar el general Noriega, quien, a su vez, intenta huir de las decisiones administrativas para no hacer más evidente su poder fáctico.

Noriega ha resistido este deterioro con una perfecta combinación de astucia y paciencia. "Es un gran jugador de ajedrez", afirma un diplomático extranjero, "pero en estos meses ha perdido muchas fichas y cada vez le cuesta más aguantar los ataques del rival, que juega con dos damas, cuatro torres y cuatro caballos".

El incidente de su viaje a Santo Domingo ilustra bastante la situación. El pasado día 9 Noriega salió imprudentemente de Panamá en secreto, pese a que sus asesores se lo habían desaconsejado. La oposición aprovechó su ausencia para sembrar de rumores un país que los recibe con más naturalidad que las noticias. Resultó esperpéntico el espectáculo de los dirigentes de oposición descorchando cínicamente champaña para celebrar algo que sabían que no había ocurrido, y mintiendo a la población por el gozo de una pequeña revuelta callejera. Pero no fue menos patética la explicación de Noriega de que, con su viaje, había querido tender una trampa a sus enemigos.

Un momento de temor

Lo cierto es que Noriega regresó a Panamá, precipítadamente, en la misma noche del sábado en la que circularon los rumores sobre su fuga -al menos un día antes de lo inicialmente previsto-, tratando de evitar, sin duda, cualquier malentendido entre sus propios aliados. "Controló la situación, pero tuvo un momento de temor", asegura una fuente que vivió la situación. En esos mismos días, Noriega sufrió el fuerte impacto de la deserción política de uno de los más puros productos del torrijismo, el cónsul general (desde hace unos días ex cónsul) de Panamá en Nueva York, José Isabel Blandón, quien hizo públicas sus gestiones con funcionarios de EE UU para buscar el relevo de Noriega.

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