Las artetecas, una forma de alquilar cuadros
La experiencia en Amsterdam de un sistema de confrontación artística
Hace ahora 10 años, fue creada en Amsterdam la primera arteteca de la ciudad, una sala a medio camino entre la galería de arte y el centro cultural de distrito, que permite al ciudadano alquilar cuadros o esculturas por el médico precio de 15 florines (906 pesetas) al año. El sistema, que se inició en La Haya, constituye un éxito de público y socios, pero tiene grandes dificultades para satisfacer la demanda desde que el Gobierno de centro-derecha suprimiera el Programa de Ayuda a las Artes Plásticas (BKR), creado tras la II Guerra Mundial, y de cuya colección Regaban las obras. Esta decisión ha afectado también a los artistas que percibían unos ingresos fijos por la venta de sus trabajos al programa.
Un paseo por las cuatro artetecas de Amsterdam produce sentimientos encontrados: al comentario a media voz y el trote pausado propio del museo, se une la extraña sensación de saber que cualquiera de las piezas expuestas aparecerá en el domicilio del socio poco después. Y que éste podrá cambiarla por otra como si estuviera devolviendo libros en una biblioteca pública. Esta operación, la realizan cada seis meses los 10.000 miembros de las artetecas de la capital, por cuyas casas circulan más de 15.000 obras de arte al año. La cuarta sala, que acaba de abrir en el distrito del suroeste, suma ya casi 200 afiliados. "Confrontamos a la gente con el arte de forma que pueda seguir admirándolo entre sus propias pare des", afirma Maryla Nienhuis directora de la arteteca del oeste de la ciudad, situada en un edificio estilo Luis XVI, que fue residencia de ancianos. "Como los miembros no pueden comprar, alquilan sin preocuparse de la cotización de la firma". En realidad, la tarea del arte al servicio del ciudadano más próximo, el vecino, se cumple con tal precisión, que éste acaba instalando en su salón objetos que ni siquiera podría rozar en una galería comercial. La situación es diferente en el resto de los Países Bajos, donde los socios sí pueden optar con la compra de las obras a plazos.
Maryla Nienhuis participó hace diez años en la creación de la primera arteteca de Amsterdam. Por aquel entonces su trabajo dependía del Museo Municipal de Arte Moderno. Una dé cada después, sólo la que ella di rige en el distrito oeste mantiene relaciones con el Stedelijk Museun. Las otras tres dependen de sus respectivas concejalías de cultura. El idilio entre el contribuyente y el arte empezó a quebrarse con esta división del estamento supervisor. La ruptura llegó el pasado año, cuando el Se nado aprobó una propuesta gubernamental de supresión del Programa de Ayuda a las Artes Plásticas (BKR).
A través del Ministerio de Asuntos Sociales, el sistema BKR proporcionaba a unos 3.500 artistas un salario que le permitía pagar sus talleres y mantener a sus familias. Para beneficiarse de la ayuda, había que superar una selección previa y comprometerse a producir varias obras al año, que serían compra das por el Gobierno. La colección así formada ha nutrido, desde la II Guerra Mundial, los fondos artísticos de las embajadas, escuelas o edificios públicos holandeses. Más tarde incluiría las artetecas, repartiendo entre ellas alrededor de 100 obras al mes.
Alegando que el sistema de subsidios favorecía la aparición y el almacenaje de obras mediocres, el Gobierno holandés ha decidido distribuir 60 millones del presupuesto antes destinado al programa BKR entre los ayuntamientos y las provincias holandesas.
Arte de calidad
La idea es promocionar un arte de "verdadera calidad". Esta nueva filosofía, incluye también un cupo de becas de trabajo que permiten desarrollar un proyecto que mejore el arte nacional. Una doble comisión formada por directores de museos e historiadores del arte, y expertos en finanzas, otorgan ayudas económicas a aquellos artistas considerados interesantes. Alrededor de 900 pintores o escultores disfrutan de ese apoyo en esos momentos.La nueva reglamentación del Gobierno, prevé también la venta de las obras expuestas en las artetecas, y su colaboración con la fundación privada Préstamo de Arte (SBK). Una relación calificada de difícil por las artetecas de Amsterdam, que proponen el alquiler directo de trabajos a los artistas, ofreciéndoles un 15% anual del precio de la obra.
"Hasta el verano pasado pudimos cubrir las demandas", dice Maryla Hienhuis, "con todos estos cambios, estamos perdiendo socios que no podremos recuperar fácilmente si tenemos que vender lo expuesto. Llamar la atención del vecindario sobre el arte es también una forma de integración. Ya sé que las decisiones las tomará el Gobierno, pero creo que alquilar encaja más con el temperamento del ciudadano medio".
El problema creado por el freno al programa BKR, no ha afectado a la fundación Préstamo de Arte (SBK) que, desde 1955, brinda la posibilidad de adquirir una obra de arte por 15 florines al mes. También aquí el objetivo primordial es la divulgación artística en los Países Bajos, pero los métodos son algo distintos. Los directores artísticos de SBK visitan los talleres privados de los artistas para apreciar el valor y la calidad de las obras. Poco después, un comité elige las que serán exhibidas en sus salas y cede un 10% de su valor al pintor, escultor o grafista en concepto de alquiler. Cuando la pieza es vendida, la fundación retiene un 30% de comisión y envía el 70% restante al autor.
Los socios de SBK disponen por su parte de una cuenta corriente donde acumulan el 60% de su cotización mensual. Si ahorran lo suficiente, podrán quedarse con el cuadro que tuvieron alquilado en casa.
"Los artistas están encantados con nuestro sistema y, los que permanecen 10 o 15 años con nosotros, tienen unos ingresos regulares y abundantes", afirma sonriente Johan Pijnappel, director artístico de la sala SBK de Amsterdam, la más antigua del país. "Incluso las galerías nos llaman para que les asesoremos cuando preparan nuevas exposiciones".
El edificio de esta fundación en la capital, incluye tres plantas dedicadas a exposiciones, vídeos y zona de lectura.
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