El dilema de Ronald Noorman
Encontrar un estudio para pintar o esculpir constituye, una verdadera odisea en Amsterdam, dado que el cambio intermitente de domicilio constituye una de las características más acusadas de sus habitantes. La última moda consiste además, en solicitar un piso en las escuelas rehabilitadas por el ayuntamiento. En las antiguas aulas, dotadas de grandes ventanales y techos altos, cabe un taller privado, pero son las familias con varios niños o las parejas muy jóvenes, quienes las piden por parecerles más higiénicas.El estudio de Ronald Noorman se encuentra en una antigua maternidad, que todavía conserva cierto aire de clínica en los largos pasillos ocupados por los inquilinos más heterogéneos. Hace tres años y medio, alquiló este taller, a poca distancia del Museo Municipal de Arte Moderno. A pesar del tremendo ruido producido por la restauración de otro edificio contiguo, Noorman se abstrae fácilmente cuando trabaja con tinta, tiza o pastel. "Toda mi inspiración proviene de esta ciudad; de los lugares escondidos en los que nadie repara; de los pequeños huertos de las afueras. Allí recojo materiales con los que luego hago esculturas". Hace dos años, frente a sus ventanas, fueron derribadas dos antiguas chimeneas "fue un momento dramático y estético para mí. Eran el símbolo de una era industrial ahora caduca. Empecé entonces un proyecto de dibujos que he terminado ahora".
Noorman estudió en la Academia de Bellas Artes de la capital holandesa, y poco después de finalizar la carrera fue escogido por el programa BKR. Hace tres años, el Ayuntamiento de Amsterdam le envió a Toronto para preparar un intercambio de arte entre Canadá y los Países Bajos.
Cree que las artetecas y la fundación SBK deben mantenerse, pero revisando las cuotas de alquiles y el porcentaje destinado a los autores. "Trato de encontrar mi propio camino entre ambas; porque al final parece que trabajas para un comité de selección y ello no es agradable".
Admirador de Tàpies por su dominio de los materiales, dice de él que "trabaja peligrosamente" con técnicas muy difíciles. Le gusta también Susana Solano y conoce la obra de Miquel Barceló. "No creo en las generaciones como movimiento artístico. A veces es terrible estar solo, pero la ansiedad también es creativa. Ahora tengo menos dinero y me siento más libre. Supongo que es una paradoja clásica".
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