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Carlucci estudia en Kuwait la reducción de la fuerza naval de EE UU en el Golfo

Frank Carlucci, nuevo secretario norteamericano de Defensa, comenzó ayer en Kuwait una gira por cuatro países árabes petroleros, en la que estudiará una posible reducción de la presencia naval estadounidense en la región a cambio de un reforzamiento de las capacidades militares de los países miembros del Consejo de Cooperación del Golfo. Desde el pasado verano, EE UU tiene en la zona la más importante fuerza aeronaval jamás desplegada desde la guerra de Vietnam, pero su utilidad es cuestionada por la mayoría de los analistas militares.

Carlucci visitará Kuwait, 11 de cuyos petroleros ondean desde el pasado julio el pabellón de las barras y estrellas; Bahrain, que otorga a la flota norteamericana diversas facilidades; Arabia Saudí, fiel aliado de Estados Unidos, y el sultanato de Omán, más reacio a la presencia extranjera en la región.El secretario norteamericano de Defensa no visitará los otros dos países miembros del Consejo de Cooperación del Golfo: Qatar y los Emiratos Árabes Unidos. El presidente de este último Estado, el jeque Zayed Ben Sultan, ha pedido insistentemente la sustitución de la armada norteamericana por una fuerza de las Naciones Unidas.

Seis meses después del espectacular reforzamiento de la VI Flota en el Golfo, los analistas norteamericanos y europeos se interrogan sobre su utilidad. Los 25.000 militares estadounidenses en permanente pie de guerra en la región no han servido más que para proteger a los 11 petroleros kuwaitíes rematriculados en EE UU.

Un total de 22 convoyes con crudo kuwaití y protección armada norteamericana han circulado por el Golfo desde el pasado julio y sólo en dos ocasiones han tenido encontronazos con los iraníes. Pero, señalan los analistas, los barcos y aviones norteamericanos no han podido impedir ni el lanzamiento de misiles iraníes contra Kuwait, ni las operaciones navales guerrilleras de los guardianes de la revolución.

Desde el pasado 29 de agosto las lanchas rápidas iraníes han tocado en la vecindad de la armada norteamericana un total de 49 petroleros o cargueros relacionados con kuwaitíes y saudíes. En contrapartida, el despliegue estadounidense conlleva el riesgo de generalizar el conflicto del Golfo, en particular de provocar una abierta confrontación armada entre Washington y Teherán. En los últimos meses, sólo la prudencia extrema de ambas partes ha impedido que diversos incidentes entre unos y otros hayan ido a más.

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Carlucci, afirman los observadores de la guerra del Golfo instalados en la ciudad de Manama, es partidario de una remodelación de la presencia militar de su país en la región, a cambio de un sensible reforzamiento de las capacidades militares de sus mejores aliados: Kuwait, Bahrain y Arabia Saudí. La solución, un incremento notable de la venta de armas norteamericanas a esos países para reforzar su posición frente al Irán de los revolucionarios islámicos, choca una y otra vez con la oposición del Congreso norteamericano.

Presiones judías

Diversas iniciativas de la Administración de Reagan han sido bloqueadas por el Congreso, donde el poderoso lobby proisraelí presiona para que no sea entregado ningún tipo de armamento sofisticado a países árabes. El Congreso teme también que las armas destinadas a sus aliados en la región caigan en otras manos. Al respecto, numerosos congresistas recuerdan que un puñado de los misiles antiaéreos Stinger entregados a la guerrilla afgana, y que han probado su efectividad frente a los cazas soviéticos, han terminado en poder de los iraníes. El Ejecutivo norteamericano ha conseguido, no obstante, algunas victorias parciales en su pulso con el Legislativo. El pasado 12 de diciembre el Senado levantó su oposición a la venta de misiles antiaéreos Stinger a Bahrain. El montante de la operación fue modesto, siete millones de dólares, y la Casa Blanca tuvo que recordar la ayuda que Bahrain presta a la flota norteamericana en el Golfo, unas facilidades que ese país limita a casos estrictamente humanitarios.La Administración no ha podido vencer, en cambio, la resistencia del Congreso a la venta de Stinger a Kuwait, pese a que fue ese emirato el que, al pedir protección norteamericana para sus petroleros, abrió la puerta a la llegada al Golfo del grueso de la VI Flota.

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