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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un anticomunista en Moscú

LA VISITA a Moscú del dirigente político más anticomunista de la República Federal de Alemania ha causado cierta sorpresa. Jefe del Gobierno del land -territorio autónomo- de Baviera, Strauss es a la vez líder de la Unión Social Cristiana (CSU), federada con el Partido Demócrata Cristiano del conjunto de Alemania Occidental. El éxito de los liberales en las últimas elecciones parlamentarias frustró la esperanza del líder bávaro de imponerse como ministro de Relaciones Exteriores y de marginar al liberal Genscher, cuya política ha combinado el apoyo a la OTAN con un esfuerzo constante por mejorar las relaciones con el Este.No parece dudoso que en su visita a Moscú hay objetivos de imagen personal, como la gestión, anunciada de antemano, para pedir una reducción de pena para el joven Rust. Pero destaca en el viaje de Strauss -incluso ligado a su deseo de protagonismo- un fondo político interesante, que indica novedades en la opinión alemana. Hace falta partir de la premisa, indiscutible, de que los electores del jefe de la CSU constituyen el sector más conservador y derechista de la población germana, y radicalmente enemigo de la Unión Soviética. A ese sector se dirige Strauss cuando califica de amistosa su conversación con Gorbachov, cuando hace elogios de éste, seguro de que con ello gana tantos. En otras épocas, tal actitud hubiese sido un suicidio político para el líder bávaro.

Strauss se ha opuesto al tratado que han firmado Reagan y Gorbachov suprimiendo los misiles nucleares de alcance medio, lo que otorga a su viaje mayor interés. Por un lado, es obvio que Moscú desea reducir las reticencias al tratado, incluso en los sectores más conservadores de Europa, como el representado por Strauss. Por otra parte, para el canciller Kohl es fundamental que su actitud favorable al tratado no sea atacada por la CSU. Parece perfilarse, tanto en Bonn como en Moscú, la tendencia a hacer del tratado un punto de partida hacia una política más flexible y constructiva para las relaciones entre las dos Europas.Strauss ha definido en Moscú posiciones importantes para la política alemana, en las que curiosamente hay semejanzas con las defendidas por el liberal Genscher. Sobre el desarme, ha insistido en la necesidad de reducciones en las armas nucleares tácticas y en las armas convencionales, tema que adquiere, sin duda, un carácter prioritario, no sólo para la RFA, sino para Europa en general. Es significativo que haya destacado su coincidencia con la URSS, y desacuerdo con EE UU, sobre las armas químicas. Sobre el alcance de la reforma iniciada en la URSS por Gorbachov, Strauss lo ha valorado como un fenómeno serio. Ha puesto de relieve que hay novedades en la vida internacional y que es preciso "participar" en la "nueva política" iniciada por las dos grandes potencias. Las conversaciones de Strauss en Moscú han dado relevancia a la existencia de amplias zonas de acuerdo con los soviéticos en cuanto al desarrollo de las relaciones económicas y tecnológicas. Éstas siempre han ofrecido terrenos de cooperación entre la URSS y la RFA, y ahora tienen, sin duda, una perspectiva de crecimiento.

Todo indica que el viaje de Strauss va a facilitar una etapa de mayores iniciativas en las relaciones entre Bonn y Moscú. La visita a Bonn del ministro soviético de Exteriores, Shevernadze, está ya anunciada para el mes próximo. El canciller Kohl ha declarado que se va a entrevistar con Gorbachov y cada vez se habla más de una visita de éste a Bonn en 1988. No hay motivo para que esta perspectiva de relaciones más fluidas entre Bonn y Moscú no sea considerada de modo favorable por los otros países de la CE. La realidad es que se ha iniciado una fase de relativa desmilitarización de las relaciones internacionales y ello debe reflejarse de un modo particular en Europa, zona de máxima acumulación de armas y muy necesitada de distensión. Sin duda, sería grave que la RFA empezase a actuar por su cuenta en las relaciones con el Este. Pero no es el caso hoy. Solamente una Europa pasiva, incapaz de iniciativa política, podría provocar una evolución en ese sentido.

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