La 'cumbre' y los europeos occidentales
El autor afirma que la cumbre de las superpotencias ha puesto de manifiesto la incapacidad de Europa de decidir su propio futuro. Sin embargo, considera que tendrá de positivo el obligar al Viejo Continente a pensar en su propia defensa.
No cabe duda de que el acuerdo alcanzado por Reagan y Gorbachov en la cumbre sobre armas nucleares marca un hito en la política mundial. ¿Pero cómo afectará a las vidas y actitudes de los ciudadanos de Europa occidental?Desde luego, los europeos compartirán la euforia generada en Washington. Los norteamericanos, fascinados tanto por el estilo de Gorbachov como por su política, parecen estar cambiando sus actitudes hacia la URSS casi tan profundamente como hacia China después de la visita de Nixon a ese país en 1972.
Los cambios de estado de ánimo norteamericanos pueden ser peligrosamente emocionales y efímeros. Los europeos occidentales, que viven mucho más cerca de la URSS, tendrán siempre una respuesta más compleja y dividida a cualquier iniciativa soviética. Pero, desde luego, desearán formar parte del diálogo mucho más abierto y sofisticado iniciado por Gorbachov.
Los europeos se sienten excluidos. El acuerdo histórico de Washington afecta a la seguridad de Europa más que a cualquier otro continente; pero ha sido firmado sin su participación y sin su conocimiento de muchos detalles e implicaciones. Esta cumbre, más que cualquier otro encuentro entre las superpotencias, ha puesto de manifiesto la incapacidad de una Europa dividida de decidir su propio futuro.
Próximamente, si el Senado norteamericano ratifica el tratado, los misiles de EE UU empezarán a ser retirados de los cuatro países europeos donde están instalados: Reino Unido, Alemania Occidental, Italia y Bélgica. La presencia de algunos de estos ha sido revelada por primera vez públicamente en los últimos días, y pronto inspectores soviéticos llegarán para controlar su desmantelamiento. Esto recordará forzosamente a los europeos que su futuro está. en manos de las superpotencias.
Para los británicos será especialmente duro. La base norteamericana de Greenham Common, donde ahora se sabe que están instalados 96 misiles de crucero, ha sido el escenario de repetidas manifestaciones y prolongada ocupación por mujeres que atacaban furiosamente a Margaret Thatcher por permitir la presencia de misiles en suelo, británico. Ahora los misiles no serán retirados gracias a iniciativas del Reino Unido, sino por las negociaciones entre superpotencias.
El resultado más importante de la cumbre de Washington será obligar a los europeos a empezar a pensar seriamente en su propia defensa después de haber estado 40 años bajo el paraguas nuclear norteamericano.
Todos los miembros de la OTAN han aprobado el tratado, con distinto grado de entusiasmo, pero con algunas preguntas. ¿Empezará Estados Unidos, influenciado tanto por sus problemas presupuestarios como por una mayor distensión, a reducir sus tropas en Europa? Y si es así, ¿serán los europeos occidentales capaces de asegurar su propia defensa con armas nucleares y convencionales?
Identidad europea
Las preguntas van al fondo del sentido de la identidad y de la unidad de los europeos. Son conscientes de que sus tropas, incluso con la ayuda de las fuerzas norteamericanas, son ampliamente superadas en número por el Pacto de Varsovia. Pero no están dispuestos a incrementar sus fuerzas convencionales.
En defensa nuclear permanecen fundamentalmente desunidos. Los dos países que poseen armas nucleares disuasorias propias, el Reino Unido y Francia, están determinados a mantenerlas; y a muchos de sus políticos sigue horrorizando la idea de que Alemania Occidental tenga "un dedo en el gatillo".
Tras ocho años en el poder, Thatcher podría parecer la más indicada para conducir a Europa hacia una mayor unidad. Pero ella sigue considerando a Estados Unidos un elemento clave de la defensa de Europa, al tiempo que continúa empeñada en mantener la amenaza nuclear británica, que puede resultar ser no sólo un obstáculo para la integración europea, sino también para el desarme nuclear global.
Pero la firma de nuevos acuerdos entre Estados Unidos y la Unión Soviética, que incluyan tanto la reducción de misiles nucleares de largo alcance como la retirada de tropas y misiles de Europa, tendrá, en mi opinión, un profundo impacto en las actitudes de los ciudadanos y expertos europeos, pues comprenderán que no pueden seguir confiando en el apoyo norteamericano para su defensa.
Los debates serán dolorosos y crearán divisiones. Algunos europeos occidentales, incluidos muchos alemanes, se sentirán inclinados a observar una mayor neutralidad con respecto a los soviéticos. Hasta los gobiernos conservadores europeos estarán poco dispuestos a aumentar el gasto militar existente. Pero la debilidad de las fuerzas convencionales de la OTAN, incluso aunque los soviéticos reduzcan sus tropas en la Europa del Este, aumentará la presión sobre el Reino Unido y Francia para que compartan sus armas nucleares con otros países, presión que sus gobiernos encontrarán más difícil de resistir.
Si Europa occidental avanza hacia un sistema de defensa integrado, sin Estados Unidos, se producirá un efecto mucho más profundo sobre otros elementos de la unidad europea -políticos, sociales y económicos- que 30 años de Comunidad Europea.
La investigación y el desarrollo de la defensa común, incluyendo la industria aeroespacial, electrónica e informática, unificarán la estructura de la industria europea de una manera más rápida y decisiva que los esfuerzos de la CE.
Los europeos tendrán que tomar sus propias decisiones sin contar con el liderazgo de Washington; y en sus relaciones con el resto del mundo tendrán que hablar como una sola voz. Europa tardará aún mucho tiempo en enfrentarse a esa necesidad, pero la cumbre de Washington la ha acercado mucho más a las mentes de los votantes europeos. Y la visión del desmantelamiento de los misiles de EE UU de Europa occidental bajo la supervisión de los soviéticos forzará a los europeos a concentrarse mucho más claramente en la manera de mantener su futura seguridad.
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