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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El Ienguaje de las cifras

LAS CIFRAS recientemente publicadas sobre la evolución de la población activa, del paro y del empleo parecen confirmar la buena salud de la economía española a lo largo del tercer trimestre del presente año. Según las cifras oficiales, la población activa aumentó en 174.000 personas, mientras que el empleo lo hizo en 192.000; como consecuencia, el número de parados descendió ligeramente, permaneciendo, sin embargo, próximo a los tres millones de personas.La interpretación de estas cifras plantea algunos problemas. Las definiciones de la encuesta de población activa fueron modificadas a comienzos de año, transformando a un cierto número de parados en ocupados estadísticos. Con las nuevas definiciones, basta con haber trabajado tina hora en la semana que precede al momento de realizarse la encuesta para ser considerado como ocupado. Este criterio, coincidente con el que se utiliza en los demás países de la, CE, es más amplio que el usado anteriormente, por lo cual los resultados del tercer trimestre del presente año no son comparables con los del trimestre correspondiente de 1986. Por otra parte, los resultados de la encuesta de población activa no coinciden con los correspondientes al paro registrado en las oficinas de empleo del Ministerio de Trabajo: medido por este rasero, el número de parados aumentó en unas 40.000 personas en el tercer trimestre de 1987, sin que, en esta ocasión, nadie se haya dignado explicar las diferencias entre ambas series de datos. Aparentemente se trata de un grave y complejo problema administrativo: el director general de Estadística depende del Ministerio de Economía y, como consecuencia, declina comentar los resultados del paro registrado, que dependen del Ministerio de Trabajo. A su vez, en este último ministerio no tienen la costumbre de comentar los resultados de la encuesta de población activa, ya que éstos dependen de otro departamento. Es posible que el asunto requiera la creación de una comisión interministerial que cuente con el suficiente poder interpretativo. Mientras se crea este nuevo órgano, lo que puede decirse es que, aunque los métodos de elaboración de las cifras son diferentes, los resultados no deberían ser tan discordantes: el número de personas que buscan trabajo en las oficinas de empleo lleva camino de superar el número de parados detectado por la encuesta de población activa, lo cual es un absurdo estadístico del que, aparentemente, nadie se siente responsable.

Por lo demás, las cifras del paro registrado, que de momento son las únicas que permiten una comparación homogénea con los resultados del año pasado, muestran un aumento ininterrumpido del paro desde hace muchos meses, cuando se corrigen las variaciones estacionales. Este resultado no pone en tela de juicio los resultados obtenidos en el ámbito del empleo, ya que lo que ha ocurrido es que la población activa ha crecido fuertemente. Se trata de un fenómeno bien conocido y analizado en los manuales de economía: al recuperarse la actividad económica, una parte de la población, antes desanimada, se decide a buscar trabajo y engrosa de esta manera las filas de la población activa.

El aumento del empleo registrado en el tercer trimestre, incluso si se tiene en cuenta el crecimiento de los servicios como consecuencia del turismo, es bastante apreciable. En los nueve primeros meses del año, el número de ocupados ha crecido por encima del medio millón de personas, aunque, si se tiene en cuenta el cambio de definiciones, el aumento probablemente se reduzca a una cifra del orden de los 400.000 puestos de trabajo. Es cierto que una parte de los nuevos empleos creados tan sólo refleja una creación temporal de empleo, pero no lo es menos que un número importante de esos empleos temporales se transforman, antes o después, en definitivos. De nuevo se trata de una evolución importante y positiva para el segmento juvenil de la población laboral de nuestro país, incluso si ello produce desasosiego en otros colectivos de la población asalariada. Y lo que se abre, en definitiva, es la posibilidad de entablar un debate más sereno sobre uno de los principales problemas que tiene planteados la economía española.

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