Casquería
El viejo género terrorífico, cuyas obras más célebres solían ser, paradójicamente, pudorosas y daban lecciones de habilidad en el juego de la cámara con lo indirecto, está últimamente embarcado en una carrera -que a saber dónde conduce- de cuanta más explicitud mejor, o, más exactamente, en una carrera circense del tipo del más asqueroso todavía.El almacén de efectos especiales que abasteció a los productores de este Hellraiser debe estar bien surtido de vísceras, pues todo el eje de la aventura del filme es una colección de imágenes truculentas, que parecen inspiradas en una pesadilla de casquería: hígados, bazos, intestinos, ojos sueltos, bofes, sangres en todos sus estados y, para no entrar en detalles, una completísima colección de productos babeantes y sanguinolentos de órganos extraídos de degüellos humanos. Más que con el terror, la película juega con el asco.
Hellraiser (Los que traen el infierno)
Dirección y guión: Clive Barker.Coproducción Reino Unido-Estados Unidos, 1987. Intérpretes: Andrew Robinson, Clare Higgins, Sean Chapman, Ashley Laurence. Estreno en Palacio de la Música, Cid Campeador, Cartago, Aluche y (en v. o.) Torre de Madrid.
Ésa es su (relativa) novedad. La parte estrictamente terrorífica del filme, su capacidad para generar esa indefinible inquietud que llamamos terror, no sobrepasa las reglas tradicionales del género, aplicadas correctamente al desplazamiento de la cámara detrás de los personajes a través de pasillos lóbregos, acompañados de músicas inquietantes, en el interior de caserón abandonado con secreto dentro, y otros iconos similares, todos ellos familiares al aficionado a este tipo de juegos macabros, que Barker organiza con eficacia y de manera bastante ortodoxa.
Apta y hasta aceptable para aficionados, puede esta película ser disuasoria para el resto.
Babelia
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