Ópera en Madrid, años de transición
El esquema es idéntico a temporadas anteriores. Siete, ocho títulos concentrados en los seis primeros meses del año en el teatro de la Zarzuela son, a todas luces, insuficientes para una ciudad del número de habitantes de Madrid. En el Liceo de Barcelona se duplican; en el Covent Garden de Londres se triplican. Incluso algunas organizaciones que complementaban tímidamente esta oferta, como el Festival de Otoño, con alguna ópera infrecuente, no parecen tener muy definida una línea de continuidad.
Y, sin embargo, existe un público receptivo, inquieto y en expansión que viene a ver a los divos, pero busca también otras propuestas.
La sensación de confusión, de desigualdad, se plasma en la programación de la próxima temporada. Un título realmente importante, un acontecimiento, es Lulu, de Alban Berg (marzo), por primera vez en Madrid y con producción propia. Basada en las obras El espíritu de la tierra y La caja de Pandora, de Frank Wedekind, será llevada a la escena por el tándem José Carlos Plaza-Gerardo Vera, que ya la pasada temporada lograron un sugerente Wozzeck. La responsabilidad musical estará a cargo de Arturo Tamayo, con la soprano Patricia Wise en el dificil papel de Lulu.
Continuando la idea de ofrecer una obra de Mozart al año, y con la colaboración de la Asociación de Amigos de la ópera de Madrid, en su 25º aniversario, esta vez le toca el turno a El rapto del serrallo (junio), muy apropiada para las dimensiones del teatro de la Zarzuela y para su repertorio estable. Gómez Martínez y Sagi se ocuparán de las direcciones musical y escénica, respectivamente. Las próximas temporadas están previstas Don Giovanni (1989), Las bodas de Fígaro (1990), y Domeneo (1991), y probablemente La flauta mágica (1992).
Montserrat Caballé
Al margen de la calidad de la obra, es oportuna la programación de Ermione, de Rossini (abril), adaptación de Andrómaca, de Racine, obra olvidada desde su estreno y recientemente recuperada por el festival de Pesaro, se tendrá ocasión de ver en Madrid con Montserrat Caballé en el papel estelar, dirección musical del especialista rossiniano Alberto Zedda y escénica de Hugo de Ana, autor de una discutible y sobrevalorada Walkiria hace dos años.
Otra producción del teatro es un Verdi joven, Attila (febrero), obra menor del compositor italiano, pero con un reparto muy atractivo: Nesterenko, Chiara y Rawnsley en los principales papeles, José Luis Alonso en la dirección escénica y Romano Gandolfi en la musical, por lo que es de esperar, además, una actuación brillante del coro.
Tras el debate en Bruselas hace unos días, sobre La ópera contemporánea, prisionera de nuestra historia, José Ramón Encinar tendrá ocasión de hacernos reflexionar sobre este sugestivo tema en su creación de Fígaro (febrero) en la sala Olimpia. Compositor sensible en el terreno operístico, donde ha dirigido el estreno mundial de Kiu, de Luis de Pablo, su obra es esperada con interés y curiosidad.
La reposición de producciones de años anteriores que tengan altos niveles de calidad es encomiable y así se practica en los grandes teatros. Lo que no parece acertado es volver a insistir con una Bohème (enero), de Puccini, recientísima (1986), habiendo otros títulos más distanciados en el tiempo y con puestas en escena muy dignas. Pienso, por ejemplo, en Peleas et Melisande, de Debussy, escenificada por José Luis Alonso en 1980. La bohème, con la que se inaugura la actual temporada, es una especie de ópera de la casa, la más representada en Madrid en los últimos 25 años, sin contar esta reposición, y ha sido interpretada en ediciones anteriores por cantantes de la categoría de Luciano Pavarotti, José Carreras, Plácido Domingo, Mirella Freni o Iliana Otrubas. Independientemente de ello, cuenta con la segura presencia de Ros Marbá como director musical y un dúo vocal atractivo: Luis Lima / Francisco Araiza e llona Tokody.
Completan la temporada Adriana Lecouvreur (mayo), de Cilea, con Troikskaya, Obraztsva y Aragall, dirigidos por Miguel Roa, y Los cuentos de Hoffman (junio-julio), de Offenbach, por primera vez en la Zarzuela, con Alfredo Kraus, Enedina Lloris, Ana María González y Sesto Burscantini. Asimismo, y en el teatro Real, se ofrecerá en versión de concierto El Cid (mayo), de Massenet, dirigida por García Navarro y con Plácido Domingo en el papel principal.
Como actividades complementarias, un merecido homenaje a Montserrat Caballé (abril), en un montaje a lo Metropolitan de Nueva York, y un recital de uno de los cantantes de moda, el bajo americano Samuel Ramey (marzo). Suspendido incomprensiblemente el importante ciclo Grandes recitales líricos, este recital queda como una gota de agua en el desierto y hace evidente la penuria de la oferta de género lírico en Madrid.
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