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32ª SEMANA DE CINE DE VALLADOLID

Llegan a España las magistrales obras del director soviético Alexei Guerman

Ayer, día poco brillante de la sección oficial en la Seminci, ésta compensó su medianía con la proyección fuera de concurso de una deslumbrante película, Mi amigo Irán Lapshin, última obra, realizada en 1984, de Alexei Guerman, un leningradense de 50 años, hijo del escritor Yuri Guerman, cuya corta filmografía -tan sólo cuatro largometrajes en 20 años de profesión- se ha convertido, desde que ha sido posible ver sus películas -hasta hace poco tiempo, semiclandestinas en su propio país-, en una de las cimas inéiscutibles del cine actual.

Alexei Guerman realizó su primera película, titulada El séptimo compañero de ruta, en 1967. La codirigió con su compañero de escuela Gregori Aronov, y es una obra de aprendizaje en la que ya despunta el maestro, el descomunal cineasta que se manifestó de pronto en su segunda obra, Control en los caminos, realizada cuatro años después, en 1971.En 1976, Guerman dirigió su tercer largometraje, Veinte días sin guerra, basado en un relato del escritor Konstantin Simonov. Esta película, junto con la anterior, fue secuestrada por la censura soviética y ambos filmes han permanecido Inéditos en la URSS hasta hace tres años.

Con Mi amigo Iván Lapshin reanudó Guerman su obra cinematográfica en 1984, y con ella alcanzó algo que, si no es la perfección, se le parece mucho. Se trata, sin la menor duda, de una de las mejores, más hondas, conmovedoras y veraces obras del cine de las últimas décadas.

Las tres últimas películas de Guerman van a estrenarse en España durante los próximos meses y habrá ocasión de mirarlas con el detenimiento que su complejidad, perfectamente compatible con la claridad, requiere.

Ahora, en la estrechez de una crónica de urgencia, sólo cabe adelantar que este cineasta, hasta ahora casi desconocido, se ha convertido en la estrella ausente de esta edición de la Semana de Valladolid. Un accidente de circulación le ha impedido a Guerman viajar estos días a España, tal como estaba previsto.

De ahora en adelante, y a medida que sus filmes vayan ganando audiencia, Guerman, como sus compatriotas Tarkovski, Klimov y Mijalkov, entre otros, será un forzoso punto de encuentro del cine actual, un lugar donde se funden no sólo el cine clásico y el cine moderno, sino la propia vida del cine europeo sin fronteras políticas ni estéticas.

Además de Mi amigo Iván Lapshin, la sección oficial presentó ayer dos películas a concurso: la danesa Primavera temprana, de Astrid Henning-Jensen, y la japonesa La chica de Hacienda, de Juzo Itami, que no entusiasmaron, pero que tuvieron una acogida amable, que, sin elevarlo, mantiene el buen tono alcanzado los días precedentes. La presencia en la pantalla del teatro Calderón de la deslumbrante maestría de Guerman las eclipsó.

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