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Crítica:TEATRO / 'YOSHITSUNE Y LOS MIL CEREZOS'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Universalidad del teatro

Gusta reconocer el teatro de siempre bajo cualquiera de sus mil disfraces; gusta ver las figuras tragadas por escotillones o escupidas por el decorado, las infinitas peleas -como de saloon, con banquillos, mesas y escaleras- del bueno y poderoso con los malos, los equívocos del cambio de personalidades, el enfrentamiento entre hermanos, la lucha por el poder, la guerra por las herencias... Y la intervención de los dioses en el momento oportuno, la caída y perdón de los malos, el final feliz. Parece que el teatro, sea cual sea su origen y su tradición, tiene unos elementos básicos que son iguales, y esta viejísima historia japonesa de Yoshitsune y los mil cerezos se parece en ello a todas las demás que viene contando el teatro en el mundo: la reconocemos.Reconocemos también el trabajo de los actores, aunque la gestualidad y la impostación de la voz sean radicalmente distintas a nuestra tradición. Todo lo demás que se nos escapa -el texto, tan fundamental en un país de grandes escritores y poetas; la música, para otra afinación de oído, aunque vanamente nos empeñemos en encontrar resonancias nuestras, la filosofía budista; el código de señales propias en los maquillajes, en la transformación de los colores de los vestidos, en gestos imperceptibles para los no iniciados; el subrayado de ciertos instrumentos; la utilización de algunos objetos...- deja, sin embargo, una huella de comunicación de la belleza, de la estética. La maravilla de los vestidos, la irradiación de los rostros...

Yoshitsune y los mil cerezos

Obra para teatro kabuki de Takeda Izzumo, Miyoshi Shoraku y Namiki Senryu. Director y primer actor: Ichikawa Ennosuke III. Compañía Ichikawa Ennosuke. Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid. Palacio de Congresos, 7 de octubre.

No importa, dentro de ello, que el director y primer actor, de la dinastía Ichikawa, Ennosuke III, utilice todos estos códigos ajenos: lo que estamos viendo en él es un actor completo, que domina la escena, que tiene una preparación física y vocal extraordinaria y ese cierto misterio de su personaje -hombre, zorro, dios-, en cada uno de cuyos atributos se transforma no sólo por el traje, sino por la inflexión de voz, por los gestos miméticos, por su función en el escenario entre todos los demás.

Para él y para el principal onnagata -el actor que hace de mujer, con una infinita delicadeza- fueron los mejores aplausos, pero también para la exactitud y la minuciosidad de una extensa compañía que pone a veces puntos de acrobacia en las fingidas luchas. En el amplio aforo del Palacio de Deportes había una gran abundancia de japoneses, y muchos profesionales del teatro español que fueron a reconocerse en sus compañeros lejanos, y que no ocultaron su entusiasmo por el trabajo bien hecho. La ovación final duró más de 10 minutos.

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