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Escritores y críticos ratifican en Asturias el auge del cuento español contemporáneo

Juan Cruz

Cuarenta escritores españoles reunidos durante la semana pasada en Verines (Asturias) han dado fe de que el cuento español goza de buena salud. Podía pensarse que eran parte interesada porque la mayor parte de ellos son cuentistas, pero debe de estar bien fundamentado su optimismo porque con ellos también ha habido críticos, profesores y público en general. Se han reunido en sitios insólitos, como trenes de vía estrecha, capillas, o al aire libre, animados por Víctor García de la Concha, director de estos Encuentros de Escritores y Críticos, que patrocina la dirección general de Cooperación Cultural del Ministerio de Cultura y organiza cada año la universidad de Salamanca. Este fue el tercer encuentro, dedicado pura y exclusivamente a hablar del cuento.

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Anton Chejov decía que si al principio de un cuento aparece un clavo, ese clavo ha de servir al final para que se cuelgue el protagonista. Ese manual de instrucciones del escritor ruso fue citado por el profesor Fernando Vals en el curso de su recorrido por la historia del cuento español desde 1870, cuando se supone que nació como género así denominado hasta nuestros días. No todos los cuentistas españoles siguen el dictado de Chejov, pero todos coinciden en que la historia circular que es el cuento les permite observar la realidad como si se sirvieran de una lupa. Mario Onaindía, el escritor vasco que también ejerce la política, decía ayer antes de leer textos suyos en estos encuentros de Verines, que el auge del cuento español contemporáneo permite hace-se una idea cabal del cambio social español mucho mejor que con otros géneros artísticos, porque como afirma el también cuentista José María Merino, director del Centro de las Letras Españolas, el cuento es, a diferencia de la novela, la lupa que se pcine sobre la vida para convertir todos sus rasgos en fundamentales.Tal vitalidad tiene el cuento en¡ España ahora, según se ha dicho en Verines, que ya incluso se discute la conveniencia de mantener o no al género la denominación que tiene. Discusiones bizantinas aparte, lo que los cuentistas y sus críticos han venido a decir es que el cuento tiene hoy su prestigio literario que se le hurtó durante décadas a pesar de que la historia del género contó con precedentes que no justifican el pertinaz silencio.

Tal auge ha sido propiciado en los últimos años, según el juicio de los reunidos en Verines, gracias no sólo a la propia vitalidad de la literatura española, que hoy permite una diversidad de géneros y de temas que dan la apariencia de una gran libertad creativa, sino a la atención que la Prensa actual dedica a este tipo de lectura, recogiendo así una añeja tradición española.

Diversidad y dedicación

La diversidad y la dedicación de los escritores españoles al género ha animado incluso al Ministerio de Cultura a buscar fórmulas para usar el cuento español como una especie de tarjeta de presentación de nuestra narrativa en el extranjero, a través de antologías cuya traducción sería propiciada por el Centro de las Letras Españolas, según anunció el citado José María Merino.La nómina de los presentes en, este encuentro de Verines no incluye algunos de los cuentistas más prestigiosos, como Juan García Hortelano, Juan Marsé o Juan Benet, que son los tres Juanes del cuento español -Hortelano acaba de sacar su colección Mucho cuento en Mondadori, y Marsé publicó hace un año Teniente bravo, lo que refleja que para ellos no se ha dormido el género debajo de las novelas-. Pero sí estuvieron algunos de los más jóvenes, como Ignacio Martínez de Pisón, Paloma Díaz Mas o Antonio Muñoz Molina, así como los de la generación de Luis Mateo Díez, como Soledad Puértolas, el propio Merino, Juan Pedro Aparicio, Andrés Berlanga, Álvaro Pombo, Juan José Millás y Marina Mayoral. Catalanes como Valentín Puig, Carme Riera, Montserrat Roig y Robert Saladrigas, gallegos como Suso del Toro, Antón Grande o Carlos Reidosa, asturianos como Xuan Xosé Sánchez Vicente o Álvaro Ruiz de la Peña y los vascos Eukene Martín, Onaindía, Juaristi, y Atxaga.

Además, los críticos -Carlos Casares, gallego, Joaquim Molas, catal án, Jon Juaristi, vasco, y José M. Martínez Cachero, Fernando Vals, Emilio de Miguel y, Felicidad Orquín, castellanos- llenaron las jornadas de juicios de valor que han permitido sacar la conclusión de que el cuento es tan saludable que no pone de acuerdo a todo el mundo.

Casares habló del caso gallego, donde la tradición, lejos de haberse parecido a la castellana, que arrinconó el cuento en el cuarto de atrás de la literatura, siempre estuvo en auge.

Los catalanes se parecen más en sus hitos a los castellanos, como dijo Molas. Retoman el cuento como género a partir de: 1968, cuando apareció La torre de los vicios capitales, de Terenci Moix, para iniciar la historia del cuento catalán moderno.

Donde peor se ven las cosas es en Euskadi. Eso es lo que dijo Juaristi, profesor y escritor que hizo el siguiente juicio: "El cuento vasco es flojo. Hay unas individualidades destacables, pero la mayor parte vive en la mediocridad y la pedantería".

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