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TERREMOTO ELECTORAL EN ARGENTINA

Severo voto de castigo contra el radicalismo y el presidente Alfonsín

La derrota electoral de la Unión Cívica Radical (UCR), partido gobernante en Argentina, puede ser calificada de estrepitosa. Aun tratándose de unas elecciones parciales -renovación de parte de los diputados, más elección de gobernadores e intendentes (alcaldes)- que no cuestionaban la presidencia de la República, ostentada por Raúl Ricardo Alfonsín, está claro que se ha producido un severo voto de castigo contra el radicalismo y su presidente.

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Voto de castigo que no sólo implica un correctivo o una advertencia contra el Gobierno, sino que cuestiona todo su proyecto político.La reforma constitucional propiciada por el radicalismo -posibilidad de reelección de presidente, que éste no profese la fe católica, establecimiento de la figura de un primer ministro responsable ante las Cámaras, potenciación del poder legislativo e instauración de jurado y del juicio oral y público- muy probablemente no será ya posible.

En Buenos Aires se da casi por cancelado hasta el traslado de la capital federal a la Patagonia, intento radical de poblar los abandonados territorios australes y considerado por el todopoderoso lobby porteño como un despilfarro innecesario.

Presión militar

El Gobierno y la figura de su presidente, Raúl Alfonsín, ya quedaron fuertemente debilitados por la presión militar durante los sucesos de la pasada Semana Santa; este descalabro electoral deja al Gobierno radical a los pies de los caballos.

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La derrota electoral de los radicales es pareja en importancia a su histórico triunfo en octubre de 1983, en el que revolcaron al peronismo alzándose con el 52% de los votos y arrebatándoles la gobernación de la provincia de Buenos Aires

Ahora los, datos electorales provisionales son muy otros: el radicalismo ha descendido hasta poco más de un 37% y el peronismo ha remontado hasta cerca de un 42%, emergiendo un tercer partido, la Unión de Centro Democrático (UCD) -centro derecha, socios políticos de la Alianza Popular española-, con cerca de un 6% del electorado.

El radicalismo ha perdido su mayoría simple en el Congreso de los Diputados y ha visto descalabrada su política de alianzas con partidos provinciales en el Senado, donde nadie ostenta la mayoría.

Presidencia del Parlamento

Incluso entra dentro de lo probable que se exija la elección de Ítalo Argentino Lúder -el candidato peronista derrotado por Alfonsín en 1983- como presidente de la Cámara de los Diputados en sustitución de una de las más prestigiosas figuras radicales, como es el doctor Juan Carlos Pugliese. No sería nada ¡lógico aventurar que el peronismo, teniendo mayoría en la Cámara baja, reclamara la presidencia para sí.

El radicalismo perdió el importantísimo gobierno de Buenos Aires -una extensión equivalente a la de Italia, poblada por más de 12 millones de habitantes- y los de Mendoza, Entre Ríos, Misiones y Chubú. Los peronistas retuvieron el gobierno de 11 de las 22 provincias de la República, en algunas de las cuales se encontraban políticamente en precario.

Apretado triunfo en Córdoba

En nada puede consolar a la Unión Cívica Radical su triunfo -muy apretado- en Córdoba., la segunda provincia en importancia del país, cuyo gobernador, Eduardo Angeloz, podría llegar a tener suficiente peso político para suceder a Alfonsín en la dirección de la UCR, o en la provincia de Río Negro o en la capital federal -urbana, conservadora, antiperonista-, en la que su hegemonía se ve empañada por el ascenso, por su derecha, de una UCID que, además, esgrime el voto juvenil.

Ésta ha sido una derrota radical en toda regla, teniendo en cuenta la circunstacia de la fuerte inestabilidad institucional por la que atraviesa esta República.

La marcha de la economía ha ido, sin duda, el factor de la ruina electoral del Gobierno radical.

Una inflación de más del 10% mensual presionando sobre los salarios bajos de la ancha clase media argentina ha propiciado el enojado voto del domingo.

Recuperación muy lenta

Paradójicamente, la economía argentina no sólo no se degrada, sino que se recupera muy lentamente, aunque los frutos de tal recuperación sólo serán perceptibles por la próxima generación de argentinos.

Hace dos años el país se despeñaba desde una inflación de más del 1% diario. El Plan Austral de economía de guerra, con todas sus valencias, detuvo aquella suicida hiperinflación, cambió la moneda y motivó a la población.

No llegó por ello la riqueza y la abundancia de antaño, pero el Plan Austral es un éxito económico, todo lo mediocre que se quiera, frente, por ejemplo, al rápidamente fracasado Plan Cruzado brasileño.

Sería un grave error de apreciación estimar que la sociedad argentina ha castigado electoralmente a su Gobierno por la ley ole Obediencia Debida y el desprocesamiento de tantos militares y policías responsables de la guerra sucia contra la suversión.

Es la penuria creciente y cotidiana y no la defensa de los derechos humanos lo que motiva a esta sociedad. Podría afirmarse aún más: la pelea de perros del alfonisismo por procurar la condena de tres ex presidentes, de tres juntas militares de la dictadura, por su desempeño antihumano, no le ha deparado ni un solo voto. Le ha deparado reconocimiento internacional y prestigio propio pero no el reconocimiento de sus conciudadanos divididos entre los que estiman que no ha hecho la suficiente justicia , y los más, que aprecian que ha hecho demasiada.

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