Reverencia a Hollywood
ENVIADO ESPECIALLos protagonistas de la jornada de ayer fueron Los intocables. Su director, Brian de Palma, y su protagonista, Kevin Costner en el papel de Eliot Ness, obtuvieron el trato que se dispensa a las grandes estrellas del cine. Su papel era el de representar la continuidad del cine de Hollywood, con sus actores míticos y sus cineastas reverenciados como maestros de la técnica.
La propia película parece pensada desde esta perspectiva, pues no duda en plantearse como una historia entre buenos y malos, como si de un western se tratase, y está rodada de manera que no falten las secuencias planificadas audazmente, con trucos aparatosos o con esa capacidad para creerse las convenciones narrativas, exclusiva de los directores estadounidenses.Los intocables resulta un producto divertido, pero un poco vacío. Parece como si De Palma hubiera ido arrancando páginas del guión para quedarse tan sólo con las que exigían movimientos, sangre y truculencia. La reconstrucción histórica de los hechos queda reducida a muy poquita cosa, a unos fantásticos decorados, y a algunos datos ciertos sobre Ness y Capone.
En el filme, De Niro es Al Capone, de nuevo con 20 o 30 kilos de más para dar el físico del personaje, y Kostner, Sean Connery; Andy García y Charles Martin Smith son Los intocables. De Palma hace lo que puede para reírse de su fama de heredero de Hitchcock, pues ya desde el primer momento desafía alguno de sus consejos fundamentales, como el de la explosión de una bomba. Pero su repaso irónico de la tradición cinematográfica también incluye el western clásico o Eisenstein.
La selección oficial incluía también la última película de Jacques Doillon, Comédie. Es una lástima ver cómo un director que en otras ocasiones ha demostrado poseer talento y un mundo propio, y una actriz como Jane Birkin, capaz de crear personajes únicos, pierdan el tiempo y el prestigio rodando chistes que ni tan sólo en una cena con los amigos uno se atreve a explicar por temor a pasar por idiota. Por su parte, la semana de la crítica se ha cerrado con la película soviética Vzlomscik, de Valerij Ogorodnikov, irregular pero de notable interés informativo o sociológico. Vzlomscik muestra un mundo que hasta ahora no había podido subir a las pantallas soviéticas: el de los jóvenes punkies de Leningrado.
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