El festival confirma la tendencia a recurrir a grandes autores para inspirar nuevos filmes
Los amantes de definiciones rápidas y claras aseguran que esta edición de la Mostra pasará a la historia como el año en que la selección estuvo dominada por criterios novelescos. De entre las películas elegidas oficialmente, hay, es verdad, ocho títulos inspirados, más o menos libremente, en textos literarios conocidos, ya sean de Joyce, Valle-Inclán, Updike, Bassani, Forster o Shibuku, pero esas ocho obras forman parte de un total de 29 y de ninguna manera puede decirse que la proporción sea mayor que otros años. De lo que quizá sí puede hablarse es de la tendencia del cine contemporáneo a elegir textos de grandes autores y a servirse de ellos como reclamo de producción y publicitario.
Los novelistas de segunda y tercera fila, las novelitas de tres al cuarto que sirvieron de cañamazo de tantas y tantas grandes películas en los años treinta y cuarenta han desaparecido para dejar su lugar a potenciales premios Nobel. En el cambio se supone que debiéramos haber ganado madurez y profundidad, pero no siempre es así, pues la pedantería y el academicismo amenazan detrás de cada intento de llevar una gran novela a la pantalla. La proyección de Maurice, de James Ivory, y de Les montagnes de la lune (o desejado), de Paolo Rocha, en un mismo día y como los dos títulos a competición de la jornada, parece dar la razón a quienes se preocupan por el excesivo peso de la literatura sobre el cine. La cinta de Ivory es la traslación en imágenes de la novela homónima de Edward Morgan Forster. Si, dentro de un cierto convencionalismo, Ivory ha logrado un producto muy satisfactorio en su anterior encuentro con el mundo de Forster -la oscarizada Una habitación con vistas está en el recuerdo de todos-, en este nuevo intento el resultado es una de esas lujosas películas británicas para televisión de la que todo el mundo comenta sus excelentes decorados, la calidad de la fotografía y la elegancia y humor de los actores. Nada de esto falta en Maurice, pero tampoco hay otra cosa. Se supone que un filme es una narración que va creciendo con.el tiempo, que da la sensación de irse generando sobre la marcha, algo que se confunde, que puede llegar a ser más fuerte que la vida. En Maurice no es así. La vitalidad y humor que encontrábamos en Una habitación con vistas aquí se ha esfumado y el filme es otra historia, muy respetable pero sabida, sobre la represión homosexual en la Inglaterra victoriana.
Forster quiso hablar de la fuerza castradora de la mediocridad impuesta como norma y para explicitar su punto de vista el narrador no duda en formular lo que piensa abiertamente. Ivory no ha querido recurrir a la voz en off porque confiaba en que su manera de mostrar los hechos sería transparente, y no lo es.
Les montagnes de la lune parte de El libro de Genji, de Shibuku Marasaki, pero aquí la adaptación es muy libre. PaoIo Rocha ha trasladado la acción al Portugal contemporáneo y ha buscado un antecedente histórico para su héroe, un político deseado por varias mujeres y por varios partidos, un ser que no se define -Rocha asegura que el personaje es una encarnación de vacío zen que sirve de espejo para los deseos de Ios demás-.
Este líder de una minúscula agrupación de centro-izquierda es algo así como la expresión del sebastianismo latente en la cultura portuguesa. Resulta difícil interesarse por la trama, voluntariamente confusa, pero el trabajo está hecho con notable elegancia y un muy peculiar sentido del humor.
La jornada se completó con otro filme británico, Hidden city, de Stephen Poliakoff, incluida en la semana de la crítica. En ella se pretende realizar un recorrido por el Londres subterráneo, tanto literal como metafóricamente. El proyecto era interesante, pero su plasmación. lo es menos, tanto por el escaso magnetismo de una de las protagonistas, Cassie Stuart, como por la manera plana y poco inventiva en que está rodado el filme.
Babelia
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