La política margina las medallas
La desaparición de ocho militares integrantes del equipo dominicano confirma que los Juegos Panamericanos, que se celebra en Indianápolis, se están decantando más por el plano político que por el deportivo.
La historia viene de bastante atrás, cuando Cuba y Estados Unidos ofrecieron sus candidaturas para la organización de estos juegos, que fueron adjudicados finalmente por la Organización Deportiva Panamericana a Indianápolis y a la isla caribeña en 1991.
Desde entonces se ha planteado una tensión en varios frentes en los que estarían implicados los Gobiernos de La Habana y Washington, las autoridades del Estado de Indiana y los grupos anticastristas residentes en Estados Unidos.
Para estos últimos sería de gran efecto público la deserción de miembros del equipo cubano, para lo que no han regateado esfuerzos. Desde un avión con pancartas (Bienvenidos al país de la libertad) hasta la distribución de pasquines con los teléfonos de la policía local y del servicio de inmigración estadounidense, pasando por la instalación en Indianápolis de una oficina permanente de exiliados cubanos, los anticastristas no han dejado de ser noticia.
Al jefe de la policía local, Paul Anee, no le ha gustado el desarrollo de los acontecimientos desde la llegada de los cubanos y la actuación de los anticastristas, y ha afirmado con rotundidad que va a incrementar los servicios de seguridad en torno a atletas y directivos caribeños, y que no permitirá desmanes, para lo cual cuenta con el apoyo del FBI y, si se hiciera necesario, de la Guardia Nacional (Ejército).
La guinda del pastel es ahora la deserción de los deportistas-militares dominicanos y la negativa de EE UU a ofrecer el visado a Francisco Zúñiga, miembro del equipo chileno de tiro, sospechoso de haber participado en actos represivos en su país, o a un deportista dominicano, por razones aún no reveladas.
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