_
_
_
_
Tribuna:UNA INICIATIVA DEL CLUB DE ROMA PARA ÁFRICA / 2
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La región subsahariana, en el Cuarto Mundo

Si fue el recientemente desaparecido economista francés François Perroux quien nos proporcionó la expresión Tercer Mundo (por sus analogías con el tercer Estado, el pueblo llano, por relación con el primero, la aristocracia, y el segundo, el clero en la Francia revolucionaria), lo cierto es que el concepto de Cuarto Mundo nació en la Conferencia de Cooperación Económica Internacional celebrada en París en junio de 1977. En aquel entonces, los Países Menos Avanzados (PMA), componentes del Cuarto Mundo, se definieron en función de criterios como el de PIB per cápita inferior a 200 dólares, predominio rural en economías de supervivencia, bajo nivel de industrialización, insuficiencias educativas, alimenticias y sanitarias y, en definitiva, una extrema pobreza expresiva de su vulnerabilidad y de su subdesarrollo. El ritmo de crecimiento económico de los PMA (o más bien de estancamiento, para algunos) es tal que no parecen tener muchas oportunidades de despegar y alcanzar el tramo superior de otros países en desarrollo en el transcurso de los próximos decenios. Tales países -según las Naciones Unidas y por orden alfabético- son: Afganistán, Burkina Faso (antiguo Alto Volta), Bangladesh, Benín (antiguo Dahomey), Bután, Botsuana, Burundi, Cabo Verde, Centroáfrica, Comores, Chad, Etiopía, Gambia, Guinea-Bissau, Guinea Ecuatorial, Haití, Laos, Lesotho, Malawi, Maldivas, Malí, Nepal, Níger, Uganda, Ruanda, Samoa, Somalia, Sudán, Tanzania, Yemen Araba y Yemen Democrático (los nombres en cursiva corresponden al entorno de la región subsahariana, Sahel).De la Conferencia sobre PMA celebrada en París en 1981 surgió el Nuevo Programa Sustancial de Acción para el Decenio de 1980 (NPSA), que puede considerarse, por sus características, como una estrategia internacional de desarrollo, específica para los PMA y enmarcada en el contexto del Tercer Decenio de las Naciones Unidas para el Desarrollo (1981-1990). En el NPSA se estableció que un 0,15% de la Asistencia Oficial al Desarrollo (AOD) de los países donantes fuese a los PMA, teniendo en cuenta que para la mayoría de estos países su principal y casi única fuente de financiación externa es en forma de AOD. De acuerdo con lo previsto, en septiembre de 1985 se llevó a cabo en el seno de la UNCTAD un examen de la aplicación del NPSA. Y en 1986 se aprobó en las Naciones Unidas un programa especial de ayuda a África, aunque con una cifra mucho menor de la prevista, y con toda clase de incertidumbres sobre la forma de su instrumentación y sus plazos de realización. Mientras tanto, los países africanos se debaten entre la penuria, el hambre y el holocausto ecológico. Todo lo anterior es especialmente grave en relación con la región subsahariana. Un área de países africanos que anteriormente, en los manuales de geografía, solía describirse de forma un tanto plácida como regiones que por su suelo y vegetación podían caracterizarse como estepas, susceptibles de ciertos cultivos, y sabanas propias para el pastoreo, surcadas por ríos que contribuían a formar bosques-galería, y con algunas zonas de mayor altura o menos explotadas cubiertas de matorral. Hoy una gran parte de este territorio se encuentra desertificado por toda una serie de causas naturales y, sobre todo, inducidas por el hombre.

El cuadro que acompaña este artículo constituye una sinopsis de lo que podríamos denominar la región subsahariana y su entorno. Considerando como entorno toda una serie de áreas no sahelianas en un sentido más estricto geográfico, y que abarcan a tres países del llamado Cuerno de África -Etiopía, Somalia y Yibuti- que padecen problemas muy similares a los de la región subsahariana en la misma latitud. El cuadro cubre, pues, todo el territorio de la región subsahariana y sus aledaños, pero no los territorios y países con áreas ya sahelizadas en el sentido de males y penurias, como sucede con el norte de Ghana, de Nigeria, e incluso en las zonas fronterizas septentrionales de la costa de Marfil y de la República Centroafricana; territorios con problemas cada vez más graves, con sequías y trastornos ecológicos muy similares a los que castigan ,a la región subsahariana.

Una 'región-problema'

También es verdad que de los 12 países que figuran en el cuadro, algunos tienen áreas no estrictamente sahelizadas, más favorecidas por la naturaleza o menos amenazadas por los males que después analizaremos. Pero, en definitiva, y esto es lo más importante, la situación económica, alimentaria, educativa y los conflictos que se derivan de la penuria y el hambre inciden en toda la población de esos países.

La región subsahariana empezó a ser objeto de atención mundial, como región -problema, a consecuencia de las grandes sequías y hambres de 1972 y de los años siguientes. No pocos pensaron que se trataba de una especie de maldición pasajera sobre los amplios espacios sahelianos y sus poblaciones. Pero en realidad esos males eran sólo el comienzo de las graves repercusiones de políticas con frecuencia inadecuadas y desacompasadas, muchas veces aplicadas irreflexivamente por países europeos que contribuyeron a cambiar radicalmente los equilibrios anteriores. Desde Europa llegó una sanidad que sin altas sofisticaciones hizo factible una verdadera explosión demográfica, que contribuyó a aumentar la presión poblacional sobre recursos naturales sumamente frágiles. El sobrepastoreo amenazó los pastizales, y las necesidades de leña significaron una erosión continua de recursos forestales muy limitados. Las exigencias de agua acabaron con muchos de los pozos preexistentes, y el manto freático todavía no bien estudiado se explotó en ocasiones de manera abusiva. La cubierta vegetal se vio, en definitiva, sumamente deteriorada, y los problemas demográficos se agudizaron por la tendencia a la fijación de las poblaciones nómadas descendientes del desierto a causa de una aridez creciente también en aquellos espacios.

En las zonas fronterizas, al sur de la región subsahariana, e incluso en alguna de las áreas más favorecidas por el clima, también los europeos contribuyeron a cambiar la situación. Los cultivos autóctonos para el autoabastecimiento nutritivo se vieron sustituidos en gran medida por cultivos destinados a la exportación, con agresiones muy graves al medio y que, además, condujeron a una dependencia alimentaria del exterior cada vez mayor. El abundante consumo de tubérculos y otros productos alimentarios locales se sustituyó por el binomio arroz / trigo, con semillas, fertilizantes y plaguicidas no siempre apropiados a esas latitudes. Además, la ayuda recibida en las épocas de penuria favoreció el cambio de otros hábitos alimenticios.

Como dice el viejo refrán, "cuando no hay harina, todo se vuelve mohína", y a las catástrofes derivadas de los traumatismos en los ecosistemas -del avance del desierto hacia el Sur, como a veces se dice eufemísticamente- vino a sobreponerse la falta de Administraciones públicas eficaces, oligarquizadas, cuando no corruptas, y sin soluciones para un medio natural cada vez más deteriorado.

Ante esta situación, han tenido lugar numerosas reuniones internacionales, entre las que destaca la del plan especial para África diseñado en 1985, al que ya nos referimos. en el primer artículo de esta serie. Sin embargo, los problemas de tan extensas superficies y de poblaciones tan considerables requieren para su solución algo más que las recomendaciones de organismos internacionales, a menudo compartimentados en excedo, precariamente coordinados y seguidos con apatía por Gobiernos nacionales burocratizados.

R. Díez Hochleitner P. Durán Farrell, A. Lamela, J. Lamo de Espinosa, F. Mayor Zaragoza y R. Tamames son miembros del Capítulo español del Club de Roma.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_