Por un pacto para salir de la crisis
Cualquier proceso de reforma, si quiere ser efectivo, debe basarse en la capacidad de integrar y no de excluir. Partiendo de esta premisa, el autor analiza el ya largo conflicto protagonizado por los médicos de la sanidad pública en relación con la reforma sanitaria iniciada por la Administración socialista.
Los teóricos de la estrategia política coinciden en señalar que la única posibilidad de éxito en cualquier proceso de reforma estriba en la capacidad de integrar en vez de la de excluir. Una reforma no puede hacerse contra aquellos que, a su vez, deben ser los principales agentes del cambio que se propugna y o se tiene la habilidad suficiente para lograr que al final las minorías irrecuperables se autoexcluyan por sí mismas o, lo que aún es mejor, que sea el resto del colectivo quien les margine, o será un fracaso el tratar de reducirlas desde la propia autoridad que impulsa el nuevo orden.El proyecto de reforma sanitaria que estamos viviendo no sólo participa de estos principios generales, sino que en algunos casos los sublima. El reposicionamiento de la equidad general del modelo y de la rentabilidad social de sus prestaciones no podrá alcanzarse más que con la activa participación de los profesionales en los términos descritos, aunada a una paulatina transferencia de responsabilidades en lo tocante a la salud. individual del profesional al ciudadano, lo que implica una integración de los mismos en el proyecto, de una manera activa y no demagógica.
En la actual situación del conflicto Rama la atención la poca vertebración tanto de los planteamientos institucionales como del de los más beligerantes profesionales opuestos a los mismos en lo relativo a ofrecer un proyecto global que desde la Administración se ha difuminado notablemente desde 1983, aunque trate ahora de recuperar el, pulso, o que desde otras instancias apenas tiene consistencia una vez superados los cada vez más res¡duales planteamientos estrictamente corporativos.
Es imprescindible, en mi opinión, el devolver a la inmensa mayoría de profesionales que están por una profunda reforma del modelo sanitario la ilusión que en progresión geométrica han ido perdiendo desde el ya lejano punto de inflexión esperanzador que supuso el octubre de 1982.
Como consecuencia de esta carencia, incluso medidas que hubieran sido acogidas con aceptación mayoritaria en aquellos momentos, véase la política retributiva, son ahora cuestionadas y al límite simplemente aceptadas con un "¡ya era hora!" por su falta de oportunidad en el tiempo.
En mi opinión, las que a continuación expreso, son las bases para hacer viable este imprescindible pacto sanitario que la sociedad demanda a la Administración y a los profesionales en el marco de la norma básica que es la ley General de Sanidad.
1. Apertura de un debate general amplio en el seno de la sociedad para resposicionar a nivel pragmático las expectativas de los usuarios y profesionales a tenor de la crisis económica, no ya coyuntural, sino estructural, en la que está inmerso el welfare state. La demagogia de unos y el oportunismo de otros ha disparado el listón y es preciso que la Administración sanitaria, los profesionales y los ciudadanos definan y establezcan el nuevo punto de equilibrio como base de partida del pacto.
2. Es una grave miopía tanto el pensar que los sindicatos con implantación reconocida entre los profesionales médicos son portadores únicos de sus aspiraciones laborales como conceder a las organizaciones colegiales una beligerancia desmesurada en el terreno profesional por su cuestionado nivel de representatividad.
Las asociaciones espontáneas de profesionales, relativamente frecuentes a niveles de centros, tanto en nuestro país como en otros europeos, deben integrarse en los circuitos habituales de interlocución institucional cuando demuestran su legitimidad. La simbiosis laboral-profesional que las mismas representan debe tenerse en cuenta, pues representan -y ésta es una realidad constatada- el sentir de un importante colectivo de estos profesionales que no se puede despachar simplemente ignorándolas.
Desarrollo reglamentado
3. La ley general de Sanidad es ciertamente cuestionable, pero tiene una virtud innegable: su carácter de norma básica permite en su desarrollo reglamentario superar muchas de sus carencias. Es urgente iniciar este desarrollo para que todo el proceso de reforma tenga el punto de referencia último dé dicha ley, acabando con la desconexión de acciones, hoy todavía notoria, como lastre de la etapa anterior y como consecuencia del sistemático incumplimiento de los propios plazos que la citada ley comprometía.4. Al acelerar no sólo el proceso de transferencias del Insalud a aquellas comunidades que legalmente puedan recibirlas, sino básicamente urgir la constitución, aun sin dichas transferencias, de los servicios regionales de salud que deberían haberse creado a finales de abril, según la propia ley. Descentralizar de forma inequívoca en el ínterin la gestión del Insalud, no sólo con el propósito a corto plazo de mejorar la equidad y reducir los costes, sino de, a medio, crear organizaciones provinciales y territoriales lo suficientemente preparadas para asumir con plenitud las transferencias, acabando con las costosas organizaciones paralelas que significan las consejerias de Sanidad autonómicas prácticamente vacías de contenido. La reforma de la atención primaria, sin ir más lejos, no será posible si no se soluciona este tema.
5. Acabar con la consideración de empresa particular que se atribuye al sector sanitario, ya que este error de concepto se halla en la base de los fracasos de los repetidos intentos de mejora de la gestión que por esta causa han sido siempre estériles. Por ello tan sólo se administra y casi nunca se gestiona, en sentido estricto, haciendo que sus actuaciones sean percibidas por los profesionales como meras acciones tachadas de economicismo.
Aplicar en una empresa con inequívocos objetivos públicos los de éxito probado en la gestión de las privadas hasta sus últimas consecuencias es imprescindible. Si no, daremos la razón a aquellos que dicen que lo mejor que se puede hacer con la empresa pública es cerrarla. Para ello, un aspectó básico: profesíonalizar a todo nivel la gestión sin más condicionantes que el éxito probado. Todo lo demás no sirve.
Nadie se equivoque con este planteamiento. Aspectos tan sanitarios como la asunción de que en términos reales la reforma de la atención primaria se basa casi exclusivamente en la reforma de la enfermería o que los planes de salud conjuntos son la base de la planificación, tienen en su tratamiento inequívocos términos empresariales.
En resumen, el pacto que se propone lo es a tres bandas: con los ciudadanos, con los profesionales y con los responsables de las administraciones central y autonómica. A su vez, en mi opinión, este inaplazable pacto debe ser ofertado y auspiciado desde el propio Ministerio de Sanidad y avalado por una política de Gobierno que da respaldo a esta iniciativa en el contexto de un anunciado intento de concertación social amplia. No nos engañemos. Cualquier planteamiento dialéctico que lleve tan sólo a la negociación e incluso a . un posible acuerdo de los mil y un aspectos puntuales que están en discusión no solucionará nada. O se aborda de forma integral o el fracaso está asegurado.
La sanidad en el marco del Estado del bienestar que ha adoptado sus prestaciones como un bien tutelar es por definición un problema de Estado, y como tal debe tratarse siempre, y más en este particular momento de crisis. Si no, quizá sea verdad que hoy día este planteamiento no es asumido con plenitud por quienes deben ser sus garantes y es apenas una coartada más para el mantenimiento de un determinado estado de cosas.
La situación es crítica, pero tiene salida. Cuentan que cuando los chinos se vieron obligados a escribir la palabra crisis tuvieron problemas. No existía el ideograma que representase tal palabra. Pronto lo solucionaron. Aunaron el ideograma que significa dificultades, ciertamente consustanciales en una situación de crisis, con aquel que expresaba oportunidades, y así, juntos los dos, se convirtieron en la palabra crisis.
Debe ser un ejemplo para el abordaje del pacto. Las crisis siempre encierran grandes oportunidades, y en él sector sanitario éstas son evidentísimas. Sólo hace falta querer aprovecharlas, y la Administración sanitaria debe, dar el paso al frente.
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