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La solidaridad internacional en la defensa de la cultura

La hipócrita campaña de no intervención en la guerra civil hábilmente orquestada por el Gobierno británico no podía esconder su hostilidad a las fuerzas del Frente Popular. No se limitaron los dirigentes conservadores a presiones diplomáticas.

El Gobierno conservador británico trató de frenar la ola de solidaridad en la opinión pública en el Reino Unido respecto a la guerra civil española. Era ¡legal presentarse como voluntario para las Brigadas Internacionales y, en el caso del II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, reunido en Valencia en 1937, el Gobierno se dedicó a eliminar toda posibilidad de contagio con el movimiento antifascista europeo, negándose a extender pasaportes a los escritores de la delegación británica. Pero no se trata solamente de condenar la insularidad de un Gobierno conservador que se caracterizaba por la limitación de sus horizontes a los territorios del imperio y al mundo anglosajón, actitud que sigue todavía vigente. El poeta Stephen Spender mostró su decepción por la manera en que "los distinguidos escritores que iban a formar la delegación inglesa. se retiraron cuando supieron de la prohibición por parte del Gobierno". Finalmente, acudió una delegación de 14 escritores con pasaportes falsificados por sus colegas franceses, historia contada también por Spender, presentado como ciudadano español llamado Ramos: "En la frontera, Malraux explicó que yo era un tipo de español muy especial, alto, claro, de ojos azules, que hablaba un dialecto indistinguible del inglés".Sin embargo, la hostilidad oficial y las reticencias de estas personalidades literarias no corresponden. con las calurosas expresiones de solidaridad con la República por parte de amplias capas de la sociedad británica: la participación en las Brigadas Intemacionales y las muertes de escritores como Ralph Fox, John Cornford y Christopher Caudwell constituyen un elocuente testimonio de esto.

En realidad, lejos de sumirse en la introversión, los círculos artísticos e intelectuales se abrieron más que nunca a las preocupaciones internacionales durante los años treinta, y una de las expresiones más interesantes de aquel ambiente, sobre todo en lo que se refiere a las relaciones anglo-hispanas, la constituye la trayectoria de la Asociación Internacional de Artistas (para la historia completa del movimiento, véase el estudio de Belinda Morris y Robert Radford publicado en Oxford en 1983).

Trabajar en Rusia

Su creación se debe a Cliff Rowe, uno de los escasísimos artistas enteramente de la clase trabajadora, quien, a finales de los años veinte, realizaba carteles y portadas para una librería de izquierdas. Se decidió a ir a trabajar a Rusia para conocer más de cerca la sociedad soviética y logró un empleo diseñando portadas para la Editorial de los Trabajadores Extranjeros. Ahí participó en una exposición internacional organizada por el Ejército Rojo, y quedó tan impresionada por sus contactos con artistas japoneses y chinos, unidos en su protesta contra la invasión de Manchuria, que volvió a Londres en 1933 para establecer una organización internacional de artistas.

En un principio, en compañía de otros artistas, como Pearl Vinder, que también había trabajado en Rusia como ilustradora en la revista satírica Krokodil, se organizaron actividades de agitación y propaganda, exposiciones y discusiones sobre la estética marxista y el pacifismo. Su carácter internacional se mostró claramente con la publicación de su programa en 1934, indicando su intención de cultivar contactos con grupos parecidos en 16 países. La llegada de los primeros artistas refugiados de la Alemania nazi ya se había iniciado en 1933, y la primera exposición de la obra satírica de Grosz tuvo lugar en 1934. A esto hay que añadir una serie de relaciones personales: Jack Hasting y Clifford Wighte trabajaban con Diego Rivera en 1933 y Pearl Vinder colaboraba estrechamente con la Meson de la Culture de París, fundada por Vaillant Couturier y que iba a dar luz a la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios.

La asociación iba asumiendo más importancia, con una totalidad de casi 1.000 adherentes a finales de 1934. Su primera exposición, titulada El escenario social, fue presentada en septiembre del mismo año, seguida en 1935 por otra, Artistas contra el fascismo y la guerra, lo que confirmó cómo la Asociación se había convertido en un foco de la corriente antifascista y la defensa de la cultura.

Prestigio suficiente

Con estos antecedentes, la Asociación había adquirido un prestigio suficiente para organizar la campaña en favor de la República al estallar la guerra civil. Varios artistas formaban parte de las Brigadas Internacionales, concretamente, el caricaturista Roweley -que murió en España-, Flive Branson, y Hugh Flater que llegó a ser jefe de operaciones de la 15 Brigada durante la batalla del Ebro. Pero, por encima de todo, la muerte de uno de sus miembros, Felicia Browne, la primera mujer británica en caer nuentras ayudaba a un colega herido en agosto de 1936, iba a servir como detonante para muchos de sus compañeros en los círculos artísticos. Se organizó una exposición conmemorativa de su obra y la Asociación publicó una edición de sus dibujos de campesinos y soldados con el objetivo de reunir fondos para la ayuda médica. Así se inició una serie de actividades en favor de la República.

La exposición titulada Los artistas ayudan a España, en diciembre de 1936, reunió obras donadas por Augustus John, Jacob Etstein, Paul Nash, Eric Gill, Vanessa Bell y Ben Nicholson: los ingresos sirvieron para comprar una cocina de campaña para los defensores de Madrid. Los actos eran de lo más sencillo, desde la subasta de una alfombra elaborada por un grupo de mujeres de mineros, según un dibujo de Paul Nash, hasta el gran cabaré de marzo de 1938, en el que participaron muchos artistas que más tarde iban a adquirir un renombre mundial: hubo canciones del joven compositor Benjamin Britten y bailaron Margot Fonteyn y Robert Helpman. En otra iniciativa, Retratos para España, se podía encargar un retrato de artistas como Jacob Etstein, Eric Gill y Augustus John, dedicando el artista los honorarios a la ayuda médica.

Más impresionante fue la gran reunión en el Albert Hall, en junio de 1937, en favor de los niños vascos. Picasso donó un dibujo para el programa y otro para. subastar. La ceremonia Regó a su punto culminante con la llegada inesperada en el último momento del gran cantante Paul Robertson, tan identificado con la causa popular en España.

En 1937, varios miembros acudieron a la exposición internacional en París, donde participaron activamente en la decoración de la sala de la Liga de las Naciones y el Pabellón de la Paz. Al buscar la causa de este aperturismo hay que señalar no solamente la fuerza del sentimiento antifascista y la personalidad de individuos como Cliff Rowe.

Para los artistas, las barreras lingüísticas son mucho menos importantes: ya hemos notado la manera en que Rowe y Pearl Vinder podían ir a trabajar a Rusia como cartelistas o ilustradoras. Éstas fueron precisamente las formas de colaboración artística más frecuentes en los numerosos actos en favor de la República organizados por la Asociación. Es de lamentar que no tuvieran contactos con el Congreso Antifascista, por estar limitado éste simplemente a los escritores: su presencia habría reflejado mejor el entusiasmo del apoyo a la República en los círculos artísticos. del Reino Unido.

es profesor de español en Kingston, Londres, y coautor de Valencia, capital cultural de la República.

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