El final de la posguerra
LA DECISIÓN del Gobierno de la RFA de aceptar la opción supercero, independientemente de las condiciones en que se ha producido, tiene una importancia decisiva para Europa. La actitud de EE UU y del resto de los Gobiernos de la CE había colocado al canciller Kohl en un aislamiento incómodo. Una vez que el Reino Unido y Francia se sumaron a la tesis de Washington, Bonn estaba en un callejón sin salida. Ese entomo europeo y atlántico ha ejercido una presión determinante para que el Gobierno de la RFA, al cabo de dos meses de ásperas disputas, haya acabado por decir sí. Ha predominado la tesis del ministro de Exteriores, Genscher, que apoyó desde el principio la opción supercero y se esforzó por evitar que la RFA se encerrase en una posición incompatible con los límites actuales de la soberanía alemana. La miopía y terquedad de Kohl han contribuido a poner de relieve esos límites.En la batalla política que se ha librado en la RFA en torno a esta cuestión se han enfrentado dos concepciones de lo que debe ser la política de seguridad europea en la etapa actual. La negativa de Kohl y de la derecha democristiana partía de una visión volcada hacia el pasado y básicamente militarista de la seguridad. Les aterra que un posible acuerdo entre la URS S y EE UU sobre los euromisiles pueda ser un primer paso hacia un desenganche de Estados Unidos. En un plano más concreto, han argumentado que, una vez eliminados todos los misiles de alcance superior a 500 kilómetros, quedarán en Europa varios miles de misiles nucleares de alcance más corto, cuyo radio de acción se limitaría al territorio de las dos Alemanias. La amenaza nuclear se concentraría aún más sobre los alemanes.
Estas posiciones han sido mantenidas hasta el debate final en el Parlamento por ministros del Gobierno, y en particular por el de Defensa, Woerner, que, sin embargo, acabaron aceptando la opción supercero. En cambio, unos 50 diputados de la mayoría prefirieron ausentarse del Parlamento antes que asumir la posición del Gobierno. No es la forma más valiente de expresar un desacuerdo, sobre todo cuando está sobre el tapete una decisión histórica. Para no dar la impresión de que daba su brazo a torcer, Kohl ha puesto como condición a la aceptación alemana de la opción supercero que la RFA conserve unos misiles viejos, los Pershing 1A, cuya carga nuclear está en manos de los norteamericanos. Se trata, sobre todo -y lo han dicho diputados de la mayoría-, de una fórmula manejada por el canciller para disimular, en cierta medida, el viraje de 180 grados que ha dado a su posición anterior. Lo cierto es que dichos misiles, sin carga nuclear, son chatarra. Y nadie cree que EE UU pondría en peligro el acuerdo con los soviéticos a causa de esa demanda presentada por Kohl.
Pero, además de las presiones internacionales, ha pesado mucho un factor interior: la actitud de los electores alemanes. En las elecciones del mes pasado, el partido democristiano sufrió un retroceso serio en Hamburgo y en Renania-Palatinado, una zona en la que están muchas de las principales bases de misiles y de fuerzas de EE UU. En cambio, el partido liberal de Genscher, partidario de la opción supercero, obtuvo un avance sustancial. Hoy los sondeos indican porcentajes impresionantes, hasta el 85%, de apoyo popular a la supresión de los euromisiles. Kohl no puede ignorar esta realidad.
Estamos ante una mutación profunda de la mentalidad de amplios sectores de la población alemana. Hasta no hace mucho predominaba la convicción de que era indispensable tener en la RFA el máximo de armamentos y de soldados norteamericanos. Estas ideas pierden vigencia. Se extiende un clima de menos temor y la sensación de que va a ser posible iniciar en serio un proceso de desarme. Cuando el propio Reagan propugna en la OTAN que se acepte la opción supercero, es lógico que en el electorado alemán crezca el deseo de una disminución de lors armamentos y de que los Gobiernos busquen nuevos caminos para garantizar la seguridad. La evolución no es de poca monta. Quizá, como ha dicho Willy Brandt, haya empezado el fin de la posguerra.
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