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Los ocho siglos de presencia árabe, analizados en Toledo

Al Ándalus, ocho siglos de historia, ha sido el epígrafe bajo el que se han reunido durante cuatro días (del 23 al 26 de este mes) en Toledo expertos arabistas para dar a conocer fuera de los ambientes académicos una cultura que aún permanece viva y de la que Toledo es reflejo.

Desde que, en el año 711, Tarik llegara a los muros de Toledo sin encontrar demasiada resistencia hasta que, en 1492, el rey Boabdil entregara Granada a los Reyes Católicos, la España visigoda sufrió un cambio profundo que abarca desde la gastronomía, la lengua, las artes, la medicina y la agricultura hasta el espíritu. Mientras algunos hablan aún hoy de invasión árabe en términos peyorativos, los más reconocen que fueron ocho siglos de esplendor y transformación cultural de la que todavía hay huellas.Con estas jornadas "no se pretende ofrecer una añoranza del Pasado, sino procurar el mejor conocimiento de un próspero episodio histórico; la difusión de una ciencia viva", señala Sherif Jali Abderrahman, que preside el Instituto Occidental de Cultura Islámica, entidad organizadora de las jornadas, en las que se han incluido, además de ponencias, mesas redondas, jornadas gastronómicas, visitas a la ciudad y una gran exposición que recoge hasta el próximo día 10 de mayo los elementos histórico-artísticos más destacados del legado hispano-musulmán procedentes de los museos arqueológicos de varias comunidades autónomas.

El encuentro ha contado con la presencia del académico y antropólogo Julio Caro Baroja, quien aportó un estudio etnológico, elaborado durante su estancia hace 35 años en el desierto del Sáhara. Profesores de prestigio como Aki Makki, de la universidad de El Cairo; Juan Vernet, de la universidad Central de Barcelona; Mohamed Arkoun, de la universidad de La Sorbona, incidieron en el destacado papel que desempeñó Al Andalus como transmisor entre los pueblos de cultura cerrada latina", como dijo Menéndez Pidal, y el mundo islámico.

A Córdoba se llegaba peregrinando en busca de ciencia -el califa Al-Hakam II contaba con una biblioteca de 400.000 volúmenes-; la Sevilla de Al-Mutamid abrió sus puertas a la poesía; Zaragoza recibía a sabios musulmanes y judíos para escribir sobre filosofía, astronomía y matemáticas en la corte de Al-Muqtadid, desde su aljafería, y Toledo se convirtió en un lugar atractivo para la transmisión de la ciencia islámica, con su escuela de traductores, ya en el reinado cristiano de Alfonso X el Sabio, a mediados del siglo XIII.

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