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Los días en que la caseta es la propia casa

La fiesta ha ganado a sus críticos

Al hilo de la transición de los últimos años se ha experimentado una viva participación en la Feria de Abril de Sevilla de los sectores que tradicionalmente han tachado esta celebración de "clasista y reaccionaria". De momento han decaído las cruentas discusiones -por más de una se han retirado saludos- acerca del carácter cultural de la feria. Los que fueron críticos de la fiesta ahora la justifican, mantienen y propagan. Lucen como nadie los volantes, dejan parte de sus ahorros en acreditadas academias de baile y algunos hasta son titulares de casetas. Como decía Manuel Machado, durante estos días "la caseta es la propia casa".

Con la participación de la mayoría de los sectores sociales, lo que nunca llegó a ser un fósil folclórico, aunque así fuese calificado por muchos, hoy pudiera parecer un hervidero social. Un buen lugar para relacionarse e intercambiar opiniones, donde festejadores principales son políticos, intelectuales y gente de la vanguardia social y cultural, antaño abanderados de la cultura del jeans que consideraron incompatible su ideal de vida con este peculiar y desmesurado modo de esparcimiento que consiste en levantar una ciudad de lona con el único objetivo de divertirse en ella.Charo Muela, candidata del CDS a la alcaldía de Sevilla, gran adicta a la feria, entiende que para participar en la feria de Sevilla se necesitan requisitos especiales, como es el de contar con una caseta.

Pese a este condicionante, Muela achaca en gran medida el actual auge de la fiesta a que ésta ya no se celebra en el Prado de San Sebastián, sino fuera de la ciudad, en un recinto que ha permitido la existencia de nuevas casetas y, por tanto, más posibilidades de diversión tanto para los sevillanos "como para los visitantes que tienen la suerte de contar con una de ellas".

Castillo sevillano

Luis Perales, especialista y cronista habitual del evento festivo, define la caseta como "el castillo del sevillano". Como un recinto "muy especial, ya que goza al par, en un dificilísimo equilibrio, de hospitalidad generosamente abierta y de foso de cocodrilos para el visitante no grato".En cuanto al ambiente, opina Perales, "casi nunca se puede forzar. Es una función de tantas variable ligadas entre sí que no hay modo de encontrar el mecanismo operativo que permita actuar sobre él". De esta última opinión se deriva que la feria no admite medias tintas. O entras o sales. Hasta los medios de comunicación, desde las revistas del corazón a las emisoras de radio, cuentan con casetas para poder informar puntualmente tal y como ésta transcurre. El Ayuntamiento de la ciudad utiliza su caseta para convocar allí las conferencias de prensa que tratan de temas festivos. Alguien que optó por la salida, en contra de la corriente, es el escritor Julio de la Rosa, quien tan sólo se declara partícipe de la feria taurina, si bien es capaz de constatar que el auge del real ha sido paralelo al de la plaza de la Maestranza, recinto que no duda en definir como un "reducto invadido".

Otra prueba de la aceptación de la fiesta y de la necesidad de caseta para la integración en ella es algo que era impensable hace una veintena de años: la mayoría de las solicitudes que se realizan al Ayuntamiento para abrir una nueva caseta son de asociaciones, organismos y grupos de personas. Antes esto era solamente cosa de señores y familias. Cada distrito municipal, por su parte, cuenta con la suya, de entrada absolutamente gratuita, para que no haya ningún vecino descarriado.

'Modo de vida'

El propio poeta Manuel Machado constató que para apreciar la feria hay que vivir en ella, y que "la caseta es la propia casa -conyugal, paternal, fraterna...-". Tan peculiar modo de vida, escribió el poeta, "se le ocurrió por primera vez a don Luis Durán -labrador, ganadero, artista-, acostumbrado a hacer su santa voluntad en una vida tan honda como inconscientemente romántica. A este peculiar personaje le gustaba la feria, le interesaba. Y no pudiendo llevarse la feria a casa, llevó su casa a la feria, cuyo ejemplo siguieron luego tantos otros, hasta establecer la amable costumbre". Y así hasta hoy.

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