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Tribuna:EL NUEVO ROSTRO DE LA URSS/3
Tribuna
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Conservadurismo y modernización

La reforma emprendida por Jruschov tras la muerte de Stalin tenía una fuerte carga ideológica conservadora y no aspiraba a cambiar la sociedad, sino a reeducarla. Gorbachov, en cambio, sostienen los autores, está generando cambios muy profundos en los componentes básicos de la estructura soviética.

La racionalidad sustantiva y la modernización, los programas de Jruschov y Gorbachov, tienen, pese a rasgos comunes, premisas y consecuencias sociales muy diferentes. Racionalidad sustantiva era un proyecto fuertemente ideológico diseñado por una jefatura que suscribía los dogmas estalinistas mientras luchaba contra la sombra de Stalin. Jruschov heredó directamente de Stalin la tesis de que había dos sistemas separados y competitivos en el mundo. Nunca pretendió abandonar este carácter autóctono autoproclamado del "mercado mundial socialista". Él únicamente buscó dirigir este último de manera eficiente y "científica". La hostilidad de Jruschov, o su total desprecio por cualquier cambio estructural en la economía (que hubiera implicado nuevas estructuras sociopolíticas), no era una simple concesión a su aparato. Esta actitud era consecuencia de su propia y sinceramente sentida tendencia ideológica.El inherente conservadurismo ideológico de Jruschov tuvo dos serias consecuencias negativas. Él no aspiraba a una reorganización; se contentaba con "reeducar" a su aparato estalinista. Si él, uno de los más cercanos subordinados de Stalin, podía transformarse en el principal desestalinizador, no había razón para que otros no siguieran su ejemplo: es conocido el precio que pagó por este optimismo antropológico. (Es irónico que el cambio drástico del personal fuera con Breznev, y por razones diferentes.) Además, su propio entrenamiento estalinista hacía a Jruschov insensible a términos sutiles como "opinión pública" y el papel de los "intelectuales", para influir en la opinión pública.

El criterio de lo moderno

La estrategia de modernización de Gorbachov tiene un axioma implícito que los jóvenes turcos no tienen particular prisa en explicar: el que los resultados y tecnologías occidentales son el criterio de lo que es moderno, y que para la nueva generación de apparatchiks que han estado viviendo en una casi total desintegración del marxismo soviético no hay tabúes ideológicos que se vivan internamente. Desde su punto de vista, no hay más que un sólo mundo tecnológico con dos muy diferentes modos de vida: el occidental y el soviético. Los intereses del "tipo de vida soviético" -los de una autoridad fuerte, conservadora y opresiva que Gorbachov quiere poner al día, pero no alterar fundamentalmente-, y no los prejuicios ideologicos, decidirán hasta qué punto el nuevo equipo va a copiar los principios occidentales de organización económica.

Por ello, Gorbachov no puede usar los apparatchiks breznevitas con sus tendencias fosilizadas, sus arraigadas costumbres de corrupción y su desconcertante ineficacia. No alberga ilusiones sobre su reeducación: desde los primeros días de su subida al poder, apunta hacia su remoción en masse. El nuevo personaje social y, con toda probabilidad, el principal beneficiario de la modernización es el funcionario patriótico y eficiente, ideológicamente neutral y flexible, que no se desvíe de los intereses de la corporación gobernante ni por corrupción ni por un pluralismo social excesivo. Se le permitirá viajar al Oeste y comprar los gadgets modernos. Estará preparado y será capaz de celebrar conversaciones correctas con hombres de negocios en sus propias lenguas y sabrá, como sus predecesores, hasta dónde es permisible la presión desde abajo.

La estrategia de la modernización prescribe además un modelo de acercamiento a la intelligentsia diferente de los métodos de Jruschov. Los intelectuales, mientras que su autonomía organizativa y corporativa les sigue siendo negada, son tácita pero per si stentem ente animados desde detrás de la escena a dedicarse libremente a cumplir su supuesto papel político e histórico. De esta manera se hacen mejores propagandistas del régimen, que no lo eran bajo la mezquina y tiránica tutela de los departamentos del comité central. Además, los intelectuales son indispensables para otra función. Para copiar el modelo tecnológico y económico de Occidente bastan los expertos, pero ¿quién apoyaría el modelo de vida soviético -patriótico y autoritario, pero racionalizado y eficiente- mejor que el ideólogo intelectual que mantiene la engañosa fachada de una autonomía intelectual y que en todo caso no muestra excesivas predilecciones democráticas?

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