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CINE

La punta del iceberg

La brecha por la que está saliendo a las pantallas del mundo, con cuentagotas, otro cine soviético, la abrió, hace ya más de un año, Elem Klimov con su Ven y mira, aquí titulado Masacre. Un enérgico cine compuesto con imágenes, personajes, ideas y situaciones hasta ahora inimaginables, por su dureza, veracidad y pesimismo, en la oferta institucional del cine soviético, comenzó a emerger poco a poco a través del hueco abierto por el filo de esta singular obra pionera.El goteo de es otro cine soviético, desconocido en Occidente sigue su curso. Se anuncia la participación en la sección oficial competitiva del próximo festival de Cannes de un fiIme georgiano que ahora mismo está conmocionando a la sociedad soviética con imágenes de una violencia crítica desconocida por los aguantes de millones y millones de retinas, acostumbradas hasta al ora por decreto a recibir desde las pantallas del cine soviético tan sólo suaves baños de aceite optimista.

Tema

Dirección: Gleb Panfilov. Guión: Alexandr Tchervinski, Alexandr Baldienkov y Gleb Parifilov.Fotografía: Leonid Kalatchnikov. Música: Vadim Bibergan. Decorados: M. A. Sverdoy. Producción: Mosfilm. Unión Soviética, 1979. interpretes: Mijail Ulianov, Inna Tchurikova, Eugueni Vesnik, Euguenia Netchaleva, Serguei Nikonenko, Natalia Selezneva, Stanislav Llubshin. Estreno en Madrid: cines Renoir.

Tras las evidenclas

Y hace tan sólo dos meses, en la pasada edición del festival de cine de Berlín, un filme ruso que ahora se estrena en España, Tema, dirigido por Gleb Panfilov, se llevó a la Unión Soviética el, en esta ocasión competidísimo, Oso de Oro.Quizás hubo en esta concesión un gramo de indulgencia por parte del jurado hacia los aires libres que buscan los cineastas soviéticos, pero pese a ello lo cierto es que nadie osó.contestar la licitud moral y artística del premio conseguido por Tema, aunque más de uno estuviera convencido -como es el caso de este comentarista- de que allí se exhibieron filmes mucho más arriesgados y estilislicamente más meritorios, por su, complejidad y por sus logros, que este.

Si es que existió, dicha indulgencia se produjo no sólo porque la película de Panfilov se mereciera holgadamente un espaldarazo internacional, si se considera que lleva dentro, y perfectarnente conseguido, un modelo mayor de cine menor, sino tambien por otras razones adicionales que, aunque le cojan un poco a trasmano al espectador de Europa occidental, éste debe conocer para conocer mediante ellas el alcance, mayor del que a primera vista parece, de este sencillo, iransparente y aparentemente inocuo filme.

Terna, pese a ser una obra hibrida e incluso con sabor un poco ambíguo, situada estilísticamente a mitad de camino entre el drama convencional y el no menos convencional sainete, o si se quiere entre un sociologismo de consumo casero y una nada conriplicada comedia de costumbres, es sin embargo un caso de cine cuya superficie llana encubre un subsuelo inesperadmete rugoso. Y esto es lo que debe verse detrás de esas inocuas evidencias que llenan la película de Panfilov: la inesperada rugosidad de lo que parece ser una línea recta, esa sutil quiebra de estilo que, en un relato tan plácido como este, origina de repente en el espectador un calambre de origen impreciso.

Las riada estridentes imágenes y situaciones con que juega Panfilov en Tema -casi siempre de matiz y algunas pocas veces de manera frontal- dejan contin uamente entrever algo que hay un paso niás allá de ellas, una especie de otro plano de contemplación de la película y, lo que es, mas importante, una gran desenvoltura en el enunel ado de sucesos, hechos y gentes de la Unión Soviética que hasta hace muy, poco tiempo eran literalmente innombrables.

El calambre

El origen del calambre a que antes nos referimos hay que buscarlo ahí: precisamente en esa desenvoltura, es decir en la libertad con que Panfilov habla desde la carencia de libertad, en la indisciplirla con que algunos rincones de su filme se sublevan irónicamente contra su aparente mensedumbre. No.se olvide que Tema no es un filme hecho hoy, sino rescatado hoy del pozo las latas censoríales, pero realizado hace ocho años, en 1979, en medio de una encerrona burocrática Sin grietas de ninllún tipo.En esta encerrona, Parifilov hace un filme con aroma libre, su libertad se percibe en la muy estrecha adecuación que alcanza entre los personajes y los actores, que actuan como respiran. Esto proporciona a cada acto credibilidad y a cada imagen ligereza. Míjall Ulianov, el protagonista. es un actor excepcional, de variadísimos registros, y está rodeado por otros que coniponen frente a él una réplica a su altura. La pelicina transita desde la comicidad al patetismo y no obstante -ahí puede encontrarse otro origen de esa quiebra o ese calambre- sus transiciones son suavisirnas, casi lineales.

Esto da idea de que Panfilov compone imágenes, tipos y sucesos con doble filo, y ésta es la huella de un estilo grande en lla pequeñez de la historia que narra. Su filme vale más por lo que encubre que por lo que dice. Es, a la manera de la parte visible de un iceberg, el suave indicio de un asunto áspero.

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