Virtudes de pequeñuelos
La Iglesia olvida la fe y virtudes heroicas de los pequeñuelos, en flagrante contradicción con la doctrina del fundador del cristianismo y con el bellísimo cántico de María, el Magnificat, tan opuesto a la tradicional y multiforme mariología retórica.Un equipo de historiadores y sociólogos investigó la extracción social de los más de 2.000 santos canonizados por la Iglesia: clases altas o aristocráticas, 75%; clases medias, 17%, y clases bajas o pueblo llano, 8%. Más o menos en proporción inversa a la composición histórica de los diversos estratos sociales. El ínfimo porcentaje de Iaicos canonizados puede movernos a risa o a llanto.
Nuestra guerra civil fue un holocausto mutuo entre católicos (¿no contabilizamos todavía un 90% de católicos?) que no supieron o quisieron superar dos esquemas políticos antagónicos: clericalismo y anticlericalismo. El primero -aún no muy superado- concebía la justicia social a través de la caridad travestida de limosna, y su propósito social para las masas empobrecidas no pasaba mucho de la indoctrina
ción ritual y del conformismo. El anticlericalismo fue la inevitable reacción pendular, que polarizó en los hábitos religiosos y en las opciones individuales y políticas afines todos los males y penurias de la época. El nuevo Satán clerical se llamará pluralismo, libertad, igualdad, comunismo y ateísmo. La tragedia divide arbitrariamente a la nación, y en ambas zonas se darán extensas muestras de crueldad, y de humanidad, de sadismo y de fraternidad. En la zona bendecida por el clero -zona de autoridad y de organización jerárquica, no se ol víde- apenas se darán testimonios de sacerdotes o de obispos que intenten evitar asesinatos de inocentes, o sea, la cruzada exige una cierta dosis de complicidad.Ya Dios se encargará de llevar al cielo a los inocentes. En la zona roja, satánica, el poder en la calle permite la impunidad asesina de los más bajos instintos anticlericales; pero, sin embargo, quien vivió en las dos zonas, con dolorosa imparcialidad de observador aterrado, puede dar testimonio de numerosos bautizados de izquierdas que expusieron sus vidas ocultando y salvando a sacerdotes y a bautizados de derechas. También fueron fieles a la República algunos hombres de profunda fe cristiano-católica, entre los que destaca la gran personalidad de un guardia civil, el general Escobar. Escobar lloró ante las barbaridades asesinas de la zona y evitó todas las que pudo, sin dejar nunca el testimonio de su fe y de su práctica católica.
Al terminar la guerra, ni altas instancias religiosas (¡que vais a fusilar a un santo!) ni civiles fueron suficientes para evitar su ejecución. Escobar vivió y murió con la ejemplaridad de un santo. ¿Será canonizable un mártir asesinado por la cruzada?-
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