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Tribuna
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Un hermano premiado

Lo que son las cosas. Un premio es bueno para el que lo recibe, y más un premio de esta categoría, pero lo penoso es tener que decir algo de quien es premiado por algo literario, cuando la literatura es cosa que en sí no existe, que no sirve para nada y sobre todo que mejor sería que nunca hubiera existido fuera de la cabeza de los escritores: aquellos que nunca han deseado ser más que un trozo de pueblo, de una sociedad, de cualquier miseria humana, que crece, se corrompe y muere.Me dicen los amigos de EL PAÍS que debo escribir unas 50 líneas en tanto en cuanto "C. J. C. ha reivindicado el idioma".

Reivindicar dice el diccionario, más o menos, que es reclamar o recuperar uno lo que le pertenece.

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Un corredor sin medallas

Y resulta que le va bien a Camilo lo de reivindicar. Porque el idioma lo ha bordado siempre, cosa que ni sus enemigos, que siempre los hay, pueden negárselo, y lo ha bordado porque lo aprendió en los clásicos, cuando yo aún no había nacido, y no se le olvidó, y sobre todo no lo quiso olvidar.

Y ahí están sus obras, que son buenos amores y no malas razones, que no hay quien se las tosa por lo que al idioma respecta. Ahora resulta que le han dado el Príncipe de Asturias, tras reñida lucha, se dice sin duda, cuando, también se dice, le vendrá bien por la pasta y los honores. Pero al escritor ahora premiado, como tantas veces ha ocurrido, le sobraban méritos, si es que los tuvo, los ha tenido o los tendrá, para recibir ese premio que tan poco trabajo cuesta, parece, cuando se recibe, y tan mucho pesa cuando uno se queda a las puertas.

Lo que quiero decir es que esto de los premios está muy bien, pero nada más. Que la persona sigue siendo la misma y que el respetable poco importa en estos amenes. Ahora tendrá que recibir los ¿honores? y las pesetas. Excelente.

Todo llega, le acabo de decir en un telegrama. Y es verdad. Pero en realidad todo llega no al escritor, al artista, al que lleva la cultura como si fuera una camisa, o mejor una piel, o así la debería llevar, sino al que otorga el premio: la punta del iceberg de la sociedad, que en un momento dado recapacita de acuerdo con los astros, las loterías, las aristas de las burdas magias, etcétera. Entonces es que le ha llegado a la sociedad, tan pobre, el momento de reconocer el mérito a una vida dedícada a escribir, ¿inútilmente? (acordémonos de lo estatuido, de lo oficializado, tan distante de la cultura).

A un súbdito bastante estúpido, y suficientemente engreído, le dio un día, mal día, por escribir una primera palabra y cayó en la trampa que la sociedad le urdió para que los siglos venideros, siempre lo porvenir será lo mejor, recuerden que a pesar de todo hubo algunos atisbos de cordura en el pasado siglo XX de las tinieblas.

Jorge Cela Trulock es escritor, autor, entre otras, de la novela Inventario base.

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