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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Weinberger pasa revista

LAS DECLARACIONES hechas por Caspar Weinberger en Ankara confirman que el objetivo de su viaje a España ha sido reforzar las presiones que se están ejerciendo sobre el Gobierno español para que modifique la posición que viene defendiendo en las negociaciones sobre la reducción de la presencia militar de EE UU en España. En Madrid fue muy prudente en sus declaraciones. Sus palabras en Turquía indican el deseo de generalizar la cuestión, dando a entender que España no tiene en cuenta necesidades comunes de todos los aliados de la OTAN.Estados Unidos tiene un problema general con sus bases en el Mediterráneo, y ello preocupa cada vez más al Pentágono, como lo indica el recorrido que ha hecho el secretario de Defensa por varios países de la zona. Esas dificultades se deben a que existe una opinión cada vez más generalizada de que el papel de las bases en relación con el enfrentamiento global entre los dos bloques militares ha cambiado sustancialmente desde el momento en que se instalaron: ahora la disuasión nuclear se basa fundamentalmente en los misiles estratégicos.

Weinberger ha podido felicitarse de la renovación del acuerdo sobre las bases en Turquía, país que ocupa un lugar excepcional en la confrontación con la URSS, tanto por sus fronteras como por el control de los Dardanelos. Pero si el Gobierno de Ankara ha sido siempre muy complaciente, esta vez la negociación ha sido conflictiva, y la oposición legal socialdemócrata, a pesar de la limitación de sus libertades de expresión, ha protestado contra el acuerdo.

Por otro lado, la relación con Grecia es mucho más tensa. Grecia se debate entre el deseo de cancelar las bases -expresado en el programa de Papandreu con un gran respaldo popular- y una situación objetiva que le obliga a aceptarlas para no quedar en condiciones de inferioridad militar con respecto a Turquía, país con el que mantiene conflictos agudos.Aunque Caspar Weinberger quiera meterlos en un mismo paquete, las diferencias entre los casos de Turquía y Grecia y el de España son abismales. Turquía y Grecia son miembros de la OTAN desde los años cincuenta, y España, desde los ochenta. España tuvo bases norteamericanas desde 1953 como una forma, acordada entre EE UU y el general Franco, de integrar a nuestro país indirectamente en el sistema de seguridad atlántica. Pero desde el momento en que este país es miembro de la OTAN, el sentido de una posible presencia de EE UU cambia por completo. La incorporación de España a la OTAN representa una aportación a la defensa occidental muy superior a lo que hubiesen podido significar las bases norteamericanas. Es un dato capital del que los negociadores norteamericanos se niegan a sacar las consecuencias.

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Tal negativa, sin embargo, no se debe a la ignorancia. El Gobierno de Washington establece una permanente confusión entre la defensa occidental y los objetivos de su propia estrategia mundial, en este caso en el Mediterráneo. Weinberger ha vuelto a igualarlos en sus declaraciones de Ankara, pero esto es inaceptable. En la estrategia de EEUU, Próximo Oriente ocupa un lugar prioritario, y ésa es la causa esencial de su actual interés por las bases. Pero España no puede otorgar facilidades desde su territorio para objetivos ajenos a la OTAN. Ello sería contrario a sus intereses y a los intereses de Europa en el Mediterráneo.

Otro hecho único en Europa, y condicionante de la negociación con Estados Unidos, es el referéndum que decidió nuestra permanencia en la Alianza Atlántica. Su enunciado establece unos puntos insoslayables para la política de España, concretamente en cuanto a la reducción de la presencia militar norteamericana. Weinberger dijo en Madrid que la posición de su Gobierno no era contraria a lo decidido en el referéndum. Frase atrevida y con la que el secretario de Defensa se inmiscuye en un asunto que sólo al Gobierno español corresponde interpretar. En ese marco, la posición de España en pro de una retirada escalonada es razonable. Y es reconfortante que portavoces del Gobierno la hayan reiterado después del paso de Weinberger.

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