El Congreso pide a Reagan que ceje en su intento de derrotar por las armas a Nicaragua
El Congreso norteamericano ha mandado un mensaje claro a Ronald Reagan: no habrá el próximo otoño nuevo dinero para la contra, el presidente debe abandonar su intento armado de derrocar a los sandinistas y concentrarse en las negociaciones. Éste es el simbolismo político del voto (230 contra 196) de la Cámara de Representantes, en la noche del miércoles, a favor de una moratoria en la entrega de 40 millones de dólares (unos 5.200 millones de pesetas) para los rebeldes, ya aprobada por el Parlamento anteriormente. Los demócratas piden una política de transición y ofrecen al presidente la salida de apoyar el plan de paz de Costa Rica. Pero Reagan advierte que no cambiará su política y no abandonará a los contra.
Es la primera derrota importante del presidente en el Congreso, dominado por los demócratas, y refleja el cambio político fundamental producido en Washington tras las últimas elecciones legislativas y el Irangate: el poder se ha trasladado desde la Casa Blanca hasta el Congreso.El Parlamento se siente suficientemente fuerte para retar al presidente en sus dos principales obsesiones de política exterior: Centroamérica y la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI). Los demócratas acusaron ayer a Reagan de haber manipulado las deliberaciones de la Administración de Nixon sobre el tratado de misiles antibalísticos (ABM), en 1972, para justificar ahora una interpretación amplia, que permitiría un despliegue anticipado de elementos de la guerra de las galaxias.
Habrá veto presidencial
Aunque el Senado, la semana próxima, posiblemente confirme la moratoria, la oposición a Reagan no tiene los votos necesarios (dos tercios de las dos cámaras) para superar el seguro veto del presidente.
El voto intenta retrasar la entrega de los fondos hasta que la Administración aclare dónde está el dinero del Irangate. Pero incluso los republicanos han advertido a Reagan que no cuentan con los votos necesarios para sacar adelante, en otoño, 105 millones de dólares en nueva ayuda para los contra pedidos por la Casa Blanca. El pasado mes de junio, la Cámara de Representantes aprobó, por 221 votos contra 209, entregar 100 millones de dólares en ayuda militar a los contra.
Los partidarios del presidente utilizaron en el debate el argumento de que no quieren "pasar a la historia como los responsables de haber entregado Centroamérica a la Unión Soviética", y señalan que está a punto de producirse una segunda bahía de Cochinos. "Estados Unidos debe abandonar las promesas a sus amigos, perdiendo toda su credibilidad", dijo el congresista republicano Jack Kemp, aspirante a la presidencia.
Para la oposición, los norte americanos "no quieren más mentiras y más encubrimiento, y desean aclarar la extensa corrupción de este programa de ayuda".
La política de apoyo a la contra ha perdido, por culpa del Irangate, a sus principales valedores en la Administración: William Casey, John Poindexter, Oliver North y Patrick Buchanan. Sólo Elliot Abrams, secretario de Estado adjunto para Asuntos Interamericanos, permanece como el último cowboy de los contra, pero está muy salpicado por el escándalo, y su jefe, George Shultz, ha sido un convencido de esta política.
La nueva Casa Blanca de Howard Baker; un profesional del compromiso, Frank Carlucci, en el Consejo de Seguridad Nacional, y William Webster, al frente de la CIA, no cree en la causa contra. Forman un equipo pragmático al que las circunstancias pueden hacer aconsejar al presidente que abandone una confrontación hacia Nicaragua sin perder excesivamente la cara.
Pero, por ahora, la Administración no parece dispuesta a arrojar la toalla y prefiere la pelea con el Parlamento. Elliot Abrams admitió que el voto de la Cámara ha sido un revés. Pero dijo también que en unos meses la Administración se habrá recuperado de la actual crisis y Reagan conseguirá los votos suficientes para seguir financiando la guerra sucia de los contras.
Washington ha convocado para hoy en Miami a lo que queda de la Unidad Nicaragüense Opositora (UNO), Alfonso Robelo y Fernando Chamorro, para intentar de nuevo una cirugía estética de los rebeldes.
El plan de paz regional ofrecido por el presidente de Costa Rica, Óscar Arias, cobra ahora especial relevancia con el hundimiento de la contra, incapaz militarmente de ofrecer resultados y políticamente dañada por la salida de Arturo Cruz. Éste ha fracasado en dos años de esfuerzos por lavar la cara al movimiento rebelde.
Incluso los miembros más radicales de la Administración, como Elliot Abrams, ofrecen un prudente apoyo al citado plan, que obligaría al fin de la injerencia extranjera en Nicaragua, pero obligando al mismo tiempo a Daniel Ortega a instaurar una democracia, aunque permitiría que continuara como presidente hasta el final de su mandato.
Para Washington puede ser una oportunidad de abandonar definitivamente al Grupo de Contadora, donde México siempre ha sido un interlocutor incómodo, y volver a un foro sólo con los países centroamericanos absolutamente dependientes de EE UU y a los que puede manipular.
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