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Tribuna:TEMAS DE NUESTRA ÉPOCA
Tribuna
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El bumerán de los euromisiles

Andrés Ortega

La posibilidad de suprimir todos los misiles de alcance intermedio (INF, los llamados euromisiles) de Europa vuelve al primer plano de la esfera internacional seis años después de que lo propusieran Estados Unidos y la OTAN sin creer que los soviéticos llegarían a aceptarlo. Los euromisiles han constituido un auténtico trauma para la Alianza Atlántica.Los movimientos pacifistas no consiguieron evitar su despliegue. Pero nada tiene a veces tanto éxito como el fracaso. Con el despliegue, por vez primera desde la constitución de la OTAN, se quebró el consenso en materia de defensa que había predominado en Europa occidental desde la posguerra. Varios partidos socialistas de Europa occidental han cambiado radicalmente sus planteamientos en política de defensa.

LA EXCUSA DE LOS SS-20

Cuando la OTAN tomó su doble decisión, el 12 de diciembre de 1979, al anunciar a la vez el futuro despliegue de los 572 euromisiles norteamericanos y la voluntad de evitarlo por medio de una negociación entre las superpotencias, se presentó como una modernización del arsenal nuclear estadounidense en Europa y una respuesta a la instalación, desde 1977, de los misiles SS-20 soviéticos.

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En realidad, el desarrollo de los cohetes Pershing 2 y de los misiles de crucero comenzó a la vez o incluso antes que el de los SS-20. Los avances tecnológicos son difíciles de parar y llegan a crear necesidades. Créese una necesidad y se buscará una excusa.

Los euromisiles occidentales no eran puramente una respuesta a los SS-20. La paridad estratégica entre las superpotencias había socavado la credibilidad de la garantía del paraguas nuclear norteamericano sobre Europa. Además, los sistemas nucleares de la OTAN (bombarderos y misiles) habían envejecido, a la vez que habían mejorado notablemente los sistemas de defensa aérea del Pacto de Varsovia. De ahí la razón militar para los euromisiles, pues, dada la situación, los responsables de la Alianza consideraron que sin estos cohetes la estrategia de la respuesta flexible de la OTAN carecía de valor. Esta doctrina se basa sobre la posibilidad para la Alianza de una escalada nuclear progresiva que empezara con el uso de armas nucleares tácticas y llegara, si fuera necesario, al empleo de las armas estratégicas norteamericanas.

Por ello, en términos militares, no carece de razón el general Bernard Rogers, comandante supremo aliado en Europa, cuando señala que la supresión de todas las fuerzas nucleares de alcance intermedio de Europa llevaría a la OTAN a una situación peor que la existente en 1979 -destacando el desequilibrio de la OTAN en el terreno convencional y químico frente al Pacto de Varsovia-, reconociendo así que no se trataba puramente de una respuesta a los SS-20. Los euromisiles están ya en gran parte instalados en cuatros países de la OTAN e integrados en el planeamiento militar de la Alianza.

En realidad la Unión Soviética tiene más que ganar que Estados Unidos en un acuerdo de este género. La presencia de los euromisiles norteamericanos en Europa occidental supone, como se dijo en tiempos, una crisis de Cuba al revés; eso sí, más lenta. Estados Unidos tiene la posibilidad de alcanzar a la Unión Soviética con estos cohetes lanzados desde tierra (con la importancia política que esto tiene), desde fuera de su territorio nacional. Por eso algunas personas dijeron en la época que más que reforzar la garantía nuclear norteamericana sobre Europa, los euromisiles abrían la posibilidad de una guerra nuclear limitada a Europa.

Como muy bien señala el director de Le Monde, André Fontaine (véase EL PAÍS de ayer), la opción cero, por la cual en 1981 Ronald Reagan propuso no desplegar los euromisiles norteamericanos si la URSS desmantelaba los SS-20 que podían alcanzar a Europa, "fue inventada por Hemult Schmidt cuando era canciller [de la RFA] para apaciguar el ala izquierda, muy tentada por el pacifismo, de su Partido Socialdemócrata". Y añade Fontaine : "Nadie, en aquella época, podía sospechar que Moscú la aceptaría un día. En todo caso, la oferta está hecha, y si no se reconciera esto se perdería la credibilidad".

De hecho, en la época, que no era la de Mijail Gorbachov, Moscú la rechazó, y los aliados de Washington forzaron en 1983 a Estados Unidos a presentar una nueva oferta, la llamada opción intermedia, por la cual ambas superpotencias debían conservar algunos de estos misiles en suelo europeo.

En septiembre de 1985, en la conferencia anual del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, que se celebró esa vez en Berlín, el embajador norteamericano en Bonn, Richard Burt, reconoció tranquilamente que la Administración de Reagan nunca había tenido intención de llegar a un acuerdo negociado sobre este tema con la Unión Soviética, porque la OTAN necesitaba esos misiles. Esta declaración causó estupor en la audiencia -especialmente en los alemanes-, que se sintió engañada. Burt, como secretario de Estado adjunto para Asuntos Europeos, había presidido hasta unos meses antes el Grupo Especial de Consultas de la OTAN, que seguía las negociaciones sobre los euromisiles.

REIKIAVIK EN CÁMARA LENTA

Unos días antes de la cumbre de Reikiavik, el pasado octubre, se volvió a hablar de la posibilidad de acordar en Islandia alguna variante de la opción intermedia, y de Moscú llegaron noticias de que Gorbachov estaba dispuesto a avanzar en este terreno, independientemente de lo que ocurriera con las armas estratégicas o la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI). Los europeos occidentales, y muy especialmente la RFA, exigieron que todo acuerdo sobre euromisiles fuera acompañado de limitaciones en los cohetes de más corto alcance (que en parte desplazó la URSS de su territorio nacional a Checoslovaquia y la República Democrática Alemana en respuesta al despliegue atlántico a finales de 1983).

La sorpresa fue que Gorbachov propuso en Reikiavik eliminar todos los euromisiles de Europa (manteniendo cada superpotencia sólo 100 cabezas INF fuera del Viejo Continente), con alguna limitación en los de más corto alcance. Y mayor aún fue la sorpresa que les produjo a algunos aliados que Reagan lo aceptara. A esto hay que sumar la oferta de Reagan en Reikiavik de suprimir todos los misiles balísticos en un plazo de 10 años. Lo hablado en la cumbre produjo un auténtico escalofrío entre los aliados, que no habían sido previamente consultados al respecto. Reikiavik demostró, una vez más, que más que consultar lo que Washington hace es informar a sus aliados.

Ahora parece que estamos asistiendo a una nueva cumbre de Reikiavik, está vez en cámara lenta. Gorbachov vuelve, poco a poco, al esquema con que se planteó la cumbre. Habrá que ver el resultado. Y hay que reconocerle el arte de presentar como oferta suya lo que Estados Unidos había propuesto seis años antes. Claro que para la OTAN, la posición de dureza de que ha hecho gala Estados Unidos a lo largo de todos estos años comienza a dar sus frutos, unos frutos, que quizás la Alianza en sí no deseaba del todo. No obstante, la acogida europea a la oferta de Gorbachov ha sido excelente, más sincera en algunos casos, como el de Holanda o España, que en otros casos como el del Reino Unido.

Un acuerdo sobre los euromisiles separado de otros temas como las armas estratégicas o las defensas especiales no tiene gran sentido, aunque serviría para demostrar que el camino del control de los armamentos sigue aún abierto. La eliminación de los euromisiles per se no garantiza una mayor seguridad para la Alianza Atlántica . O al menos no se puede probazr que así sea, pues todo dependen por el momento de la gatantía del paraguas norteamericano.

El despliegue de los euromisiles demostró que la OTAN era capaz de tomar una decisión colectiva y de llevarla a cabo. Pero como indicaba una reciente informe de la Asamblea del Atlántico Norte, " esta victoria no se consiguió sin sacrificios". El trauma de los euromisiles ha contribuido, seañalaba este infome, " a destruir el tradicional consenso de la posguerra sobre las cuestiones de defensa", y ello en dos países claves: El Reino Unido y la RFA.

Una reciente encuesta de opinión en la RFA, Francia, el Reino Unido e Italia, encargada por cuatro grandes diarios, revela que entodos estos países una mayoría de la población se muestra contraria a la presencia de armas nucleares en las bases de que dispone Estados Unidos en Europa. En el caso de Italia, país que se creaía vacunado, la proporción de los que adoptan esta actitud es de un 78%.

Los partidos socialistas de la RFA, Reino Unido y Dinamarca, entre los que tienen las ideas más claras, cuestionan ahora abiertamente la política nuclear de la OTAN. todos tienden a desnuclearizar ssus territorios nacionales y a adoptar políticas de defensa defensiva o no provocadora, que impidan que sus países o la Alianza Atlántica sean capaces de llevar a cabo agresiones contra el otro bloque. Naturalmente hay matices en estos planteamientos: unos consideran que este cambio debe ser unilateral; otros que se debe lograr en consonancia con gestos similares por parte del Este. Pero que esta poñitica sea ya parte de los programas electorales de importantes partidos que aspiran a gobernar es quizá el mayor éxito del fracaso de los movimientos pacifistas. Estos partidos abogan por una europeización de la defensa europea, un tema que también resurgió de la crisis de los euromisiles. El anuncio del despertar, aún no materializado de la Unión Europea, Occidental (UEO),unica organización europea competente en materia de defensa (en la que España desea ingresar), también coincidió con esta crisis. Claro que la redefinición de la relación entre Estados Unidos y Europa occidental se debe no sólo a eso, sino también a tensiones económicas y comerciales, y al sentimiento. Como quedo patente con el bmbardeo norteamericano de Tripoli en abril del pasado año de que los intereses de ambas orillas de, Atlántico son a menudo muy divergentes.

A este trauma hay que añadir los problemas que plantea la SDI o guerra de las galaxias. Aunque el objetivo declarado de la SDI sea proteger tanto a Estados Unidos como a sus aliados, estos son más bien escépticos. Una SDI que no cubriera a Europa dejaría aún más a la OTAN, especialmente sin euromisiles, a merced de la superioridad convencional soviética, más aún si la URSS se dotará de su propia defensa estrátegica. En todo caso, la SDI forzaría un cambio total en la estrategia de la OTAN. El último cambio, cuando se aprobó la respuesta flexible, llevó a Francia a retirarse de la estructura militar integrado de la OTAN.

"NO PINTAMOS NADA"

Estados Unidos tiende a ver sus problemas desde un punto de vista global. Desde Europa, impera, sin embargo, el punto de vista regional. Para algunos aliados, estos puntos de vista entran a menudo en conflicto. Una cosa es que los aliados apoyen e incluso participen en el programa de investigación de la SDI. Otra cosa muy distinta es su opinión sobre un eventual despliegue de estas defensas estratégicas."Está claro que Estados Unidos utiliza cada vez más a la OTAN para sus propios fines e intereses, y los europeos no pintamos nada", señalaba recientemente una fuente aliada europea. Esto ha quedado bien reflejado en la forma de negociar de la Administración de Reagan y cómo abordó el encuentro de Reikiavic. Si ahyora Estados Unidos está dispuesto a largar los euromisiles no es porque le convengan a Europa, sino porque Washington tiene otras prioridades, entre ellas, y muy principalmente la de llevar a buen puerto la SDI.

Si a todo lo dicho anteriormente se suman los renovados intentos en el Congreso norteamericano para reducir la presencia militar de Estados Unidos en Europa, se puede asegurar que la OTAN camina hacia un cambio sustancial. Y todo empezó por los euromisiles.

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