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LAS SUPERPOTENCIAS DIALOGAN

Reagan intenta desesperadamente demostrar que gobierna

Francisco G. Basterra

Ronald Reagan contó ayer al país su versión del Irangate, en un discurso televisado a las nueve de la noche (tres de la madrugada, hora peninsular española), dirigido a superar la peor crisis de su presidencia y a demostrar que es capaz de gobernar eficazmente en los dos años que le quedan en la Casa Blanca. Para confirmar esta imagen de un nuevo comienzo, el presidente se ha arropado con un nuevo equipo de profesionales íntegros: William Webster para dirigir la CIA, Howard Baker como jefe del gabinete presidencial y Frank Carlucci al frente del Consejo de Seguridad Nacional.

Con el nombramiento del hasta ahora director del Buró Federal de Investigación (FBI), el juez William Webster, de 63 años, con buenas referencias de honestidad para dirigir la Agencia Central de Inteligencia (CIA), debilitada por su participación en el Irangate, el presidente confirma que está dispuesto a realizar una limpieza general. El sucesor de William Casey no tiene experiencia internacional, pero sí en materia de espionaje, a través de su trabajo en el FBI.En las horas previas al discurso -en el que Reagan se resistía a realizar una apología de lo sucedido, admitiendo personalmente toda la culpa como le aconsejan amigos y adversarios-, los estrategas de la Casa Blanca presentaron la imagen de un presidente repentinamente activo. Se trata de responder al devastador efecto del informe Tower, que describe a un líder sin control de la presidencia.

Reagan, que no aparecía ante la Prensa desde noviembre del año pasado, cuando se anunció el escándalo, respondió a los que piensan que no entiende ni se preocupa de política exterior leyendo un comunicado en el que anunció la presentación, ayer, en Ginebra, de un proyecto de tratado para la eliminación de los euromisiles. Horas antes, el presidente fue llevado a una reunión con el nuevo equipo del Consejo de Seguridad Nacional, al que pidió que trabaje "dentro de la ley".

No basta con que sepamos qué es lo que ve y lo que habla; lo que mejor hace es leer un texto preparado en el teleprompter ante las cámaras de televisión, afirman los críticos; es necesario que el presidente se someta a una confrontación con la Prensa, para que quede claro que es capaz de entender las preguntas, digerirlas y dar respuestas coherentes. Desde el pasado 19 de noviembre, protegido por su esposa, Nancy, no se somete a una conferencia de prensa.

Sus asesores confían en que el discurso de esta madrugada, considerado el más importante de su carrera, supondrá un hito histórico en su recuperación y marcará el límite más bajo de su caída. Los cambios de mobiliario en la Casa Blanca, con la llegada de caras nuevas, parece que están teniendo un efecto positivo. Pero, finalmente, será el propio presidente quien deberá demostrar su capacidad para controlar la Casa Blanca.

La última elección (el juez William Webster, que dirigía el FBI desde 1978, nombrado por Jimmy Carter) ha sido muy bien acogida. Su antecesor designado, Robert Gates, fue forzado por la Casa Blanca a retirar su candidatura por su implicación en el Irangate. Webster, miembro de la Iglesia de la Ciencia Cristiana, no fuma ni bebe y es fanático del tenis; está, al parecer, limpio en el escándalo, y su confirmación por el Senado se prevé rápida y sin problemas. Antes, Webster tendrá que explicar por qué suspendió durante un mes, a petición del fiscal general, Edwin Meese, la investigación del FBI sobre una línea aérea de Florida utilizada para ayudar militarmente a la contra nicaragüense.

Webster, un hombre muy exigente, ha restaurado la imagen del FBI que heredó de Herbert Hoover, acabando con los excesos de los años setenta, cuando fue utilizado contra el enemigo interior, en persecución de disidentes políticos. Sin embargo, aún subsisten denuncias de que el Buró Federal de Investigación ha sido usado para infiltrarse y espiar a los grupos que se oponen a la política de Reagan en Centroamérica.

Webster profesionalizó el FBI. Bajo su mandato, pasó de sólo perseguir a los ladrones de bancos a controlar a los espías soviéticos, luchar contra la droga y el crimen organizado (la Mafia) y a ocuparse de casos de corrupción política o de delitos económicos.

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