Capital del dolor
La última redada de la Policía Municipal en Maravillas ha arrojado nueve personas detenidas, intervención de toda clase de armas y más de cien gramos de heroína. Somos ya la "capital del dolor" que hubiera cantado Eluard. Las meretrices y los travestís provocan protestas ciudadanas. Adrián Piera quiere echarles de la calle de la Montera. Pero lo canalla sólo es una miseria que se cree sublime, y la delincuencia es la espuma de los días, desde antes de Boris Vian. Crecen altas ciudades, como el gótico hortera de nuestro tiempo, sostenidas sólo por las siete columnas de la Bolsa, como por los siete pecados capitales, de modo que el mal y sus flores no son sino la penicilina que segrega el inmenso hongo ciudadano. Las lesbianas se besan en la Puerta del Sol, en un nuevo entendimiento de la Casta y la Susana, de Fortunata y Jacinta, con el que no contaban los clásicos de lo madrileño. Pero Coca se pegó un tiro. Y otros. ¿Andan mejor las cosas por arriba? Parece que no. Una manifestación de lesblanas siempre es como más post/post que una manifestación por Gibraltar, de aquellas que nos organizaba mi entrañable Serrano Súñer en los 40. El lesbianismo puede salvar una vida y el Peñón es como la Fortaleza de El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati, que no sirve absolutamente para nada, porque ya no hay tártaros o porque hay demasiados (mi entrañable Máximo escribió buido artículo sobre esto, que no quisieron premiarle, pese a mi lucha). Tártaros aparte, uno valora y admira las movidas de Paco Ordóñez en torno a la Roca/fetiche, que un día coge, llega, pilla, agarra y se la trae. Los travestís nos caen mucho más madrileños que los marcianos de la nueva violencia.Y en cuanto a los del caballo, sólo son la terminal de una mercadería lóbrega que alguien sabe dónde comienza. Toda esta movida de sexo, droga y rock and roll, que hoy alegra y purifica Madrid, no es, ya digo, sino la penicilina que crece a la sombra del hongo monstruoso, de hormigón y acero, "marirnacho de uñas sucias", que es la gran ciudad. Hemos optado por el liberalcapitalismo que hace iguales al banquero y al travestí, a Palazón y al negro, con perdón de los negros. La libertad de mercado tiene que ser también para el mercado vaginal. Madrid es hoy el sueño americano del capitalismo salvaje. Travestís, drogados y lesbianas son nuestros pieles/rojas.
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