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Una biblia, un pastel y dos pistolas para unos 'moderados' que nunca existieron

Francisco G. Basterra

Robert McFarlane fue el hombre elegido por Ronald Reagan para realizar la más esperpéntica misión de la diplomacia norteamericana: viajar a Teherán, en mayo de 1986, con un avión cargado de armas y llevando una biblia firmada por el presidente, dos colts y un pastel en forma de llave, como signo de buena voluntad hacia los moderados en el régimen islámico iraní. (En un segundo viaje el pasado octubre, los enviados norteamericanos no fueron recibidos por los iraníes.) McFarlane a quien los que le conocen describen como el perfecto subordinado, leal y muy, trabajador, pero lo contrarío a un creador de política exterior, como su antiguo jefe, Henry Kissinger- fue, sin embargo, el responsable de disfrazar el Irangate como una inteligente jugada. geoestratégica para asegurarse la buena voluntad de sectores pragmáticos iraníes con vistas a la sucesión de Jomeini.Este hombre discreto tuvo que disfrazarse para ello de piloto irlandés, con pasaporte falso incluido, y discutir durante cuatro días con los clérigos islámicos en un hotel de Teherán, acompañado por el teniente coronel Oliver North, el personaje que pasará a la historia como el que dio el golpe de gracia político a la Administración de Reagan. Ahora parece -evidente que los iraníes, como lo hicieron antes los israelíes, jugaron con EE UU con vistas a un estricto cambio dé rehenes por armas. No había moderados con los que tratar. Documentos recién aparecidos indican que el vicepresidente George Bush, otro de los cadáveres políticos que se cobrará el Irangate, ya fue advertido por Israel de que el trato era con radicales, porque no hay moderados en Irán.

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La insistencia de Reagan en que la operación era, fundamentalmente, una jugada política de altos vuelos, en la que el pago de un rescate era sólo un ingrediente, carece ya de credibilidad.

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