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Tribuna:EL APRA Y LA IMAGEN DE PERÚ / y 2
Tribuna
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Un proyecto económico para el año 2000

El caso peruano presentaba en julio de 1985, cuando el presidente Alan García tomó las riendas del poder, sus propias características, y éstas no hacían más que agravar esa triste realidad. La situación era realmente explosiva.La quiebra del pensamiento conservador, la caducidad de los partidos que, con mayor o menor disimulo, lo encarnaban y la paulatina pérdida de legitimidad del último Gobierno belaundista venían acompañadas por el caudillismo multipersonal de una Izquierda Unida que sólo lograba funcionar como frente electoral siempre al borde de la crisis interna, cuando no del desmembramiento; y ello se unía al terror y al caos sembrado en grandes zonas del territorio nacional por el creciente activismo ejercido por Sendero Luminoso. El estado de ánimo del país se hallaba por los suelos y la ciudadanía presenciaba agobiada una gran crisis de valores y una mayor corrupción,que iban mermando su credibilidad en las instituciones democráticas.

Sería realmente injusto -aunque en ello caigan a menudo aquellos informadores nacionales y extranjeros que se nieglan a abrir los ojos- decir que las cosas no han empezado a cambiar en Perú. Los errores cometidos por el partido aprista y su líder no han logrado inclinar negativamente la balanza, como tantos quisieran. El descenso de la inflación hasta niveles jamás esperados y la reactivación económica en la que ha entrado el país el año pasado colocan al actual Gobierno en una situación que permite esperar mucho de él.

Revelan, además, la existencia de un verdadero proyecto economico que apunta al año 2000 como meta para mejorar la calidad de vida de la mayor parte de los peruanos y poner en marcha un nuevo Estado nacional que logre situarse en el eje de todos los sectores de intereses que confluyen hoy en un país en constante ebullición y movimiento.

Definitivamente, cuando a finales del pasado año se informó a la nación que el crecimiento de la economía alcanzaba un 8,3% (la cifra más alta de América Latina) y que se espera obtener un 6% en el añó en curso, hasta la más radical oposición tuvo que inclinar la cabeza. Con pragmatismo y sencillez, el presidente García y su equipo han logrado corregir la pésima conducción económica del régimen anterior. No hay que olvidar, sin embargo, que la irresponsable acción cometida meses antes en tres penales le había complicado bastante las cosas al APRA. Luego vinieron las elecciones municipales de noviembre, en que unas encuestas pésimamente mal condimentadas patrocinaban el tritinfó del candidato de la derecha. Ello, sin duda, inquietó más de la cuenta al líder del APRA, puesto que una derrota de su candidato le habría permitido a la oposición afirmar que el país no estaba de acuerdo con la forma en que se estaban haciendo las cosas, en particular en materia económica, lo cual hubiera perturbado gravemente el pro yecto del Gobierno en este terre no. Ante tal situación, resulta más que evidente que Alan Gar cía se jugó todo su prestigio en favor de sus candidatos, tomando parte activa en la campaña electoral.

Movilización del Estado

El resultado fue una rotunda de rrota para la derecha y la pérdida de muy importantes bastiones en el caso de la Izquierda Unida, que en plenos comicios dio nuevas muestras de grave crisis interna. Las protestas de los grupos derrotados no se hicieron esperar, pero hoy todo está definido según el resultado de las urnas, y el pais, en su mayona, empieza a darse cuenta de que nunca antes se había movilizado tanto el Estado en favor de los necesitados. Vino, por último, el asunto de la reelección presidencial (propuesto por un diputado independiente) mediante enmiendas constitucionales. Nuevamente, la oposición puso el grito en el cielo, pero el propio Alan García terminó con el debate, asegurando que nada de eso ocurriría y que el proyecto histórico iniciado por el APRA es tarea de todos los peruanos. Éstos fueron los hechos que mellaron por algunos meses la credibilidad del Gobierno, pero que, una vez superados, han vuelto a crear un clima de confianza basado en el éxito sin precedentes de una gestión económica que ha dejado por los suelos las teorías del Fondo Monetario Internacional y de los economistas tradicionales de Perú.

Ahora se plantean los siguientes interrogantes (puesto que la clave de estos logros se basa en el cumplimiento de la promesa electoral de no dedicar más que el 10% del producto de las exportaciones al pago de la deuda extema): ¿hasta cuándo tolerará el sistema económico internacional la rebeldía peruana? ¿De dónde se sacarán las divisas para financiar la inversión necesaria para que el modelo siga funcionando?

La opinión general es que estas soluciones se encontrarán siempre y cuando el Gobierno siga actuando con el pragmatismo con que lo ha hecho hasta hoy.

O sea, que hay optimismo en un país que hace menos de dos años era incapaz de creer y esperar. Y a estos logros positivos se ha sumado el discurso que Alan García pronunciara a la nación poco antes de finalizar el pasado año. La ciudadanía escuchó con confianza a un gobernante que hablaba de una verdadera transformación de la realidad peruana, evocando con valentía desde un necesario control de, la natalidad hasta la urgencia de una campaña de descentralización que pasa por el traslado de la capital de Perú a los Andes centrales, como gran paso en la integración de todas las regiones del país y etapa fundamental en la construcción del nuevo Estado nacional. Un Estado peruano, y no semicolonial, donde el capitalismo dependiente cohabita con formas casi feudales de tenencia de la tierra y poblaciones al margen de la historia del país.

Las armas del presidente

El presidente García explicó, punto a punto, la viabilidad de un proyecto histórico cuyos frutos deben verse dentro de 13 años. El desafío es enorme, pero son nuevas las estrategias y es nueva también la ambición. La unidad nacional se impone para terminar con las lacras de una sociedad que nunca quiso reconocerse como tal. Éstas son las ideas que se leen entre líneas a lo largo de todo el discurso. Por ahora, las armas del presidente son su popularidad y la de su partido, reforzadas por unos éxitos económicos inesperados en un país latinoamericano dentro de un tiempo tan breve como el que'tiene en el poder

Y hasta se ha hablado de una alianza con algunos sectores de Izquierda Unida para la realización de este proyecto. Tal cosa sería posible en la medida en que el líder de la oposición, Alfonso Barrantes, hoy ex alcalde de Lima, logre obtener la consolidación de una izquierda (o muchas) que hasta ahora sólo ha logrado salir a la palestra como frente electoral, pero que no puede olvidar la experiencia de 1980, en que su desunión la llevó a una verdadera débâcle en las urnas, que debe servirle de escarmiento. La Izquierda Unida no ha ganado las elecciones y ha perdido incluso muchos de sus bastiones, pero en cambio ha elevado notablemente el porcentaje de sus electores a nivel nacional, Con ello, es indudable que la figura de Barrantes, hombre astuto, paciente y carente de toda ambición personal, ha salido enormemente favorecida con vistas a las elecciones de 1990. Muchas cosas pueden suceder aún en el camino por recorrer hasta 1990. Algo me parece, sin embargo, definitivo: el AP" ha comprendido el momento histórico en que le ha tocado gobernar y está haciéndolo a partir de esta candente realidad que nadie hasta ahora había querido comprender. La Izquierda Unida, por su parte, puede también actualizarse, siempre y cuando algunos de los grupos que la integran abandonen sus tendencias dogmáticas y extranjerizantes y escuchen los consejos que día a día viene poniendo en práctica un líder como Barrantes, que no pertenece a ninguna de las agrupaciones que la conforman. El ex alcalde de Lima ha sabido ser un opositor lúcido y comprensivo.

El APRA, sin embargo,apunta mucho más allá de las próximas elecciones y pide el apoyo de todos los peruanos, por ericima de los intereses partidistas. Tal cosa me parece imposible, en la medida en que precisarnente vaya cumpliendo con su proyecto histórico. Pero veo algo inmensamente positivo en esta imposibilidad, pues la creación de un nuevo Estado peruano excluye necesariamente a los grupos más retrógrados. Es decir, a aquellos que, a lo largo de toda la historia republicana de Perú, se consideraron la clase dirigente y no fueron más que intermediarios de una dependencia cada vez mayor y representantes de los intereses de un grupo de familias residentes en Lima.

Al APRA le toca erradicar de la escena política no sólo la corrupción, la violencia y el narcotráfico. Debe enfrentarse a esa oligarquía que es un diablo que sabe más por viejo que por diablo. Y que, como tal, ha sabido muchas veces tentar a los inilitares y hacerlos caer en aventuras involucionistas. La meta del año 2000 propuesta por el presidente García concierne, por primera vez, a todos los peruanos que desean ver salir al país de una triste y muy duradera condición.

Alfredo Bryce Echenique es escritor peruano.

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