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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El dilema de Kabul

EL VIAJE a la capital afgana de ministro de Exteriores de la URSS, Eduard Shevardnadze, y del secretario del Comité Central encargado de los problemas internacionales, Anatoli Dobrinin, indica la importancia que Moscú otorga a la última iniciativa de paz de Kabul. Aunque hecha pública en la capital afgana, se trata de un paso audaz de la diplomacia soviética para intentar resolver un gravísimo problema, que desde hace siete años está generando disgusto entre la población de la URSS, particularmente en las extensas regiones de religión musulmana, y que representa el punto más negativo para la credibilidad en el escenario mundial de la nueva imagen que Mijail Gorbachov quiere dar de la Unión Soviética. El discurso de Shevardnadze en Kabul, sin decirlo explícitamente, deja pocas dudas sobre la paternidad gorbachoviana de la propuesta hecha por Najbullah, de alto el fuego y de reconciliación nacional.Al dar este paso, la URSS reconoce el fracaso de la brutal invasión realizada en 1979, en tiempos de Breznev. A la vez, no cabe duda de que Gorbachov ha

tenido que asumir que las Ofertas de su discurso de

Vladivostok y la retirada a bombo y platillo, en octu

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bre pasado, de seis regimientos soviéticos de Afganistán no tenían ningún efecto ni en la opinión occidental ni tampoco en China, que tiene una actitud muy neta por la retirada de todas las tropas soviéticas, aproximadamente, según los cálculos occidentales, unos 110.000 hombres. La nueva propuesta tiene un carácter distinto: un alto el fuego de seis meses, a partir del 15 de enero, y el ofrecimiento de negociaciones con los jefes de las guerrillas y Con sectores neutrales, para llegar a un cese de los combates, una amnistía, el retornó de los refugiados y crear,un "Gobierno de unidad nacional" con una "representación equitativa del pueblo en su conjunto". Es evidente que todo depen derá de cómo se materialicen esas fórmulas, que podrían encubrir una mejor cosmética de la dominación soviética. Interpretándolas así, numerosos jefes de la resistencia afgana han dado ya una respuesta nega tiva. No se puede subestimar la importanciade los factores que empujan a Gorbachov, en el plano interior y exterior, a intentar una política nueva para retirar sus tropas de Afganistán. Un hecho muy significativo es el retorno del académico Sajarov a Moscú y la posibilidad que tiene de expresar sus opiniones, y concretamente sus críticas a la actitud del Gobierno soviético en Afganistán. El 21 de febrero se abrirá en Ginebra una nueva tanda de las negociaciones Pakistán-Afganistán, que vienen desarrollándose desde 1982 por medio del representante personal del secretario general de la ONU. El punto que hasta ahora ha impedido un acuerdo es el plazo de cuatro años pedido por la URS S para retirar sus tropas. Pakistán, con el apoyo occidental, considera que el plazo debe ser no de años, sino de meses. En las últimas conversaciones, la URSS ha aceptado rebajar el plazo hasta dos años, y no se descarta una nueva concesión por su parte en la próxima sesión de febrero en Ginebra. Hay que tener en cuenta, asimismo, que Pakistán tiene un interés creciente en llegar a una solución que permita el retorno de los refugiados afganos a su país; son más de tres millones de personas y su presencia contribuye a agravar los problemas sociales y los enfrentamientos entre las diversas etnias que conviven en el marco del Estado paquistaní.

Los actuales pasos de Moscú y Kabul están pensados con toda probabilidad de cara a la negociación de febrero. No es pensable que consigan modificar las actitudes negativas de los grupos guerrilleros, en su gran mayoría islámicos. Otra dificultad evidente es que los diversos grupos de oposición, con fuerte arraigo en su región, no han logrado crear una coordinación entre sí, lo que refleja el atraso de la sociedad afgana, articulada sobre todo en clanes locales. La actitud que adopte EE UU, y más en general Occidente, ejercerá por ello una influencia no despreciable en la evolución ftitura de las nuevas propuestas soviéticas. Estamos en una coyuntura que requiere de la diplomacia un esfuerzo de imaginación y de realismo para elaborar respuestas que permitan medir los lírnites hasta los cuales la URSS está dispuesta a llegar; el objetivo, en un plazo más o menos corto, no puede ser otro que una retirada soviética efectiva y una independencia real del Gobierno de Kabul.

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