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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Crónica famifiar

"Quiero que me traigan a mi abogado", gritó Oliver North mirando seriamente a Tip O'Neill, que intentaba controlar a Gary Hart para que no pidiese la dimisión de Reagan. "Esto es totalmente injusto", respondió Nixon. Y añadió: "Yo no tuve que mandar a la cárcel a John Ehrlichman y a H. R. Haldeman por nada, o sea que, ahora, mi querido amigo, se defiende usted solo". "Por favor, señores, un poco más de calma" (intervención de George Shultz lavándose las manos, impidiendo que los periodistas dirigidos por Bob Woodward insistan en el tema de la venta de armas a Afganistán). "Quiero irme a casa", indicó John Poindexter, cansado de repetir a todos los presentes que la partida de misiles enviados a Irán era un contenedor perdido durante la crisis de las Malvinas. "De todas maneras me habrían soltado a cambio d nada, sólo les regalé un libro del Corán y unas hamburguesas", intentaba explicar David Jacobsen. "No creo que éste sea el verdadero tema", indicó George Bush, cuidando de hacerlo con voz muy baja para que nadie le oyese. "¿Sabe alguien dónde están William Casey y John Poindexter? Hace más de dos horas que han desaparecido", preguntaba Edwin Meese con aire inocente. "La última vez que los vi estaban quemando documentos relacionados con una futura y secreta invasión a Cuba", explicaba Reagan, mientras preparaba su séptimo borrador de una carta de dimisión. "No pueden estar quemando esos informes", gritó histérica Nancy Reagan: "Los necesito para la defensa de mi marido". "Puedo defenderme perfectamente solo, querida", interrumpió el presidente. "Además, tengo que admitir que los misiles enviados a Irak han sido enviados sin costo alguno para los contribuyentes, ya que fueron aquellos misiles que nuestros estudiantes de medicina encontraron hace tres años en Granada". "Grenada, señor presidente", aclaraba Larry Speakes. "¿Robert (McFarlane)?" -preguntaba Caspar Weinberger- "Tengo aquí a un grupo de banquers suizos que insisten en que el dinero mandado a la contra era parte del saldo de la cuenta de Ferdinand Marcos que abrió la CIA para ayudar a Irak, y que debido a un error de la computadora se ha transferido a la cuenta de un ultraconservador de Florida". "¡No tenemos ninguna cuenta en Suiza!" se quejó Bush. "Cállate, estúpido, ¿desde cuándo te incluyes en la CIA?" dijo una voz ronca. "Hermanos, que la paz sea con todos vosotros", anunció majestuosamente Jomeini. "¿Quién tiene los mejores precios?", preguntó. "¡Yo!", contestaron todos los presentes... incluyendo a Frank Carlucci, que no había tenido tiempo ni de sacarse el abrigo.-

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