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Tribuna:GUÍA IRRACIONAL DE ESPAÑA
Tribuna
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El español y el futuro

Al español actual no le Importa nada el futuro. Ni siquiera cree en él. El futuro es una superstición que pertenece al pasado. Cierro esta guía Irracional de España con la certidumbre gozosa de que la mentalidad nacional ha abolido, cuando menos, un tabú. El tabú del futuro, que generaba los Días Universales del Ahorro, hoy tan en decadencia.El español había comido del pasado y del futuro. Del pasado y su morfología ya hemos hablado mucho en esta serie. Del futuro más vale no hablar, y no porque lo ignoremos, sino porque, en general, le tememos. Con tanto Torrejón y tanta OTAN, el futuro preferimos olvidarlo. (Los que se manifestaron pro/OTAN se manifestaban pro/Reagan, y ya están viendo en qué mierda ha acabado el viejo. Esperemos que la mierda no les salpique a ellos.) Larry Dossey es un médico americano que ha escrito Tiempo, espacio y medicina. Edita el libro, y me lo envía, mi entrañable Salvador Pániker (España y Cataluña se están portando muy mal con este hombre/genio). Larry Dossey ve el futuro como campo tempo/espacial en el que estamos integrados, con nuestros amores y nuestras enfermedades. Como una totalidad que supera la muerte. Los españoles, sin leer a estos genios, saben por intuición que lo mejor es abandonarse al río heraclitano del tiempo. "Ahí me las den todas", dice el argot popular. ¿Y dónde es ahí? Don José Zorrilla nos responde: "Tan largo me lo fiáis...". Ahí nos las den todas, en el futuro, donde ya no vamos a estar. Dice mi entrañable y admirado Juan Cueto, con frase que parece de Woody Allen (o con frase de WA que parece de Cueto) que "me interesa el futuro porque es el lugar donde voy a pasar el resto de mi vida". También se puede, queridos Cueto/Allen, pasar el resto de la vida en el pasado, como Proust, cuando el asma le metió en cama e hizo su obra. Su obra.

Me lo decía hace poco Camilo (Cela):

-Comprenderás, Paco, que yo, a mi edad, no voy a iniciar una nueva vida, pero te aseguro que ésta, la de siempre, la voy a disfrutar a fondo.

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CJC, tan incardinado siempre en el pueblo español, estaba expresando con esta frase su descubrimiento del presente que es un descubrimiento de todos los españoles. Vivíamos, ya digo, el tabú del futuro, el irracionalismo del futuro. Tabú inducido, naturalmente, por los vendedores de futuro: aseguradores, anunciadores a domicilio, fanáticos de los programas espaciales, políticos, agentes de pompas fúnebres, aunque ya dijo alguien que todas las pompas son fúnebres.

Y el tabú del futuro (la España ahorradora, la mesoespaña del cerdito/hucha) se ha trocado en el tabú del presente. Es claro, una filosoflia que corre por el mundo desde Mayo/68 "Lo queremos todo aquí y ahora". Más que a través de los filósofos, este tabú, el tabú del presente, ha llegado a los españoles a través de don Ramón Areces y su cortinglés. Es la filosofila del consumo. Vamos a gastarnos la paga en quince días y ya veremos cómo se llega a fin de mes. El tabú del futuro está bien para las películas de ciencia/ficción o fanta/ciencia, como hu biera dicho Luis Ponce de León pero en cuanto salimos del cine se apodera de nosotros el tabú del presente, que nos está espe rando a la puerta: la hamburguesa, la boutique, las microoridas, la aldea planetaria de McLuham, que ha resultado aldeana en su sentido literal: "En una fiesta, cada uno disfruta de los demás". La frase es de Baudelaire y encierra toda una teoría del número. Dedico este capítulo final al futuro, pero más bien lo dedico a la abolición del futuro, que sólo es un invento de los robots y las Cajas de Ahorros y Montes de Piedad.

El futuro no existe, porque no vamos a vivirlo. Y, si lo vivimos, será a su vez como presente. De modo que el futuro nunca llega. Dice Borges que "la poesía siempre trabaja con el pasado". Jorge Guilléni le desmiente en su Cántico, poesía de exaltación del presente en su punto y hora. Los españoles tampoco ,han leído a Jorge Guillén, claro pero han accedido al descubrimiento del presente por vías más impuras y consumistas. El futuro es uno de los pocos tabúes de los que el español se ha liberado con la postmodemidad (el futuro pertenecía a la modernidad). El futuro era un invento mediocre. El futuro sólo existe a condición de desaparecer: cuando llegue, será presente. Pero el tabú del futuro ha rellenado de doblones muchas camas de buhardilla, ha puesto reventonas muchas cartillas de ahorro, ha dorado muchos soles de couché. No hay más que echarle un ojo a la publicidad. Los anuncios anuncian cosas para consumir aquí y ahora. Algún anuncio perdido sobre las previsiones de futuro, queda arcaico y coñazo. La nocilla, los chopitos, el renault, mi citroen, el alfa de mi santa, todo hay que gastarlo aquí y ahora. Sólo tenemos el presente. La conquista del presente es una cosa como metafísica, a la que casi nadie accede, pero los españoles hemos accedido en masa. Y esto les crea un gran problema a los políticos, que, si lo son de verdad, han de legislar a largo plazo, en tanto que el pueblo les pide cosas inmediatas y nadie está dispuesto a sacrificarse por sus nietos. Nosotros también somos nietos de alguien y tenemos que arreglarnos solos. La abolición del futuro es, paradójicamente, lo que da más futuro a la actual sociedad española. Una sociedad que vive al día puede vivir muchos días.

Una plaga de piojos se está extendiendo entre los colegios públicos de Madrid. Los especialistas recomiendan extremar la higiene personal. Resulta que los niños del futuro, los niños/ 86, tienen piojos, como nosotros, los niños de postguerra, tuvimos el piojo verde. El pasado siempre vuelve, estamos presos del pasado, el eterno retorno se manifiesta incluso en forma de piojo, cuando no se le deja sitio para más. Y el español, hoy, está defendiéndose del pasado y del futuro con igual ardor, pues lo que quiere es vivir el ahora. Ahora es la consigna implícita en nuestra sociedad. Los niños que juegan y estudian con ordenadores, también tienen piojos. El pasado es tan piojoso como el futuro. Sólo es saludable el hoy.

Los especialistas, recomiendan, contra los piojos, "ducharse diariamente". ¿Pero es que hay alguien que no se duche o bañe diariamente? A lomos de los piojos volvemos al pasado, mientras la tecnología, la cibernética y la informática nos acercan el futuro. Pero el futuro está desacreditado. Se ha quedado en 'Tuturismo", que es una cosa del cine malo y del adivino Rappel. Y qué pronto pasaron los futuristas" de los años veinte, como Marinetti. Nada envejece tanto como el futuro. Hay que felicitar a los españoles por haber abdicado a tiempo del futuro y haberse instalado en la corriente planetaria del presente. No es un hallazgo nuestro, pero henlos sabido recibirlo y adoptarlo/adaptarlo a tiempo. El futuro es un vídeo que se alquila en cualquier tienda. El hombre jamás ha tenido otra cosa que su presente, su instante, y ha tardado miles de siglos en enterarse. Dice la última anti/psiquiatría que no se debe pensar en una cosa mientras se hace otra. Hay que concentrarse siempre en lo que se está haciendo, aunque sólo sea lavarse los dientes.

Naturalmente, que ni la ciencia ní un esquema de novela pueden funcionar sin un proyecto de futuro, sin una deliberación. Pero hay que deliberar en presente, incluir las deliberaciones sobre el futuro entre las actividades de hoy mismo. Entre otras cosas, porque así es en efecto.

El caso más estrepitoso de renuncia al futuro que hemos tenido los españoles últimamente ha sido la renuncia de Fraga. Se ha explicado de mil maneras la retirada de este español tan representativo (en lo bueno y en lo malo). Para uno, la explicación última o primera del tema está en que Fraga, de pronto, se ha visto sin futuro, como un enfermo de cáncer o un negociante en quiebra. Desasistido de la Banca, de sus amigos y de sus enemigos (que son los que más asisten), Fraga no tenía futuro político. Ha sido lo necesariamente inteligente como para verlo. Algo parecido hizo De Gaulle. Franco ha quedado mal en la Historia por obstinarse en perpetuar su futuro más allá de la muerte. Los españoles dejaron de creer en Franco (franquismo sociológico) cuando dejaron de creer en el futuro. En los sesenta, Franco nos dio todo aquí-y-ahora, porque las circunstancias lo permitían. Franco nos dio el presente. Los españoles tomaron el presente y se olvidaron de Franco (es el castigo en vida de los dictadores).

Entre el tabú del pasado (en esta serie he hablado de nuestros ancestros) y el tabú del futuro (también hemos hablado del español y el robot), los nacionales estamos ahora en/con el tabú del presente, que se explica mejor que nada por los anuncios consumistas de la tele. Es otro tabú, o mejor un tótem, tíos. El coche y la nocilla como tótem. Pero hay que disfrutarlo mientras dure.

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