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Tres meditaciones sobre los ojos

Cristóbal Halffter, tal y como explicó en las conferencias previas a cada concierto, eligió tres poemas de nuestra edad de oro unificados por un tema: los ojos. "Claros y serenos" en el madrigal de Cetina, invadidos por unas lágrimas "que suben del corazón", en el Mote de Jorge Manrique, enfrentados con la muerte ("Cerrar podrá mis ojos la postrera / sombra que me llevare el blanco día") en el soneto de Quevedo, el compositor ha meditado largamente sobre la lírica de estos altos versos y, no menos, sobre la metafísica que encierran.Se encontró, como dato previo, con una "tonalidad" con un "clima", con unos "sentimientos", algo así como el aire en el que se agitan o serenan las pasiones de la palabra, y fue quizá, antes que a la voz, a buscar la orquesta para crear un "tiempo", una "materia", una distancia, una continuidad acentuada, transparente y rica de contrastes.

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Músico por instinto y por saber, a la hora de crear Halffter deja atrás, como trabajo previo, todas las meditaciones. Le sirvieron para algo fundamental: saber el por qué escribe y a dónde va. En este caso, a una transmigración del contenido de los versos a la abstracción sonora, de un punto que es idea y sentimiento a otro que es materia reflectante. En Versus, sobre Juan del Encina ("triste España sin ventura"), fue suficiente la gran orquesta, con la que hizo grande y amarga poesía. Pero frente a los poemas sintió Halffter que necesitaba la palabra.

En este tríptico extendido y unitario, la voz del barítono no se expresa en canción, ni en lied hispanizado, rehuye, igualmente el recitado puro (hablado/ cantado), para montar los textos en largas y serenas monodías que, las más veces, se mueven dentro de un corto ámbito interválico. Parece como si el barítono nos diera la referencia de cuanto la orquesta ambienta, sustancia y desarrolla. Esto es, algo emparentado con sus ya lejanas Noches sobre San Juan de la Cruz, pero resuelto de modo bien diverso. En uno y otro caso, fascinante.

Se comprende el entusiasmo de Gustavo Torner o de José Luís Yuste presentes con un grupo de españoles en el estreno. Y es dato importante para comprender la evolución de Halfiter su creciente relación con los artistas plásticos al tiempo que renueva y repiensa sus lecturas. Tal juego de colores orquestales es sólo imaginable por quien gusta y conocer la pintura actual, sus conceptos y sus matices sobre una tonalidad base. Semejante transparencia sinfónica, plena de sobriedad y de exigencia, hace pensar en el tan recordado Fernando Zobel, más que en el Viola que incitara otra época y otro estilo halfiterianos.

Al fondo late la mística artesana de un Falla en el homenaje a Paul Dukas, que revive, sin citarlo, el ámbito ensimismado y lírico de nuestros polifonistas del Quinientos. Y en el lenguaje habla con naturalidad, la música de hoy que Cristóbal Halffter asume. "El más importante representante de la vanguardia española", ha escrito la crítica berlinesa. No estoy de acuerdo. Eso es ya pasado. Ahora estamos ante un maestro capaz de impostar lo español en el estilo del pensamiento europeo actual que ha superado las vanguardias y las posmodernidades como términos e ideas tan relativas como convencionales.

Roland Hermann cantó con nobles acentos, gran poderío, hermosa voz y excelente dicción española su difícil parte, que penetra en el tejido de la orquesta como un solista más. Del éxito de Halffter como director baste decir que recibió del público el máximo homenaje: la salida a saludar en solitario, una vez retirada la orquesta de la escena. Nb ha sido un éxito para Halffter solamente, sino una fecha grande para la música española.

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