Nuevas impresiones
Pocos compositores de la denominada música clásica han sobrepasado la frontera que separa los pequeños círculos donde predominan los oídos formados y exquisitos de los grandes públicos. Win Mertens, un artista nacido del estudio y de la experimentación musicales, vive en estos días tan raro fenómeno. Vestido de traje y corbata, tímido y distante, este belga de 33 años no pudo evitar que un ligero gesto sonriente se escapara de su cara de palo al final de su recital. Los espectadores, que habían agotado las entradas, no cesaban de aplaudir y ovacionar ante sus pequeñas reverencias de agradecimiento, fiel al comportamiento en escena de su escuela musical de origen.Mertens vende muchos discos en España, según una encuesta Gallup, y en su segundo concierto en Madrid ha revalorizado el precio de las localidades, de 800 a 1.200 pesetas en unos meses. Es un creador de impresiones que tocan directamente al melómano y llegan a alcanzar al corazoncito de cualquier oyente que se preste, tanto por las notas de piano plenas de romanticismo como por los tonos altos de su voz medieval, siempre inquietante.
Win Mertens
Win Mertens, piano y voz (78 minutos). Sala Universal. Madrid, 3 de diciembre.
Piezas instrumentales
Sus piezas instrumentales se transforman a menudo en canciones populares casi sin que la audiencia lo advierta, absorta por el silencio de la sala, sólo interrumpido por los chasquidos y comentarios en la barra del bar. En el segundo tema, la mayor parte de los asistentes cercanos al escenario optó por sentarse; acción también extraña en un local tan rockero, no resultó finalmente por incómoda. Pero eso no fue lo único que sorprendió de este peculiar acontecimiento. Uno de los rostros que admiraba al músico era el de Carmen Romero.Las melodías que funden un ayer y un hoy musicales se sucedieron de las manos y la garganta de Mertens, de su repertorio con Soft Verdict, como Close cover, su pieza más romántica y reconocible, o en solitario, como las recientes A tiels leis o Hirose. Algunas veces pueden parecer variaciones sobre un mismo tema, sonidos repetitivos, pero más bien lo son sobre sí mismo, un espíritu complejo que se traduce en composiciones sencillas, asequibles.
¿Se puede hacer esa melodía perfecta, en la que no faltan ni sobran notas y cuyo carácter universal contagia cualquier ánimo y oído? Chopin, y Keith Jarret ya han conocido esta experiencia. Y Win Mertens, también,
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.