_
_
_
_

El Papa aborda en Melbourne con prudencia el tema de la fecundación artificial

Juan Arias

Juan Pablo II abordó ayer el tema de la biotecnología y de la manipulación genética durante su visita al Merey Maternity Hospital, una moderna clínica ginecológica de Melbourne, capital financiera y cultural de Australia. Pero lo hizo sin entrar en detalles concretos, probablemente para no crear problemas, ya que este país se encuentra a la vanguardia en la cuestión. Basta tener en cuenta que, desde 1976 hasta hoy, en esta ciudad asutraliana han nacido 1.000 niños mediante la fecundación artificial.

La Iglesia católica mantiene en Australia posiciones avanzadas en el campo de la biogenética. El Papa, además, ha preferido esperar a que salga el documento oficial anunciado por él en este viaje y que abordará con autoridad la cuestión. Ayer se limitó a decir que la Iglesia católica, en el campo delicado de la medicina y de la biotecnología, "de ninguna manera está contra el progreso y, más bien, se alegra ante cada victoria sobre la enfermedad y las taras". Añadió que su preocupación es únicamente "que no se haga nada que sea contrario a la vida, por débil o indefensa que sea y aunque aún no esté desarrollada".El Papa dijo también que la Iglesia "no cesa de proclamar el carácter sagrado de la vida humana", "una sacralidad", señaló Juan Pablo II, "que nadie tiene el derecho de subordinar a ningún otro fin, por alto o benéfico que pueda parecer".

Cuando se dirigió a los fieles en la misa celebrada en el hipódromo del Victorian Racing Club de dicha localidad autraliana, afirmó, al referirse al tema, que no es la calidad de la vida, por importante que ésta sea, lo que hace sagrada la vida, sino el hecho de la misma existencia". "La vida", dijo, "es don de Dios, y el hombre es simplemente su administrador dentro de los límites del designio del creador"; y añadió que "si los vulnerables y los indefensos no están seguros, nadie lo estará por mucho tiempo".

Los sectores progresistas australianos han quedado satisfechos, porque el Papa se ha limitado a plantear únicamente los principios generales de la ética católica, diciendo que la ciencia y la técnica deben estar al servicio del hombre y de los más indefensos, para dejar después que en cada experimento concreto se pueda discutir si, en realidad, es o no contrario a la vida o a la dignidad del hombre, como, por ejemplo, en el caso de la fecundación in vitro.

Donde sí ha provocado polémica el Papa, ha sido dentro del mismo Parlamento australiano, en Sidney, cuando defendió el arbitraje actual llevado a cabo por un tribunal compuesto de trabajadores y empresarios para resolver los problemas laborales. Se trata de un sistema de arbitraje que. defienden los laboristas y que los liberales conservadores desearían cambiar, por parecerles demasiado favorable a los trabajadores.

En el Parlamento, el ministro Michel Youne, adjunto de primer ministro, al defender la tesis laborista, se sirvió del discurso del Papa. La réplica del líder de la oposición, John Howard, fue inmediata. Afirmó que era indigno que se in strumentatiz aran políticamente los discursos del Papa. Y un senador que se declaró católico abandonó el Parlamento como gesto de protesta.

Al enterarse del conflicto, el primer ministro, Robert Hawke, obligó a retractarse a su ministro. Por el contrario, el discurso del Papa sobre la mujer y el trabajo -un tema también muy debatido en este momento, porque los conservadores son partidarios de que cuando en una familia trabajan el hombre y la mujer, también ésta pague sus impuestos-, el apoyo dado por el Papa para que la mujer pueda dedicarse a sus trabajos caseros gustó menos a los laboristas.

Encuentro con los niños

Entre tanto, el Papa, en su ya apretado programa de trabajo halló tiempo ayer para realizar una conferencia de Prensa con los niños de 10 años de una escuela de Melbourne. Sentado en la mesa de la profesora se puso a disposición de los niños, que lo tirotearon a preguntas: "¿Por qué te vistes de blanco?" "¿Cuál es el color que más te gusta?" "¿Dónde te hirieron?" "¿Conoces todos los cuartos del Vaticano?" "¿Qué te hubiera gustado ser si no hubieses sido Papa?" "¿Jugaste alguna vez al fútbol?" El Papa, a veces, no entendía la pregunta y se la hacía traducir por la maestra, sentada al lado.En ocasiones sonreía, como cuando le preguntaron sobre el número de habitaciones del Vaticano, a lo que respondió: "Conozco ya muchas, pero aún no todas". Dijo que le gustaban todos los colores, pero, sobre todo, el blanco y el gris. Cuando le preguntaron cuántos países había visitado ya, dijo que no podía recordarlo.

Se puso serio cuando uno de los niños le preguntó qué había sentido por la invasión de Polonia. "Fue una cosa terrible", dijo, "una grave injusticia. Sufrí mucho. Fue algo inolvidable". Acabó haciéndoles él una pregunta. "¿Os gustaría tenerme como profésor?". Y cuando los niños respondieron a coro que sí, él les dijo: "Estáis todos aprobados".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_