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Medio millón de muertos

Medio millón de personas han muerto ya en la guerra. Las pérdidas iraníes duplican a las iraquíes porque los revolucionarios islámicos compensan con oleadas de infantería la superioridad enemiga en aviación, artillería y carros de combate. Un número indeterminado debajas iraníes ha sido causado por el empleo iraquí de las prohibidas armas químicas.Sobre un frente de más de 1.500 kilómetros de extensión se enfrentan unos 750.000 iraquíes a 1.250.000 iraníes, ente los que hay tanto miembros de las Fuerzas Armadas regulares como guardias revolucionarios o basidjis (jóvenes voluntarios con entrenamiento mínimo).

Los iraquíes cuentan con equipo soviético, brasileño y francés, este último compuesto por aviones Mirage F-1, helicópteros Puma y misiles Exocet. Los iraníes consiguen su armanento donde pueden, dado el casi universal embargo sobre la venta de armas a Irán. Se sabía que armas soviéticas, sobre todo morteros y lanzagranadas, llegaban a los revolucionarios islámicos desde sus dos únicos aliados en el mundo árabe, Sirla y Libia, aunque también desde Corea del Norte y China. Era un secreto a voces que Teherán se aprovisionaba de armas y municiones en el mercado negro mundial, en ocasiones con la cooperación de israelíes.

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Incluso la complicidad del Estado de Israel era comprensible, dado que nada le interesa más que tener a dos poderosos ejércitos rivales envueltos en una lucha sin cuartel. Lo sorprendente ha sido el descubri miento de que material norteamericano ha llegado a Irán desde el verano de 1985 con el conocimiento y la aprobación de la presidencia de Estados Unidos. Ronald Reagan ha dado como excusa una búsqueda de cooperación con el sector supuestamente moderado del presidente del Parlamentó iraní, Hashemi Rafsanjani. Éste había roto la baraja antes, al desvelar la visita a Teherán del antiguo consejero presidencial para Asuntos de Seguridad Robert McFarlane. Rafsanjani ridiculizó a McFarlane con su versión del asunto.

Pese a los desmentidos de Reagan, las revelaciones periodísticas probaron una relación entre las entregas de armas y la liberación de tres de los rehenes nortearnericanos en Líbano. El presidente del Parlamento iraní, por su parte, no hizo sino dar prueba de algo que los servicios de seguridad occidentales no llegan a entender: el arte del disimulo.

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