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John Poindexter, consejero de Seguridad Nacional de Reagan, primera 'víctima' de la crisis iraquí

Francisco G. Basterra

La crisis provocada en Estados Unidos por la venta secreta de armas a Irán estalló ayer con la dimisión del consejero de Seguridad Nacional John Poindexter, y con una sorprendente revelación, que probablemente provocará otro escándalo político: entre 10 millones y 30 millones de dólares (de 1.350 millones a 4.050 millones de pesetas), producto de la venta de armas norteamericanas a Irán, a través de Israel, fueron desviados a cuentas bancarias de la contra nicaragüense en bancos suizos. La Casa Blanca anunció que Poindexter será sustituido provisional mente por su adjunto, Alton G. Keel.

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Tanto para Shultz

Reagan reconoció ayer que no estaba "completamente informado" de la operación de desvío de fondos a la contra, posiblemente ilegal, que nació de sus fontaneros del Consejo de Seguridad Nacional. Reagan siguió defendiendo su política de apertura hacia Irán. "No cometí un error enviando armas", dijo. Y añadió que lamenta lo ocurrido y admite únicamente que la ejecución de su política ha sido "muy defectuosa".Reagan, ante la peor crisis de su presidencia, ha informado al Congreso y ha ordenado una investigación sobre el papel del Consejo de Seguridad Nacional (CSN) y sus procedimientos en la conducción de la política exterior.

La destitución de Poindexter parece, en principio, una reivindicación del secretario de Estado, George Shultz, quien de momento continúa en su puesto después de haber criticado la política del presidente hacia Irán y de haber exigido plenos poderes en la dirección de la diplomacia norteamerícana. Pero las nuevas y sorprendentes revelaciones ponen en tela de juicio no sólo la operación iraní, sino la política de esta Administración hacia Nicaragua y, globalmente, la credibilidad de EE UU antes sus aliados.

Reagan ha optado por limitar la crisis, convirtiendo en chivos expiatorios a Poindexter -que teóricamente no ha sido destituido, sino que ha pedido regresar a la Marina (es almirante)-, y a su brazo derecho, el aventurero coronel Oliver North, quien ejecutó la operación.

La impresión general ayer en la capital norteamericana era que esta operación de chorizos es sólo la punta de un iceberg que será investigado por el Congreso y que tiene tonos que recuerdan al escándalo Watergate.

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La oposición demócrata hablaba ayer de violación de la ley, y su líder en el Senado, Robert Byrd, decía esto demuestra "el estado caótico de la Casa Blanca" y de su política exterior.

En toda esta historia hay muchas más preguntas que respuestas. ¿Cómo pudo el presidente no saber nada durante tantos meses?¿No había nadie más arriba que Oliver North o Poindexter que lo supiera? ¿Afecta a la Agencia Central de Inteligencia (CIA)? ¿Estaba enterado el vicepresidente, George Bush, que es un firme promotor de la ayuda encubierta a la contra?

El secretario de Justicia, Edwin Meese, encargado de revelar lo ocurrido, descubierto tras la investigación que inició el pasado viernes, respondió ayer negativamente a todas estas preguntas.

Pero Meese, que afirmó ante la Prensa que "no se prevén más dimisiones", admitió que su investigación no ha hecho más que comenzar. De momento, la Administración no admite la existencia de una acción criminal en la actuación de Oliver North o de otros miembros del CSN y no cree conveniente el nombramiento de un fiscal especial.

Ya se levantan, sin embargo, voces en el Congreso que aseguran que se ha producido una violación de la ley que prohibía el suministro de dinero norteamericano o cualquier tipo de armas a la contra nicaragüense. Pero era un secreto a voces en Washington, corno lo demostró el caso de Eugene Hasenfus [cuyo avión con armas para los antisandinistas fue derribado sobre Nicaragua], que la Administración estaba tolerando e impulsando, incluso desde su propio sótano, Idesde donde opera el CSN, la ayuda -vía personas y organizaciones privadas- a los rebeldes a pesar de que el Congreso lo había prohibido. La explicación de Meese, llena de puntos oscuros, sostiene que en el desvío de fondos ino hay participación probada de funcionarios nortearnerica nos quienes, sin embargo, sabían que se estaba haciendo algo ilegal.

El papel de Israel

Se trataba de una operación entre representantes de Israel y de Irán en la que los fondos que el primero recibía por las entregas de armas norteamericanas entre enero y septiembre de este año iban a parar a una cuenta suiza, de donde los recogía el dirigente contra Adolfo Calero.Meese insistió en que esto sólo lo sablan Oliver North, que no era quien cobraba las cantidades y las pasaba a la cuenta bancaria, y "de una forma general sin conocer los detalles", Poindexter, quien no hizo nada por advertir ul presidente. Al parecer, también.lo sabía el ex consejero de Seguridad Nacional, Robert McFarlane. El examen de documentos y la presunta confesión de North, interrogado durante el pasado fin de semana, han permitido descubrir lo ocurrido.

Técnicamente, el secretario de Justicia explicó: "EE UU no aparece implicado en nada ilegal y es Israel, no el Gobierno oficialmente, sino representantes suyos sin nombre, el responsable".

[La oficina del primer ministro de Israel, Isaac Shamir, hizó pública anoche una nota en la que asegura que este país transfirió armas a Irán, a petición de EE UU, pero que ignoraba que el pago por las mismas se transfiriera a fondos de la contra. Estas cantidades, prosigue el comunicado, se ingresaban directamente por representantes iraníes en una cuenta abierta en un banco suizo, sin pasar por manos iraníes, informa Reuter.]

[Cinco personas fueron condenadas ayer en California a un total de 16 años de prisión por implicación en la venta de piezas para aviones de combate a Irán, informa Reuter].

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