Una belleza limpia

La base de escritura de este espectáculo es Las afinidades electivas, de Goethe; la cuentan las criadas del castillo; la comentan, la reviven. Pero el lenguaje teatral es otro. El literario es difícilmente perceptible: por el tono de las voces; por la mezcla de dialecto, de francés, de italiano; por las condiciones de la sala Olimpia, no adecuadas para esta intimidad. El acorde de las seis voces de mujer es bonito y de una sonoridad musitada grata, mezclado con otros elementos auditivos: música, ruidos evocadores., La dirección de Gabriele Vacis toma el relato y el diálogo sólo como uno de los varios elementos "de estructura del sentimiento" y dedica mayor atención a la plástica, a la construcción de la imagen. Plumas, agua, lienzos, abejas, nubes, cielo, lago, lluvia, sol, noche, cristales van llenando el espacio; las mismas figuras humanas de las seis muchachas crean cuadros, grupos, quietud o movimientos. Hay una lejana y ni siquiera disimulada influencia oriental: los colores de los trajes, los palos, las sombras, algunos movimientos. Todo ello es bello, pero quizá insuficiente para la longitud de la representación; y sometido a los problemas de la adaptación a un escenario distinto del suyo. Esta limpieza, esta pulcritud casi nipona requieren una exactitud en todos los elementos y de la relación de los personajes entre sí que no siempre permite la urgencia de la gira, y probablemente, una vez más, las condiciones muy especiales de la sala Olimpia.Gustó el espectáculo, gustaron las actrices a un público no muy numeroso, pero más bien Joven y tocado por la elegancia y la intención de lo que pretende el grupo Fiat/Teatro Settimo, de Turín.