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Humor e imaginación italiana para la corte de Carlos IV

Menotti y Plácido Domingo dan los últimos toques a la ópera 'Goya', que se estrena hoy en Washington

Francisco G. Basterra

Para que el espectáculo fuera completo, sólo faltaba doña Sofía, que llegó a medianoche del jueves, pero estaban sus antepasados, la reina María Luisa y el rey Carlos IV, en el ensayo general de la ópera Goya, que se estrenará esta noche en la capital norteamericana. El autor de la obra, Gian Carlo Menotti, se abrazó en el escenario a la duquesa de Alba, la mezzosoprano chilena Victoria Vergara, al término de la gran prueba, mientras el maestro Rafael Frühbeck de Burgos atacaba los compases del himno nacional, que también fue ensayado.

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Goya aparece como una ópera fácil de escuchar y digerible, incluso para los no especialmente amantes de este género musical. "¿Qué le parecerá a la Reina?", comentaban algunos de los asistentes al primer ensayo completo de esta ópera que, con grandes dosis de humor y de imaginación italiana, pero sin faltar groseramente a la historia, presenta una visión crítica pero no irreal de la corte de la época. "Es que en nuestro país ya no hay Corte y los Reyes no viven en una palacio como el de la obra", explicaba un español. Menotti, que es el triple padre de la criatura (autor del libreto, compositor y director de la ópera) ha reflejado el palacio de Oriente y el de Liria en unos soberbios decorados que, junto con el montaje, el vestuario, y Plácido Domingo, son lo más atractivo de esta nueva ópera.El patio de butacas y los palacios de la sala de conciertos de la Opera de Washington, en el Centro Kennedy de las Artes, se llenaron en la noche del miércoles como si fuera el estreno, pero sin que la gente se vistiera de ir a la ópera, para asistir a la primera prueba seria de la obra de Menotti. Más de 1.000 personas, entre amigos de la ópera que financian la institución, empleados, periodistas y televisiones de media docena de países, aplaudieron entusiasmados la representación, bien es verdad que las entradas fueron repartidas gratuitamente. En general, las críticas del público -no se coló ningún crítico profesional "le habría costado la carrera y nunca habría podido volver a esta sala", explicaba un periodista norteamericano- destacaban la actuación de Plácido Domingo.

Domingo, que ya apareció sin la barba que se dejó para filmar Otelo y con la que ha cantado en Tosca, en Nueva York, estaba satisfecho al final de las dos horas y media de trabajo. Menotti prefirió guardar su opinión para después del estreno. Para un profano que asiste a un ensayo general es curioso comprobar cómo la ópera se retoca sobre la marcha y no se completará, de verdad, hasta que se levante el telón esta noche. Menotti anotaba cambios sentado en la mitad del patio de butacas y discutía con el director de la orquesta, Rafael Frhübeck, que hizo trabajar a fondo a los músicos repitiendo bastantes trozos de la partitura. Los intervalos musicales entre acto y acto y escena y escena se quedaron cortos, algo que no ocurrirá hoy. La mujer de Plácido Domingo filmaba todo el ensayo.

El primer acto, una escena en una taberna madrileña en la que Goya, recién llegado a la capital, conoce a la duquesa de Alba, que se hace pasar por una muchacha del servicio del palacio de Liria, es quizá el menos conseguido. Recuerda en ocasiones a Carmen y es el que tiene un sonido musical más español. Destaca en este acto una procesión de herejes conducidos por monjes de la Inquisición, con hachones encendidos y la aparición de la duquesa, en su palacio, rodeada de sus servidores, un auténtico cuadro de Goya. La ópera está dominada por el romance entre el pintor y la duquesa de Alba y su competición con la reina, a la que deja en ridículo.

El segundo acto tiene grandes rasgos de humor y drama y dos momentos cumbres. La llegada de la duqesa al palacio de Oriente a una fiesta, con todas sus doncellas vistiendo el mismo traje, un modelo de París, que lleva también la reina María Luisa y que ésta creía exclusivo. Y la representación de la sordera del pintor lograda con gran imaginación técnica con los compases de la orquesta, jugando con agudos y con campanas.

En el tercer acto está muy bien resuelta la aparición, en un segundo plano, velados tras un telón y representados por los actores, de los cuadros vivos de Goya (El pelele, El entierro de la sardina, El abanico, Los fusilamientos del 2 de mayo). En un primer plano se representa directamente mientras tanto toda la pintura negra del artista de Fuendetodos. La ópera concluye con una gran actuación del anciano y decrépito Goya, al que se aparece la duquesa de Alba y le absuelve del complejo de culpa que le atormenta, diciéndole que en la vida "sólo cuenta la belleza y el arte".

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