Una relación horizontal
Sería equivocado entender este desplazamiento hasta nuestro continente como una cuestión de protocolo o de simple expresión de amistad. Al menos no lo entendemos así aquí, en Perú, y asumimos que es igual la actitud en Cuba y Ecuador. La importancia de la visita de Felipe González radica en verdad en el relanzamiento de las relaciones latinoamericanas.Esto quiere decir poner el énfasis en los programas de cooperación, el fortalecimiento de los intercambios comerciales, la complementación de las políticas de desarrollo cultural, científico y tecnológico, el mutuo apoyo en la defensa y fortalecimiento de la democracia y los derechos humanos, y la comprensión al punto de vista sustentado por los países latinoamericanos respecto del subdesarrollo que les afecta y su, reclamo para la instauración de un orden internacional más justo.
Algunos pasos se han dado ya en la perspectiva de un sinceramiento y actualización de las relaciones latinoamericanas. En lo que toca a nuestro continente, se baten en retirada dos posiciones extremas: de un lado, la de los conservadores integristas, que en épocas del franquismo convirtieron a España en el símbolo del inmovilismo, del oscurantismo intelectual y de un catolicismo reaccionario y tradicional. Esta visión retrógrada no hacía ningún favor a España, porque servía al mismo tiempo como pretendida legitimación ideológica de la dominación oligárquica existente en nuestros países. Pero en el otro extremo no era menos recalcitrante el antihispanismo de las corrientes indigenistas y la resistencia a aceptar la vertiente occidental que a través de España está presente en la formación histórica y en la identidad nacional de nuestros países.
Ciertamente, el tema de España que hoy se maneja en los medios de opinión influyentes latinoamericanos no está tan cargado de ideología y es mucho menos emocional. Se tiende ahora al análisis objetivo y distendido de lo que son dos realidades que tienen mucho en común, pero también muchas cosas que marcan especificidades propias de cada cual.
Con esta perspectiva, la relación entre España y América Latina ha ganado en horizontalidad y adquirido una fluidez que los condicionamientos anteriores impedían. Sin embargo, en las regiones más pobres del continente las expectativas que se formulan los Gobiernos sobre lo que España puede hacer por aliviar los problemas de pobreza crítica son bastante superiores a lo que la economía española puede dar de sí. La brecha que separa el subdesarrollo del desarrollo es hoy tan grande que no importa la distancia de riqueza que puede mediar entre Alemania Occidental y España: para un país de pobreza crítica en los Andes o en Centroamérica se trata de dos países igualmente ricos, sólo que España está más cerca, y se le puede demandar comprensión y ayuda, con una mano en la historia y en el mismo idioma.
Revisión
Ésta es, a nuestro juicio, una de las cuestiones más interesantes que se le plantean al Gobierno socialista que preside Felipe González respecto de la relación con América Latina, y su visita será. una buena ocasión para comprobarlo y reflexionar sobre ello. La democracia significó para España una revisión de sus relaciones con este continente. Expresión de una actitud diferente ha sido el apoyo brindado a los procesos de democratización en el Cono Sur, la posición favorable a la solución que auspicia Contadora para la región centroamericana, o el incremento de los programas de cooperación y asistencia técnica y cultural a través del Instituto de Cooperación Iberoamericana. Pero el camino a recorrer para que algún día cristalice la propuesta del rey Juan Carlos I y conformar la comunidad latinoamericana de naciones es aún muy largo.
Falta, entre otras cosas, una visión común del desarrollo y el destino histórico, un programa de complementación económica y actividades científicas conjuntas que permitan cubrir la brecha de rezago científico y tecnológico que separan a Latinoamérica del progreso superior reservado a los grandes países industriales, un esfuerzo para un flujo de créditos y de intercambios comerciales no sólo incrementados, sino concebidos en forma que supere la práctica viciosa que los países ricos imponen a Latinoamérica, determinantes de su ahogo financiero y su dependencia económica inacabable: falta, en fin, la armonización de esas capacidades y ese extraordinario genio creador, tan abundante aquí y allá, pero que hay que poner al servicio de un mejor conocimiento de lo que son nuestras realidades y de cómo conservar y producir cultura para la libertad y el progreso.
A Felipe González le esperamos para dialogar sobre estas cosas: para concordar puntos de vista sobre el presente y futuro. Cierto es que hay asuntos contenciosos en la relación bilateral con Cuba o con Perú: que es posible el otorgamiento de nuevos créditos y firmar acuerdos para ampliar la cooperación en Perú y Ecuador. Bien, si estas cosas se resuelven y se acuerdan en la visita. Pero más importante que todo esto es el Felipe González que desde La Haya propuso el 24 de junio a la Comunidad Europea la necesidad de formular un plan nuevo y más justo para relanzar las relaciones políticas, económicas y técnicas con la América Latina; más importante también, el dirigente que temprano en su carrera política descubrió que la España europea jugaba parte de su destino histórico en el reconocimiento explícito de su identidad americana. Una visita con estos auspicios y perspectivas vale la pena hacerla. Construir un proceso de larga duración es lo que da sentido al proyecto de una nueva historia para España y América Latina.
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