Jerôme Savary prepara en Cataluña un montaje sobre el mito de Don Juan
La pieza, producción del Centre Dramàtic de la Generalitat, se presentará en Hamburgo el día 15
En el Teatre Principal de Gerona se llevan a cabo, a puerta cerrada, los últimos ensayos de El tango de Don Joan, letra de Quim Monzó y Jéróme Savary y música de Josep M. Duran, coproducción del Centre Dramátic de la Generalitat y el Carrefour Européen du Théátre de Lyón. La obra, recreación posmoderna del mito del burlador, situada en una Barcelona de cromo a caballo entre los años cincuenta y ochenta, o, según se mire, alegoría sobre el SIDA, entendido éste comocastigo divino, se presenta el próximo día 15 en el Schauspielhaus de Hamburgo, en catalán, en un preestreno de gala a beneficio de la lucha. contra el cáncer. El primero de noviembre, la obra se estrenará en Barcelona. Su director, Jéróme Savary, el hombre del Grand Magic Circus, quien afirma, olímpicamente, que "el teatro es una tontería" y que lo único que le interesa "es ganar dinero", se muestra muy, satisfecho.
El Centre Dramátic quiere un éxito, necesita imperiosamente un éxito. El horno no está para souffiés Chejov ni para los petits fours vietnamitas de la señora Duras; hay que triunfar, es decir, hay que llenar, como sea. Y, a falta de un Cyrano que llevarse al escenario, el Centre Dramátic decide montar El tango de Don Joan, un Tenorio catalán escrito, al alimón, por Quim Monzó y Jérome Savary y dirigido por este último, que es precisamente a quien acudió el Centre Dramátic con la esperanza no sólo de que obrase el milagro del tan ansiado éxito, sino de que, además, colocase al teatro de la Generalitat catalana en la órbita de la farándula europea, junto a Flotats, Els Joglars, Els Comediants, la Espert, Pasqual, La Fura dels Baus, e tutti quanti.¿Por qué Savary? Pues, en primer lugar, porque Jéróme Savary no es ningún desconocido para el público catalán, el cual ha acogido, muy favorablemente, cuatro espectáculos del que sigue considerando cómo el hombre del Grand Magic Circus: Les grands sentiments, Romea, 1976; Mélodies du rnalheur, Romea, 1980; La historia del soldado, Liceo, 1983; y Bye, bye, show-biz, Grec 84. En segundo lugar, porque Savary, nacido en Buenos Aires, en 1942, es un personaje muy próximo a la cultura catalana, al menos geográficamente hablando: ha sido hasta hace poco director de un Centre Dramatique en Montpellier y actualmente vive en un valle de su propiedad, a 12 kilórnetros del histórico castillo de Salses, en la llamada Cataluña, Norte. Además, por sus raíces -su madre era nieta de un gobernador de la ciudad de Nueva York y su abuela paterna casó con el hijo de Gustave Eiffel-, y por su formación variopinta -del jazz a las fotonovelas, pasando por el cine y la ópera- y cosmopolita, Savary es un personaje susceptible de encajar estupendamente en esa Barcelona con vocación de capital postmoderna, presa de un furor olímpico, funámbula sobre esa cuer da floja entre París y Nueva York trazada por Jack Lang y aplaudida por Pasqual Maragall.
Pero al margen de razones culturales y sentimentales, existe otro motivo para entregarse a él. Savary, director del Carrefour européen du théâre de Lyon, es uno de los hombres que más público lleva a los teatros de Francia y uno de los que más éxitos cosecha fuera de Europa.
Montajes
"Anoche hablé con Lílle, donde se representaba mi montaje sobre la obra Cabaret, que estrené en Lyon a mediados de mayo y que ahora llevo de gira, por Francia -dice Savary-, y mafiana me voy un par de días a Marsella para preparar el estreno de La Jemme du boulanger, que ya monté en París, en el Théátre Mogador, la pasada temporada, con Michel Galabru. Después del estreno de El tango de Don Joan, salgo para Düsseldorf a ensayar Cabaret con una compañía alemana. Al margen de ello, estoy trabajando en, un Bourgeois gentilhome con Tancred Dorst, que hemos de estrenar en Hamburgo, y que el próximo año pienso llevar a Lyon y luego al, Mogador, de nuevo con Galabru. Trabajo, también con Dorst, en una obra sobre Lola Montes, al tiempo que me ocupo de unos Cuentos fantásticos, de Hoffmann, que me han pedido los austriacos, así como de un Shakespeare que he de montar en Taormina".
"Trabajo siempre en dos o tres montajes a la vez y hasta enero de 1990 tengo más de una docena de contratos, de montajes, firmados". "No puedo quejarme" -sigue diciendo Savary-; "mis espectáculos, aunque sean malos, llenan las salas -Cabaret lo tengo vendido hasta finales del 88- y, después de Robert Hossein, soy el que más gente lleva a los teatros de Francia. Exceptuando a Strehler, debo ser el director de teatro mejor pagado de Europa. Todo eso no lo digo para fardar; es, por el contrario, una especie de pudor, de dar a entender que me intereso tan sólo por lo actual, por mi trabajo. de cada día -el teatro es como el pescado, ha de ser del día- y no por la posteridad. Nosotros, los directores teatrales, no tenemos posteridad. El teatro es algo efímero, y esa misma cualidad te da una ligereza, un desparpajo que no hay que confundir con la insolencia. Me intereso por lo actual, por mi público de hoy, de aquí y de ahora. Yo siempre les digo a mis actores que el director no es sólo el hombre que dirige el espectáculo, sino también el representante sindical de los espectadores, de los que pagan. Me debo a mi público de cada día, prescindiendo de piropos e insultos pasados o futuros; he de velar por su dinero, por que no se aburran".
"Alphonse Allais escribió en cierta ocasión que cuando un espectador compra una butaca para ir al teatro, debería poder pagar 50 pesetas más en concepto de seguro contra el aburrimiento. Si te aburres, decía Allais, deberían devolverte el dinero. Esa es mi fórmula, y así lo hago constar en las entradas que vendo para mi teatro de Lyon: 'Assurez-vous contre l'ennui, abonnez-vous au Théátre du VIlléme'. Y jamás he devuelto un duro". Jéróme Savary o un seguro contra el aburrimiento. Ese es el hombre por quien apuesta el Centre Dramátic.
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