Muchos aciertos y un disparate
La lista de premios de esta edición del festival de San Sebastián comienza con aciertos en la cúpula y acaba con algunos galardones que se prestan a la carcajada.Otorgar la Concha de Oro a La mitad del cielo es una decisión justa. Había filmes -los otros dos españoles y el japonés- que podían haberle hecho competencia, pero el mejor cine visto en San Sebastián está dentro de la película de Manuel Gutiérrez Aragón, que consigue rozar los techos de la fascinación y que, aunque en su zona final pierde algo de la pasmosa ligereza con que un relato tan denso como éste discurre sobre la imaginación, es un ejercicio de cine sin equivalencias.
Las Conchas de Plata a 27 horas, de Montxo Armendáriz, y a La promesa, del japonés Yoshida, que además ha obtenido el Premio de la Crítica Internacional, confirman que estas dos magníficas películas, junto con la anterior, eran la médula indiscutible de la selección a concurso, junto con la tercera película española, Viaje a ninguna parte, de Fernando Fernán-Gómez, excluida injustamente del palmarés.
Este triple acierto del jurado queda deslucido por su concesión del Premio Especial a a la película húngara La gran generación, de Ferenc András, un filme petulante que, bajo una historia ágil pero rutinariamente realizada, esconde una colección de obviedades que hacen de este premio especial una divertida incursión en el reino del disparate.
El premio al mejor director fue concedido al austriaco Axel Corti por su trabajo en Bienvenidos a Viena, una buena película y, por consiguiente, bien dirigida. No habría, por lo dicho, nada que objetar si no hubiera otros filmes cuyos directores realizan un trabajo de puesta en escena mucho más dificultoso y rico que el de Corti, que se apoya en un -éste sí- excelente trabajo del equipo ambientador. Yoshida, Gutiérrez Aragón, Armendáriz, Ripstein o Fernán-Gómez dirigen o hacen puesta en escena con peores soportes exteriores y más creatividad que el austriaco. Al jurado -del que se presume conocimiento de quiénes son responsables de los diversos elementos funcionales de un filme- se le han cruzado los cables y ha confundido una función con otra.
Nada que objetar a los premios de interpretación a Ángela Molina, por La mitad del cielo, y a Ernerto Gómez Cruz, por El imperio de la fortuna, del mexicano Arturo Ripstein. El premio de la Oficina Católica se ajusta a su objetivo al ser concedido al filme argentino de Eliseo Subiela Hombre mirando al Sudeste, una bella historia de fondo religioso realizada con mucha seriedad y algo de inexperiencia. Este filme ha compartido el premio Ciga con Una muerte tranquila, filme griego de Frieda Liappa, exhibida fuera de concurso.
Babelia
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