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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Discrepancias militares en Chile

LAS CONSECUENCIAS de la huelga general que se ha desarrollado en Chile a comienzos de este mes están manifestándose en dos planos muy distintos: por un lado, la represión, con el procesamiento de los líderes de la Asamblea de la Civilidad. El hecho de que se encuentren encarceladas personalidades de los colegios profesionales, de las asociaciones que agrupan a los cuerpos docentes, los comerciantes, los camioneros, los jubilados, etcétera, subraya hasta qué punto la oposición desborda hoy los marcos de los partidos políticos. Es un fenómeno que suele producirse cuando la descomposición de un régimen dictatorial está ya muy avanzada. De otra parte, el rasgo más nuevo de la situación es la aparición de voces discrepantes en la cumbre de las fuerzas armadas. Que esto surja precisamente dos semanas después de la huelga general no puede ser casual, y confirma la tesis de los que apoyaron la huelga convencidos de que ayudaría a agrietar alguno de los pilares esenciales de la dictadura.La siguientes declaraciones, hechas con escasos días de distancia, reflejan claramente esas discrepancias en la Junta Militar: en primer lugar, Augusto Pinochet afirmó durante una visita a Concepción que estaba decidido a permanecer en el poder hasta 1997. Recordemos que, de acuerdo con la Constitución vigente, la Junta Militar designará en 1989 un candidato a presidente de la República para un plazo de ocho años, que será elegido mediante un plebiscito. De hecho. Pinochet se ha presentado ya por su cuenta como candidato para ser plebiscitado en 1989 y seguir así ocho años más. Poco después, el general Stange, jefe de los Carabineros, y el almirante Merino, jefe de la Marina, han declarado que no está decidido quién será el candidato a presidente, negándose a refrendar lo dicho por Pinochet. De mayor sustancia han sido las declaraciones del general Matthei, jefe de la Aviación; éste ha presentado para 1989 dos alternativas: que se presente un candidato para ser elegido presidente por el pueblo o que se reforme la Constitución para que en 1989 haya elecciones libres y directas. Esta segunda eventualidad se acerca a las demandas de la oposición democrática, si bien hay una diferencia seria, ya que la oposición no acepta esperar hasta 1989 para la transición a la democracia. Pinochet ha tenido dificultades en el seno de la Junta Militar en ocasiones anteriores, y ha logrado superarlas; pero nunca como ahora se ha encontrado con un mentís directo y público a sus palabras, y sobre un tema decisivo.

Otro factor que ha entrado en juego en las semanas que han seguido a la huelga general ha sido la actitud de Estados Unidos. Entre las causas que han empujado a la Administración de Reagan a modificar en cierta medida sus cartas en el escenario chileno está el deseo de reforzar una imagen de apoyo a la democracia en América Latina cuando se intensifica la intervención en Nicaragua; en un plano más concreto, el temor a que la evolución en Chile hacia la democracia pueda resultar demasiado condicionada por las acciones populares y con un peso efectivo de los comunistas. Y por otro lado, la ambición desmedida y patológica de Pinochet. La estrategia norteamericana ha consistido en preparar la designación por la Junta en 1989 de una personalidad aceptable para Washington y susceptible de iniciar una transición democrática dentro de unos cauces moderados; por eso cuando Pinochet declaró que seguiría ocho años más, esta estrategia quedaba directamente amenazada.

De la misión que el subsecretario de Estado para asuntos interamericanos, Robert Gelbard, ha realizado en Chile en los últimos días, sobresalen algunos rasgos interesantes: lo más destacado es que Pinochet se ha negado a recibirle. El dictador juega la carta de la rigidez nacionalista, confiando en que Washington no podrá prescindir de él. Pero a EE UU le conviene ahora distanciarse de un Pinochet en su punto de máximo' desprestigio. Gelbard se ha entrevistado con personalidades del Gobierno, con jefes militares (no con el general Matthei), con el cardenal arzobispo de Santiago y con representantes de las fuerzas de oposición, con la excepción de los comunistas. En realidad, si bien Gelbard se ha pronunciado en favor del restablecimiento de la democracia con más claridad que lo han hecho en ocasiones anteriores los representantes norteamericanos, EE UU sigue preconizando una transición democrática para 1989, y no antes. Esta posición norteamericana puede debilitar a Pinochet ante las fuerzas armadas, pero contradice algunas de las tesis básicas en las que coinciden las fuerzas democráticas de Chile. No puede olvidarse la trágica realidad chilena de cada día: una represión brutal, que llega a extremos tan horribles como el crimen cometido con los jóvenes Rodrigo Rojo y Carmen Quintana, rociados con gasolina y quemados, que tanta emoción ha despertado en la opinión pública de EE UU; emoción que ha sido uno de los factores que han determinado el viaje de Robert Gelbard.

En todo caso, no cabe duda de que una serie de fenómenos nuevos han empezado a manifestarse en Chile después de la huelga general. Ello justifica la voluntad de la oposición de preparar nuevas acciones masivas de ese género; incluso si la represión se endurece.

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